Tocando fondo

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El ambiente en la sala de entrenamiento estaba cargado de tensión, cada golpe que Yoru lanzaba resonaba como un disparo en el vacío. Tenía los nudillos en carne viva, sus músculos protestaban, pero le importaba un comino. Necesitaba esto el esfuerzo físico, el ardor, la simple y estúpida repetición. Era lo único que lo mantenía cuerdo en este momento.

Alrededor de su cuello se sentía como un maldito grillete, un recordatorio constante de sus errores. Killjoy había sido muy educada y profesional al colocárselo, explicándole los detalles y ofreciéndole su ayuda para entrenar. Pero su amabilidad solo lo hacía sentir peor. Era como poner una sonrisa en una celda de prisión.

Había querido ir al campo de tiro, sumergirse en el ritmo de apuntar, disparar, recargar. Pero los robots estaban configurados en un nivel de dificultad que era prácticamente una broma, y no se le permitía aumentar la dificultad sin sus poderes activos. Y ya era demasiado tarde para ir a buscar a Killjoy y desactivar este maldito limitador.

Así que aquí estaba, dándole una paliza a un objeto inanimado porque era la mejor opción. Maldita cosa ni siquiera podía devolver el golpe.

Sus pensamientos inevitablemente se dirigieron a Gekko. La forma en que había mirado en esa última reunión, el dolor y la resignación en sus ojos, carcomían a Yoru. Sacudió la cabeza, como si el movimiento físico pudiera desalojar los pensamientos. No pienses en él. Se supone que debes mantenerte alejado, ¿recuerdas?

Pero fue difícil. Muy difícil. Cada golpe, cada puñetazo, parecía devolverle esa cara, esos ojos. Le dolía el cuerpo, sus músculos le gritaban que se detuviera, pero no podía. No cuando cada golpe era otro intento fallido de sacar a Gekko de su mente.

Mientras los puños de Yoru continuaban golpeando la bolsa, las palabras de Reyna resonaban en su cabeza como un estribillo inquietante.

"Para empezar, nunca debería haber estado cerca de ti".

"Gekko no necesita más imprudencias ni malas influencias"

Cada palabra era como un golpe, marcando sus golpes contra la bolsa. Imprudente. Mala influencia. Las acusaciones daban vueltas en su mente, alimentando sus movimientos pero también minando su espíritu.

Yoru apretó la mandíbula y entrecerró los ojos mientras miraba la bolsa de boxeo. Era como si la maldita cosa se estuviera burlando de él, burlándose de su debilidad, de su vulnerabilidad. Con un grito gutural, se lanzó hacia adelante, sus puños volaron mientras desataba una ráfaga de golpes, cada uno alimentado por una mezcla volátil de ira y autodesprecio.

"Maldito idiota", se gruñó a sí mismo entre golpes. "Pensaste que podrías acercarte a alguien, ¿eh? ¿Pensaste que podrías tener algo real por una vez?" Su voz estaba llena de desprecio, cada palabra era una herida autoinfligida que cortaba más profundamente que cualquier cuchillo.

La bolsa se balanceó violentamente, sus cadenas tintinearon ruidosamente en la habitación, que de otro modo estaría en silencio. Pero Yoru no se rindió, sus nudillos ahora estaban en carne viva y sangrando "Deberías haberlo sabido mejor La gente como tú no puede tener eso. No puede ser feliz"

 No puede ser feliz"

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A solas contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora