Stay

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Ya hace menos de un mes que trabajo con los padres de Lisa en el restaurante, son las mejores personas del mundo. Él chef era una persona seria pero de buen corazón.

A pesar de lo poco que me conoce ellos pusieron toda su confianza en mi, en ese local se maneja mucha plata, ya que no solo se encargaban del restaurante sino que también vendían sus comidas en empresas muy reconocidas, también vendían sus productos en el extranjero.

Era la única que sabía la clave de la caja fuerte, ni siquiera su hija Lisa lo sabía. Ella había dejado de ir al lugar, ella comenzó a entrenar mas el boxeo y baile.

Mi distracción ahora era el trabajo con ellos, mis padres no sabían que yo trabajaba. Los custodios lo sabían pero yo les pedí que por favor no dijeran nada, no quería que mis padres se enteren ya que ellos estafaron a los padres de Lisa.

Me había hecho amiga de Jack era muy caballero para conmigo, en las horas de descanso siempre nos sentabamos afuera. Hablamos de todo, me mostraba los dibujos que hacía cada vez que estaba en su casa. Eran hermosos sus bocetos.

Con el dinero que gane repartiendo folletos compre bandejas descartables, unos días antes le pregunté al chef si me podía regalar la comida que no se servía.

—¡Disculpe Chef! — habló Jisoo entrando en la cocina donde él estaba siempre.

—¿Si? — preguntó.

—Quería preguntarle si usted me podía regalar la comida que no se sirve. ¡Claro! ¡Si se puede! — dijo mientras jugaba con sus dedos por los nervios.

—¿No tienes para comer? — la miró levantando las cejas.

—Si, pero solo quería llevarle algunas cosas a la gente que no tienen para comer — dijo.

—Ohh, claro —sonrió — Así se aprovecharía la comida, ya que se tira porque no se sirve al día siguiente.

—Eso quiere decir que ¿Si me lo da? — dijo contenta.

—Si, le diré a mi ayudante que te lo prepare para que te lo lleves — se dio vuelta y siguió acomodando sus cuchillos.

—Gracias señor, le agradezco — hizo una reverencia para luego irse a su puesto de trabajo.

[...]

Eran las dos de la mañana, estaba un poco fresco la noche. Yo iba caminando a dirección a la plaza, donde se quedaban las personas que no tenían hogar.

Me fui acercando a las familias y les repartí la vianda. Me hacía feliz ayudar a la gente que menos tiene.

Ellos agradecidos me invitaron a que me quedé a compartir con ellos, en eso una anciana se me acerca.

—¡Sabía que un ángel vendría aquí! — tomó el rostro de la menor con sus manos.

—¡No soy un ángel! ¡Sólo ayudo a los que necesitan! — le respondió arrugando su nariz.

—Lo sos, de acá puedo notar lo valioso que es tu corazón. Aún que sea ciega lo puedo presentir — respondió, esta vez apoyando unas de sus manos en el pecho de la menor.

Quedé en absoluto silencio, no tenía palabras para decirle a aquella anciana. En esos minutos que tuve ella rezo por mi, junto a su familia de calle.

También me comentó de los astros y la energía del universo; que cada vez que mis fuerzas esten por el suelo que lo mejor que se puede hacer es pedirle al universo.

Lo que me dijo fue algo nuevo para mi, me hizo ver las cosas de otra manera. Quizá funcione cuando lo necesite.

Luego de eso me fui a casa, esta vez le pedí a Mina y Félix que me llevarán, cuando llegué no había nadie.