Comienza a preocuparte.

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29 de diciembre, 10:35 A.M

Era de mañana, me levanté de golpe gracias a mi pesadilla.

Había vuelto a soñar con la historia de mi familia, ya viví lo que pude vivir feliz.

-Parece que hoy será un buen día.
-apareció Taehyung de la nada bajando las escaleras.

Con su típica pijama de seda y sus tres botones desabrochados.

-Al fin te dignas a despertar, ten.
-alejó el plato de comida hacía un costado de el.

-Ah, ¿Me hiciste de desayunar? Que lindo eres, hermanito. -dijo acercándose para abrazarme.

-¿¡Qué haces!? -lo alejó de golpe dándole un fuerte golpe en su hombro.

-¡Oye, perdón! No quería... -dijo retrocediendo.

-Solo siéntate y traga. -dijo sin mirarlo.

El chico se limitó a sentarse y observar la comida frente a él.

-¿Ya compraste mi regalo de cumpleaños? -llevó una cuchara de comida a su boca.

Es cierto, mañana es el cumpleaños de Taehyung. Lo había olvidado por completo.

-Jungkook... Te estoy preguntando.

-Eh, luego saldremos si quieres.
-se levantó y empezó a ponerse su chaqueta.

-Ey, ¿A dónde vas? -dijo levantándose de golpe y me miró.

-Tengo que ir a una junta con los estúpidos que eran amigos de Jae-sang. -se levantó y tomó sus llaves a punto de irse.

-Pero parece que el clima empeorará... ¿Por qué mejor no te quedas? -dijo Taehyung de manera muy sincera con un tono de preocupación.

Me detuve unos segundos a observarlo y analizar lo que estaba diciendo.

¿Se estaba preocupando?

-No puedo faltar.
-dijo saliendo de su trance.

-¿Podría... Ir contigo? -dijo riendo un poco.

-No, Taehyung, no puedes-se volteó y comenzó a alejarse-. Ah, tus pastillas están en el tercer cajón de mi armario.

-Calro, ve con cuidado. -se despidió quedándose quieto.

Pasaban las horas, quería llegar a casa.

No prestaba atención a lo que decían, era importante, lo sé.

-Hagamos algo... Te cambio al chico por el dinero. -resonó la voz de un hombre.

Gu-Won, líder de una banda de criminales. Cargado en billetes y multas.

-Supongo que es un sí... Veo que no te importa, Jeon. -se recostó de su asiento cruzando los brazos y piernas.

Salí de mis pensamientos al oír algo sobre un chico.

-¿Qué? No. Nunca respondí. ¿Podrías repetir? Si no se te cae la lengua, claro. -lo miró con confianza.

-¿Ahora me tuteas? Veo que no le perdiste nada a tu padre. -dijo riendo.

-Déjate de estupideces y dime qué es lo que quieres. -comenzó a ponerse su chaqueta para irse.

-Dame a ese chico que tienes en tu casa, y te devolveré el dinero que robé. -sonrió ladino.

-¿Perdiste la cabeza?-paró enseguida-. No te lo daré. No es un objeto como para que lo cambies.

-Es un enfermo mental, no me digas que lo quieres. -rió de manera de que lo escucharan todos.

La Felicidad Si DuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora