27 - Renuncia.

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Decir que no pude dormir esa noche sería poco. Apenas pude siquiera tumbarme.

Todas las superficies parecían tener su forma y eso que ella nunca había estado en mi casa.

El mero hecho de que hubiéramos hablado de ello y que hubiera planeado que ella viniera a mi casa la primera noche nada más volver, hacía que su fantasma pareciera estar allí permanentemente.

La llamé y no me cogió el teléfono.

Cierto que eran las tres de la mañana, pero yo sabía que ella tampoco estaba durmiendo.

No veía el momento de que llegara el día siguiente.

Entré a las seis, antes de que ella llegara.

Nos traje café a las dos y actualicé mi agenda para ahorrarle un poco de tiempo que pudiera utilizar para ponerse al día después de haber estado fuera por todo ese tiempo... o para pasar más tiempo con ella.

Envié por correo el contrato a Lee diciéndole que la versión que vio en San Diego era la versión final y que lo que Eunha le dijo era lo que valía.

Le di dos días para devolverlos firmados.

Y después me puse a esperar.

A las ocho mi madre entró en el despacho junto a Yerin.

Mi madre fruncía el ceño a menudo, pero muy pocas veces cuando me miraba a mí. Y Yerin nunca parecía molesta.

Pero ahora mismo las dos parecían tener ganas de asesinarme.

—¿Qué has hecho? —mi madre dejó caer una hoja de papel sobre mi mesa.

La sangre se me heló en las venas.

—¿Qué es eso?

—Es la carta de renuncia de Eunha. Me la ha mandado a través de Yuju esta mañana.

Pasó un minuto entero antes de que pudiera hablar.

En ese tiempo lo único que se oyó fue la voz de mi hermana enojada.

—Sowon, ¿qué ha pasado?

—La he fastidiado —dije finalmente apretándome las manos contra los ojos.

Mi madre se sentó frente a mí con la cara seria.

Dios, ¿cómo he dejado que pase esto?

—Dime que ha ocurrido —mi madre habló en voz muy baja.

Me aflojé la corbata porque me estaba agobiando por la presión que sentía en el pecho.

Eunha me ha dejado.

—Estamos juntas... o estábamos...

—¡Lo sabía! —Yerin gritó con las manos arriba en puños.

—¡¿Que ustedes... qué?! —el grito de mi madre debió escucharse hasta la Antártica.

—No lo estábamos hasta San Diego. —les aclaré rápidamente— Antes de San Diego solo estábamos...

—¿Teniendo relaciones? —intentó ayudarme graciosamente Yerin y recibió una mirada reprobatoria de mi madre.

—Sí. Solo estábamos... —una punzada de dolor me atravesó el pecho— y como ambas saben, yo soy una imbécil. Pero ella me plantaba cara de todas formas. —les aseguré— Y en San Diego se convirtió en algo más... —estiré la mano para coger la carta, pero la aparté— ¿De verdad ha renunciado?

Mi madre asintió con su expresión indescifrable.

Ese había sido su súper poder durante toda mi vida: en los momentos en los que más sentía, mostraba lo mínimo.

A hateful girl │Wonha [GP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora