CAPÍTULO 1 - DESTINO

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—Hola, ¿estas bien?

Esas palabras fueron el inicio de todo, ese niño pelirrojo lo miró, sorbiendo por la nariz mientras sollozaba. Keigo pudo ver algunas marcas de quemaduras en sus brazos, pero no eran muy visibles.

Keigo lo miraba fijamente, por un momento, se perdió en sus ojos azules cristalinos por las lágrimas, sus propias heridas le dolían mucho, por lo que sin decirle nada, se sentó a su lado, esperando la respuesta, pero sin recibir ninguna.

—¿No puedes hablar? —volvió a preguntar Keigo —¿puedo quedarme aquí?

El niño pelirrojo siguió sin responder, y volvió a tapar su cara en sus rodillas. Keigo lo miró, pensó que el niño no podría hablar o tenía mucho miedo, por lo que sin decir nada le hizo compañía.

Tras varios minutos allí, Keigo empezó a sentir algo de calor, por lo que pensó que era que las heridas estaban empezando a dejar de doler, miró a su alrededor, el niño a su lado seguía sin levantar la cabeza ni decir nada, y seguía sollozando, pero ahora menos que antes. Keigo quiso volver a intentar hablar, pero al alzar un poco la vista, pudo ver como del árbol que había sobre sus cabezas se desprendía una rama pequeña, y con rapidez, alzó una de sus alas para cubrir al niño pelirrojo, que al oír el ruido sobre su cabeza y ver como un ala roja lo cubría y una rama caía delante de él, miró asustado a Keigo.

—¿Estás bien? —preguntó Keigo —por poco nos cae esa rama encima —sonrió el rubio.

De pronto, el niño pelirrojo se puso de pie, mirando a Keigo casi con estupefacción, y sin decir nada salió corriendo, mientras Keigo se ponía de pie e intentaba llamarlo, pero el niño no le había dicho su nombre.

Al ver que no podía hacer nada, y habiéndose quedado solo otra vez, se sentó nuevamente y suspiró, mirando al cielo, en el cual la tarde empezaba a dar paso a la noche.

Horas después, ya de noche, Keigo salió de su escondite y se acercó al centro, donde vio los restos de su pelota, destrozada, quería sentirse triste, pero estaba cansado de llorar, por lo que sin mas se puso rumbo a su casa, pensando en que sin haber intercambiado palabra, quería volver a ver a ese niño pelirrojo.

Al día siguiente, Keigo no salió de casa, su madre le había pedido hacer limpieza, mientras su padre dormía, pues había trabajado toda la noche. No sabía en que trabajaba su padre, pero siempre llegaba muy tarde por la noche y se iba muy temprano por la mañana, realmente apenas lo veía, pero estando con su madre era suficiente.

El lunes llegó, era el último verano antes de entrar a la escuela, por lo que Keigo quería aprovechar todo lo que pudiese y tras estar toda la mañana con su madre haciendo compras y visitando a unas amigas, esa tarde, Keigo decidió volver al parque, e intentar volver a hacer amigos.

Nada mas entrar en la zona del parque, y aunque había varios niños jugando, por suerte no vio a los matones del otro día, no pudo evitar desviar su mirada a la zona donde conoció a ese pelirrojo, y movido por algo extraño caminó hacia allí, dudaba que lo volviese a ver, pero algo lo atraía hacia ese lugar, como si una cuerda tirase de él.

Y entrando en la zona, y apartar el arbusto que daba paso al lugar, se quedó estático al ver allí al niño pelirrojo, de pie y dándole la espalda. Tardó un poco en reaccionar, porque realmente, aunque deseaba volver a verlo, pensaba que nunca mas se volverían a encontrar.

—Hola...

El saludo asustó al pelirrojo que dio un pequeño salto y se giró alterado, mirando a Keigo, el cual se había quedado de pie con una fina sonrisa de disculpa.

—Hola... —respondió el niño pelirrojo, siendo la primera vez que Keigo le escuchaba hablar, algo que le hizo sonreír, y esa sonrisa dejó al niño pelirrojo algo confuso.

—Que bueno que puedas hablar... el otro día creía que no podías.

El pelirrojo agachó un poco la mirada.

—El otro día estaba triste...

—Oh... —Keigo empezó a sentirse cómodo y se acercó a él, quedando bajo aquel árbol donde ambos se sentaron dos días atrás —¿y por qué estabas triste?

—Me quemé con mi quirk y mi padre se enfadó.

—Oh... —la mirada lastimera de Keigo se volvió curiosa —¿tienes un quirk de fuego? Igual que Endeavor.

El niño pelirrojo miró a Keigo con algo de molestia, pero suspiró.

—Si...

—Que guay... yo solo tengo alas... y a veces puedo volar.

El pelirrojo miro sus alas y apartó la mirada, algo sonrojado.

—Son bonitas...

Durante un momento, Keigo se quedó serio, pero al instante una sonrisa nació de su boca, y debido a eso el pelirrojo tuvo que volver a apartar la mirada algo sonrojado.

—Oh... —Keigo se acercó a él —me llamo Keigo Takami —dijo alargando su mano.

—Yo soy Toya Todoroki.

MALDITA DESPEDIDA (Dabihawks)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora