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Los rayos de sol iluminaban aquel edificio donde las personas podían seguir teniendo una oportunidad de vivir, su luz traspasaba los cristales de el lugar mientras se escuchas el bullicio y ajetreo de las personas que ahi trabajaban, un hombre de cabellos azules salía por la puerta automática de el hospital a paso lento entre el frío de el exterior, protegido por su saco y bufanda paro un momento, soltando un suspiro y humo salía de su boca. Saco su celular de uno de los bolsillos se sacó y marco un número, se puso el aparato en su oído derecho mientras acomodaba su bufanda roja con su mano izquierda donde sostenía unos papeles
Camino de nuevo esperando a que la persona respondiera su llamada, llegando hasta la parada de autobús y observándola un momento.

<<Lo siento, el móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura, por favor inténtelo más tarde>>

Escucho responder a la voz robótica de su dispositivo. Suspiro.

–Aun no responde...– Dijo a la nada, tomando con ambas manos aquellos papeles, leyéndolos.

Soltó un respingo y los arrugó hará volverlos una bola de papel, la tiro a un lado y observó el autobús rojo en el cual ya había subido miles de veces, dejando que aquel pedazo de basura lo cubriera la nieve que empezaba a caer con tranquilidad.
Al estar dentro de el transporte las puertas se cerraron detrás de él, saco un billete con el cual pago su tarifa y camino con cuidado de no caer cuando el vehículo comenzó su marcha, se sentó en uno de los lugares, observó de nuevo su celular y lo prendió, de nuevo marco aquel número, mientras esperaba observó como los árboles cubiertos por la capa de nieve eran tan majestuosos de ver, pensando hasta que...

Hola– respondió una voz masculina gruesa y profunda.

Apretó los labios, buscando las palabras para hablar.

–Hoy, está nevando– respondió con voz temblorosa mirando al frente, mientras unas lágrimas caían de sus ojos. –A llegado el invierno...

Mientras tanto el hombre que al que había llamado, estaba acostado en una cama matrimonial, con la sábana desatendidas y con un hombre de cabello castaño claro acostado a un lado de él. El de cabellos azules lo hizo que guardara silencio alejando el dispositivo un poco para volverlo a colocar en su oído.

¿Necesitas algo?, ahora mismo me pillas trabajando– Se excuso con descaro desde el otro lado d la línea.

–¿Volverás para cenar? Has estado fuera mucho tiempo– Respondió con tristeza intentando que su voz no se quebrara, odiaba ponerse así en público pero quería saber.

¿Ocurre algo?– Preguntó de nuevo el hombre al otro lado de la línea sin ningún atisbo de amabilidad.

–...– Observó como su mano libre temblaba un poco. –¿Llegarás tarde? Podríamos hacer Hummus para este día de nieve. Los prepararé para tí.– Dijo con algo de esperanza, no queriendo que las lágrimas volvieran a salir.

En serio no puedo.– Se escucho responder con impaciencia –Además, no tienes que preocuparte le diré a Hasgard que te lleve unas cuántas... Tengo que colgar, estoy ocupado.– Y con esto dicho cortó la llamada.

Debía mantenerse firme pero siempre que se trataba de él no podía, él había visto toda sus facetas y viceversa pero ahora que podía hacer. Sintió por fin como las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas y silenciosos sollozos querían escapar de sus labios. Las lágrimas cayeron hacia su mano izquierda donde en el dedo había un anillo de plata, tomo su bufanda y con esta intento secar el líquido que salía de sus ojos, sintiendo impotencia y tristeza, aferrando su celular con ambas manos.



★★★





El timbre de aquel departamento suena con el sonido de u campana, el de cabellos azules va y abre la puerta, encontrándose a un hombre de dos metros de altura, cuerpo dormido, albino, con uniceja gris y ojos verdes, con una sonrisa en sus labios le entrega una bolsita de plástico blanca, la toma.

–Kardia, aquí tienes tu Hummus.– Dijo con cordialidad y amabilidad, algo muy característico en este hombre.

–En un futuro solo concéntrate en hacer tu trabajo– respondió con su tono firme pero amable el escorpión con una sonrisa. –Y no permitas que Aspros te presione para que me hagas encargos.

–Es mi deber como asistente.– Responde con una sonrisa –Además tengo que justificar en sueldo tan alto que me pagan. Kardia, ¿Necesitas alguna otra cosa?

–Regresa, debes estar ocupado– responde negando con la cabeza.

–Entonces, volveré al trabajó– Dijo a modo de despedida.

–Esta bien. Ve con cuidado– Se despidió Kardia, levantado la mano moviéndola de un lado a otro.

Cerro la puerta suavemente y se dirigió al comedor, donde puso la bolsa y saco aquella crema de color amarillento, saco también unas cuantas galletas junto con algo de pan.
Observó la comida en silenció, soltando un suspiro en aquel silencioso lugar, los recuerdos de los momentos felices no tardaron en hacerse presente.



★†★

Aspros, ¿Por qué estás poniendo tantos dulces y monedas al Hummus?– preguntaba un Kardia adolescente, observando con curiosidad los movimientos de su acompañante. Este lo volteo a ver y sonriendo respondió.

Casi siempre te toca comer el Hummus de la suerte.– respondió el joven Aspros con una sonrisa en el rostro –Si agarro muy poco no me tocará la parte buena.

Una dulce sonrisa de los labios de Kardia al ver la inocencia de su joven pareja y amigo.
Estando ambos en casa, Kardia se dirigió a la cocina para preparar el mejor Hummus para Aspros, quería verlo feliz, le encantaba su sonrisa.

–¡Ya está el Hummus!– dijo con felicidad, dejando un plato de aquella crema para cada uno en la mesa. –Ey!, este plato es mío, no lo toques.– Había dicho alejando su plato de Hummus.

No iba a hacerlo– Se defendió siguiendo el juego a Kardia –Además, ¿Por qué haces eso de repente?

Pregunta Aspros, tomando una galleta y llenándola de esa crema amarilla, se la lleva a los labios, al sentir aquello en su paladar suelta un gemido gustoso y exclama con felicidad.

Me tocó un Hummus de la suerte– Habia dicho entre risas Aspros mientras que él lo observaba con una sonrisa, riendo junto a él...



★†★




Regreso a su doloroso presente, entrecerrando los ojos con tristeza, queriendo retroceder el tiempo y regresar a aquel mundo feliz donde su ahora esposo no se la pasaba todo el tiempo fuera, sabía que Aspros lo hacía para mantener una vida con lujos pero...
Sonrió con melancolía, sabiendo que no podría regresar a aquellos bellos recuerdos, paso su mano derecha hacia donde estaba su corazón.

"No me extraña que me diera esta enfermedad." Pensó para sus adentros, volviendo su mano un puño y arrugando su camisa azul de manga larga que traía puesta.


"¿Acaso no te ofrecí mi suerte desde un principio?..."





















Continuará...

Los 10 años en que más te ameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora