CAPÍTULO 2 - MIRA LO QUE SÉ HACER

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El tempo pasó y sin falta, todas las tardes, Keigo y Toya se veían en su rincón de aquel parque, los primeros días hablaban de muchas cosas, fue en ese periodo cuando Toya le contó al rubio que era hijo de Endeavor, a lo que Keigo reaccionó casi volviéndose loco, pues le dijo que era su héroe favorito y que lo admiraba mucho. Toya, aunque no le gustaba esa parte, no lo tuvo en cuenta, pues Keigo era su primer amigo y no quería que su padre lo estropease todo, por lo que todo intento de Keigo de querer conocer a Endeavor, era opacado por Toya.

—Mi padre no me deja llevar a nadie a casa, lo siento... —dijo, sintiese bien de no mentir, pues era cierto.

—Oh, no pasa nada... me gusta estar contigo —respondió el rubio con una sonrisa.

Durante ese verano, los dos niños pasaron de esconderse en ese rincón del parque a salir y recorrerlo, evitaban a los demás niños, pues de cierta forma no querían compartirse con mas personas, teniendo al otro era lo único que necesitaban. A veces jugaban y se les unían algunos niños, y aunque aceptaban, era verdad que no hacían nada para que esas nuevas amistades florecieran.



—Keigo... —Toya miraba al rubio con cierto nerviosismo, pues era algo que quería preguntarle desde que le conoció, pero no se había atrevido.

—¿Sí?

—Puedo... tocarte las alas...

Keigo lo miró confuso y se llevó la mano a la nuca. No le hacía gracia que le tocasen las alas, pues eran sensibles en algunas partes, además de que todavía estaban en fase de crecimiento, pero no lo pensó mucho.

—Claro, a ti te dejo tocarlas lo que quieras.

La sonrisa que apreció en la cara del pelirrojo iluminó aquella zona del parque. Entonces, Toya se acomodó mejor y alargó su mano, pasándola por las plumas de color rojo con suavidad, notándolas suaves y sedosas. Totalmente hipnotizado por la suavidad de esas plumas, no se percató de la rojez en la cara del rubio, que cerraba fuerte los ojos, pero cunado emitió un leve quejido, Toya lo miró.

—Oh... ¿te hice daño? —le dijo mirándole y poniéndose frente a él.

—No... so...solo se sentía raro... —dijo aun con la cara roja.

—Perdona... no lo volveré a hacer —se disculpó Toya pensando que había hecho algo mal.

—No, no... —Keigo alargó su mano y agarró la del pelirrojo —me gusta que lo hagas...

El tiempo siguió avanzando y ya casi acabando ese verano, Keigo volvió a ver algo que creía que no volvería a ver. Toya sentado en su rincón, llorando y con heridas de quemaduras en sus brazos. Al ver aquello, Keigo corrió hacia él y se pudo de rodillas frente al pelirrojo.

—¿Estás bien? —preguntó al mismo tiempo que Toya levantaba la cabeza, sorprendiendo un poco a Keigo, pues la cabellera roja de su amigo ahora presentaba un mechón de pelo blanco.

Toya no respondió, simplemente siguió llorando, haciendo sentir a Keigo un poco impotente, por lo que de sus ojos también empezaron a brotar algunas lágrimas y sin pensarlo abrazó a Toya, haciendo que sus pequeñas las los envolviesen a ambos, tapándolos por completo.

El tiempo pasó, el verano llegó a su fin y los dos amigos, tuvieron que separarse, pues Toya iba a un colegio privado, y Keigo iba a uno público, pues sus padres no se lo podían permitir, por lo que ahora solo se veían por las tardes, quedaba todos los días en el mismo sitio. Esos días pasaron y se convirtieron en meses y esos meses en años.



Ahora, ambos amigos con doce años caminaban por las calles de la ciudad, era sábado y como cada fin de semana desde hacía unos años, iban camino al cine a ver una película. Toya había crecido, su cabello rojo ahora era completamente blanco, con el tiempo Keigo supo que eso se debió al intenso entrenamiento al que Endeavor sometía a Toya, pues desde siempre quiso ser un héroe, al igual que Keigo, el cual también había crecido.

MALDITA DESPEDIDA (Dabihawks)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora