27. Apasionado

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Después de años preparándose en otro país para finalmente vencer a su rival predestinado, Hinata quería su revancha en más de un sentido

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Después de años preparándose en otro país para finalmente vencer a su rival predestinado, Hinata quería su revancha en más de un sentido. Después de hacerle morder el polvo en la cancha, tocaba resolver el otro asunto pendiente. En los vestidores, estaba dispuesto a conseguir un beso verdaderamente bueno. Ya tenía veintidós putos años y no era posible que apenas hubiera besado una cantidad de veces contadas con los dedos de una mano (y le sobraban dedos) y que encima el culpable del hecho estuviera tan tranquilo exhibiendo su marcado abdomen mientras se cambiaba de ropa.

Lo conocía bien. Sabía que luego de los partidos le gustaba quedarse repasando las jugadas en su mente y terminar de cambiarse a solas. Por eso era el momento perfecto para acorralarlo.

—No vas a huir de mí, Kageyama-kun. —En la puerta, impidiendo la salida.

Kageyama volteó, pero primero lo ignoró para terminar de ponerse la camiseta.

—¿Por qué entras al vestidor de un equipo ajeno? ¿Qué eres, un acosador? —le dijo mirándolo con agobio.

—Me hiciste esperar demasiado. —Pero a Hinata no le importaba nada. Estaba decidido que no saldría de allí sin recibir uno o unos cuantos besos intensos con ese tipo.

—Te dije que yo no espero a nadie.

—Calladito te ves más bonito, Bakayama-kun —respondió antes de hacer un intento de kabedon contra los casilleros, pero el maldito Kageyama era demasiado alto y lo hacía ver un poco ridículo.

—Aquí no —advirtió el armador, aunque no se movió.

—Aquí sí —insistió Hinata en su modo travieso activado y procedió a rodearlo por la cintura para pegar sus cuerpos. Se puso de puntillas y extendió una mano para tirar de la nuca de Kageyama y poder alcanzar su boca.

Se habían besado antes. Cuando volvió de Brasil y se quedaron hablando toda la noche entre los columpios, el tobogán y cualquier juego del parque más cercano que encontraron. Ponerse al día duró la primera hora y media, pero enseguida la conversación se desvió para cualquier otra ocurrencia boba del momento hasta el punto de mutar a la absurdez como "¿sabías que la naranja..." pausa para el suspenso, "¿...es naranja?" y "Hinata idiota, estás borracho de sueño, ya vámonos".

Pero no. No se fueron.

Fue dentro de una casita de madera con piso de cemento, demasiado estrecha y demasiado baja para dos hombres adultos con cuerpos de deportistas. Pero, aunque se le terminara acalambrando el cuello por mantenerse encorvado y las piernas se le durmieran, para Hinata se terminaría convirtiendo en el sitio perfecto luego de lo que ocurriría a continuación.

Un simple beso, sin contexto previo, sin avisos y sin una gota de toda la ansiedad que había acumulado en esos años sin verse. Lo habían besado con la guardia baja. Fueron tal vez cinco o seis segundos. Sólo contacto, primero roce, luego una presión mayor y cuando quiso aventurarse a dejar fluir toda la emoción que sentía, Kageyama se alejó.

Por uno más | Kisspril [KageHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora