Don Q a sido secuestrado, pero se encuentra tranquilo, sabe que su adorado esposo vendrá por él. Un momento perfecto para recordar como terminaron juntos.
Tags y aclaraciones extra: • Mafia AU • Karmaland AU • Don Q: Alejandro/Quackity • Uso de armas • Sangre • Mención de muerte de personajes.
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Karmaland hace mucho tiempo había caído en las garras de la corrupción y el crimen organizado, no era sorpresa para nadie ver miembros de la mafia hacer sus trabajos durante los días y mucho menos que los policías ignoraran estos mismos por su propio bien.
Don Q era el líder de la mafia Nevadas, todo el mundo lo sabía, cuando caminaba por la calle con su traje morado y sus lentes negros cubriendo sus misteriosos ojos, solamente mostrando su sonrisa triunfante y caminando con toda la libertad que su poder le daba, presumiendo de sus joyas doradas sin pena.
Así era durante los primeros meses, un soltero conocido por ir a bares numerosas veces a la semana antes de terminar saliendo con algún hombre o mujer por la noche.
Pero cuando dejó sus prácticas nocturnas por largos meses, los rumores surgieron tan rápido que parecía una comedia. Todos decían que finalmente había encontrado a una mujer de su gusto y no se alejaban de la verdad.
Sin embargo, los conflictos en los que se metía a diario por ser el líder de una de las mafias más grandes que dominaban la ciudad no solo eran rumores tontos de la gente sin que hacer. Se había metido en tantas peleas, conflictos armados y amenazas que ya ni siquiera las contaba, pero en esa ocasión era especial, era la primera vez que lo secuestraban con la activa intención de ejecutarlo.
Pero fuera de cualquier idea, él estaba tranquilo, no parecía importarle que estaba de rodillas en el suelo amarrado y golpeado, con un revólver contra su sien. Mientras su secuestrador simplemente lo miraba irritado.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo a poco tiempo de tu ejecución?— preguntó su enemigo entre gruñidos, haciendo al pelinegro reír.
—No voy a morir aquí, pendejo— escupió un poco de sangre que se había acumulado en su boca, viendo al líder de sus secuestradores, sus acompañantes y a quien apuntaba el arma contra su cabeza —La vida tiene planes más grandes para mí, no voy a morir de forma tan patética.
Su sonrisa arrogante hizo que uno de los acompañantes le diera una patada en el estómago, sacándole el aire pero sin quitarle esa estúpida sonrisa.
El líder estaba a punto de dar la señal para que le disparen de una buena vez por todas, pero el sonido de una caminata lenta a sus espaldas llamó su atención.
¿Quién había encontrado ese edificio abandonado a esa hora de la madrugada? Era imposible, tenían hombres en cada posible entrada del lugar y estos no le habían notificado de nadie entrando. Tal vez algo había pasado y era uno de sus hombres.
