CAPÍTULO 3 - PÉRDIDA

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Había pasado una semana, y Keigo no tenía noticias de Toya. Al día siguiente de aquel incidente, y como cada tarde, Keigo esperó a Toya en el cruce que separaba sus caminos hacia sus respectivos institutos. El primer día, Keigo pensó que Toya se habría quedado en casa debido al incidente de la noche anterior y aunque quiso ir a ver si estaba bien, Toya le había dicho muchas veces que no fuese a su casa, que no quería que su padre lo viese, algo que nunca molestó al rubio, y aunque Endeavor era su héroe favorito, su amistad con Toya era mas importante, por lo que reprimió las ganas de conocer a su ídolo.

Los días pasaron y siete días después, Keigo estaba mas que preocupado, no sabía nada de su amigo, no tenían teléfono móvil, por lo que no podía llamarlo, preguntó a los chicos de la clase de Toya, pero ellos tampoco sabían nada, lo que hacía que Keigo se pusiese cada vez mas nervioso, hasta el punto de perder el apetito y no comer ni cenar durante ese día y ya sin poder conciliar el sueño, abrió la ventana de su habitación y salió volando dirección a la casa de los Todoroki.

Durante el viaje pensó en aquella última noche que se vieron, cuando le quiso enseñar ese super ataque y falló, en si había hecho algo que le hubiese molestado, o si había dicho algo malo. Pero a su mente solo venía ese momento en el que lo cargó en sus brazos y volaron juntos por la ciudad, notando el cuerpo de Toya pegado al suyo, notando los latidos del corazón de Toya en su propio pecho. El viento que chocaba en su cara durante su vuelo por la oscura ciudad, hacía que sus incipientes lagrimas se secasen antes de caer por sus mejillas, una presión en su pecho se iba haciendo cada vez mas grande mientras mas se acercaba a la casa, mientras en su cabeza no dejaban de repetirse unas palabras:

¿Y si ya no quiere ser mi amigo?

Apenas tardó en llegar, y aunque era tarde, podía ver luces encendidas en la gran casa, en un impulso quiso asomarse por alguna ventana, pero podría ser raro, y aunque llamar a la casa de alguien a esas horas era muy extraño, su preocupación era mucho mas atroz, por lo que aterrizó en la entrada y temblando dio dos toques en la puerta.

<Perdóname Toya, sé que me dijiste que no viniese, pero estoy preocupado>

A los pocos segundos, un niño de no mas de siete años abrió la puerta, mientras la voz de una mujer detrás de él le decía que no lo hiciese, por lo que al final, esa mujer, de piel pálida y cabello largo y blanco, al igual que ese niño miró a Keigo.

—Hola, perdone por molestar, pero... ¿está Toya?

Se formó un silencio largo, donde Keigo pudo ver con absoluta claridad como la cara de la mujer se desfiguraba y unas lágrimas comenzaban a salir, cayendo de rodillas mientras el niño, entraba dentro de la casa llamando a una tal Fuyumi.

Keigo se asustó, no conocía personalmente a los hermanos de Toya, sabía que era el mayor de cuatro, realmente, no sabía mucho de la familia de Toya, sabía que sus hermanos se llamaban, Natsuo, Fuyumi y Shoto, pero nada mas.

De pronto, un hombre alto, corpulento y que Keigo reconoció al instante apareció en la puerta, ayudando a la mujer a levantarse y pidiéndole a una niña de cabello blanco y mechas rojas que la entrase dentro de la casa. Ese hombre miró a Keigo con la cara seria y el ceño fruncido.

—¿Quién eres?

—Ho-Hola... Endeavor-san... yo... solo ve-venía a ver si estaba Toya...

El hombre frunció aún mas el ceño, mirando al adolescente con un gesto muy serio.

—Toya está muerto, vete de aquí si no quieres que llame a la policía —dijo y cerró la puerta de un portazo.

Keigo se quedó petrificado en el sitio, con la mirada perdida, su mente totalmente colapsada y poco a poco sintiendo que perdía el conocimiento mientras multitud de sensaciones recorrían su cuerpo, haciendo que todo a su alrededor se esfumase y se tiñese de negro.

Sin ser consciente de nada de lo que hacía, se dio la vuelta y mientras sus alas caían y se arrastraban por el suelo, el rubio comenzó a caminar dando tumbos, saliendo del terreno de los Todoroki, saliendo a la calle sin un rumbo fijo al mismo tiempo que un trueno retumbaba en el suelo y una lluvia fuerte comenzaba a caer sobre la ciudad.

Cuando Keigo volvió en sí, estaba en medio de una calle, seguía lloviendo igual de fuerte, tanto él, como sus alas estaban totalmente empapados. Comenzó a hiperventilar y una punzada en el pecho le hizo caer de rodillas, mientras ahogaba un grito, llorando, miró al cielo y emitió un alarido que casi rasga su garganta, para finalmente caer inconsciente al suelo, mientras en su mente no dejaban de pasar imágenes de Toya sonriéndole y siendo amable con él.

Cuando despertó estaba en un hospital, no sabía como había llegado allí, pero no le importaba, realmente no le importaba nada, no le importó ver a su madre llorando a un lado de la cama, o a su padre gritándole por salir de noche sin decir nada, le daba todo igual.



Pasaron los meses, hasta que sin apenas darse cuenta, había pasado un año, y Keigo se vio a si mismo frente a una tumba en el cementerio, en el que rezaba el nombre de Toya Todoroki, la miró, en su mano llevaba una flor roja.

—Toya, sé que debía haber venido antes, pero no podía... te he traído una flor roja, como mis alas, ¿Ves? —dijo y alzó sus alas para mostrarlas a la tumba. Dejo la flor frente a la tumba y miró al cielo —Toya, voy a entrar en la U.A. y voy a convertirme en un héroe, como tu querías, voy a cumplir tu sueño... a veces pienso que no te lo mereces, porque me abandonaste y te fuiste sin una maldita despedida, pero... eras... eres mi mejor amigo... y... te quiero... Voy a hacer que te sientas orgulloso de mi allá donde estés.



Los años pasaron y cuando Keigo cumplió los veinte, tras superar la U.A. y pasar por varias agencias para ganar experiencia, se personó para hacer las prácticas para ingresar en la agencia de Endeavor, pues si quería ser como Toya, que mejor sitio que el lugar donde su padre trabajaba. En todo ese tiempo su admiración por Endeavor no había decrecido, pues cuando anunciaron la muerte de Toya en televisión, Keigo pudo ver que su padre se sentía fatal por su pérdida, y durante un tiempo, tras saberse la causa de su muerte, Keigo no quiso comer. La causa de la muerte, según habían declarado los Todoroki, fue que Toya estaba practicando y que se descontroló, quemándose completamente sin poder evitarlo. Al escuchar eso, Keigo recordó que el día después de ver a Toya por última vez, vio fuego por la tarde en lo alto de una montaña cercana a la ciudad, pero no le prestó atención, ahora sabía que ese fuego lo había provocado Toya y que el mismo Toya estaba ardiendo en ese fuego que él ignoró.

No fue difícil pasar las pruebas, y al final, cuando tuvo la entrevista final con el mismo Endeavor, el hombre lo reconoció.

—Eres tú... —dijo viendo su informe —Hawks, ¿no?

—Si, señor...

Endeavor lo miró de arriba abajo.

—¿Qué te hace pensar que queremos a un héroe que no usa fuego en mi agencia? —preguntó.

—Soy rápido, mi cometido dentro de la empresa sería de salvamento —respondió Keigo con cierto nerviosismo.

—¿Y si un villano apareciese y atacase en tu zona?

—No habría problema, aunque no soy experto en combate, se que en esta agencia, y supervisado por el número dos, seguro que conseguiré cubrir sus expectativas.

Endeavor lo miró alzando una ceja, le gustaba ese chico, parecía listo, decidido, alguien confiable y serio.

—Bien... —comentó poniéndose de pie y acercándose a él —ahora dime la verdadera razón por la que estás aquí... no creo que sea casualidad que el chico que vino a preguntar por mi hijo hace años esté ahora queriendo entrar en mi agencia,

Keigo tragó saliva.

—Señor... yo era amigo de Toya... y... trabajar con su padre sería un honor para mí, por él y por mi...

Endeavor lo contempló y le puso una mano en el hombro.

—De acuerdo, bienvenido.













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Solo queda un capítulo para finalizar esta mini historia, y aunque no suelo publicar los fines de semana, para no dejar esto con un capítulos suelto hasta el lunes, el capitulo 4 lo publicaré mañana a la hora e siempre.

Un saludo

Mr. Enxant

MALDITA DESPEDIDA (Dabihawks)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora