Capitulo 10

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Sophie estaba tarareando una canción infantil, balanceando su mano unida con la de la vampiro mayor.

Jane sonrió con resignación, viendo por el rabillo del ojo los ademanes atónitos e incrédulos de los vampiros que pasaban.

De forma sutil, debido a que todavía no sabía cómo iba a reaccionar la niña a su regalo, se aseguró de darle una pequeña descarga de dolor a quienes se atrevían a mirar por demasiado tiempo.

"¿A dónde vamos mamá?".

Una chispa se encendió en el pequeño de Jane e incinero un camino ardiente por el resto de su cuerpo, dejándola con una sensación cálida y un sentimiento eufórico, casi maniático.

Nunca se iba acostumbrar a que su princesa la llamara así.

"Ayer dormiste en una habitación de invitados". La voz de Jane era suave como el terciopelo, su entonación rica como vino recién fermentado, sus palabras burbujeando a la superficie con un ronroneo apenas contenido. "Hoy quería mostrarte las habitaciones cercanas a la mía y las reinas, para que elijas una propia".

Sophie parpadeo confundida, sus largas pestañas pálidas rozando de forma provocativa la parte superior de sus mejillas.

Al igual que sus homologos mayores Sophie poseía sus propias características seductoras para atraer a sus presas.

Parecía un ángel encarnado en el plano mortal, un dulce querubín que te susurraba secretos empalagosos en el oído y su sonrisa te derretía como chocolate líquido.

Laurent le informo a Jane que había un demonio escondido debajo, una oscuridad espesa que se colaba en las grietas de su fachada y era capaz de engullir a su víctima de un solo bocado.

Jane creía en sus palabras, dudaba que su hija sea lo que aparentaba a simple vista, pero al observarla en este momento, era difícil verla como el ser desquiciado que describía Laurent con orgullo.

"¿No voy a quedarme contigo mamá?".

Eso detuvo a Jane en seco, causando que Sophie dejara de caminar para detenerse a su lado.

Está vez fue Jane quien olvidó momentáneamente la inhumanidad que gozaba desde hace milenios y se entregó a la necesidad humana de parpadear.

"¿Quieres quedarte conmigo?".

Sophie le dió una sonrisa angelical, provocando que Jane presionará su mano libre sobre su pecho, sorprendida por la sensación fantasmal de un latido en el órgano marchito.

"¡Por supuesto que sí! Quiero quedarme contigo mama".

De ser posible las mejillas de Jean dolerían por la tensión, sus músculos faciales no acostumbrados a estirarse de esa manera por un periodo de tiempo tan prolongado.

En escasos dos días, Sophie la había hecho sonreír más de lo que lo había hecho en el último siglo.

"Entonces se hará como tu prefieras princesa".

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Sophie observo con asombro el espacio. La habitación era espaciosa y bien ventilada. En su centro había una gran cama victoriana de dos plazas, cuatro postes de madera se ubicaron en sus esquinas y se unían en una superficie mediante barras laterales. Un dosel blanco transparente estaba abierto revelando almohadas de pluma beige y sábanas crema. En la pared enfrente de la cama estaba situado un robusto escritorio de roble con dos sillas artesanales, contra la pared derecha se exhibía un enorme armario cerrado y contra la pared izquierda había una serie de instrumentos de cuerdas que incluían un violonchelo, un violín y una guitarra criolla, entre otros. El resto del espacio estaba conformado por estantes repletos a más no poder de libros en distintos estados de conservación y de diversas épocas.

El Destino nos une, pero nosotros tomamos la elección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora