¿Eres así o...

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¿Por qué fuí así?
No debí ser amable. No es necesario ser amable con los demás. No es necesario que me preocupe por alguien, menos por Taehyung.

Taehyung era un enfermo mental, no entendía ese sentimiento.

Cálmate, Jungkook.

Sus manos temblaban, no podía mantener las manos quietas en el manubrio.

—¿Qué sucede? —sus palabras quedaron en el aire.

Ya no solo sus manos temblaban, sus piernas también lo hacían.

Por primera vez, tenía miedo de lo que podía pasar.

Así había empezado Tae con su enfermedad.

Se dió cuenta cuando cumplió 6 años, se le diagnóstico esquizofrenia tipo 1, o sea esquizofrenia paranoide desde los 5. Lo llevó al médico ya que empezó a tener la idea obsesiva de matar a nuestro padre. Aunque ya había muerto.
También empezó a oír voces tarareando.

No mostraba comportamiento extraño pero era raro.
Y efectivamente, padecía de esquizofrenia. Lo que lo causó fue por problemas en el embarazo y nacimiento, como malnutrición y exposición a toxinas dañinas para el cerebro. También su madre y nuestro padre eran drogadictos.

Agradezco haber nacido bien.

Solía temblar en las noches, dormía bien, pero temblaba.

Si, lo sé, Tae dormía conmigo en su niñez.

Le tenía miedo a la oscuridad, y a las voces que oía.

Decía que con el estaba seguro, que lo protegería, que el espantaba a las voces, que era su superhéroe.

Nos gustaba dormir abrazados, era...

Perfecto.

¿Qué? Espera, no.

No puedo pensar así.

La felicidad no dura, Jungkook. Si te encariñas Taehyung se irá y no durará. Para ya.

Aceleraba cada vez más el auto, por poco y atropellaba a alguien.

Lo sacó de sus pensamientos las sirenas de una patrulla.

El auto frenó junto al suyo. El oficial se acercó y observó con detalles el auto.

—Oiga, jóven. Iba demasiado rápido, necesito sus papeles.

Soltó un gran suspiro. Abrió la gaveta del asiento del copiloto, sacó sus papeles e identificación.

El hombre al ver la identificación se quedó extremadamente quieto con una cara de asombro.

—¿Usted es Jeon Jungkook?
—levantó su cabeza.

—Sí, lo soy, señor.
—dijo serio.

—Claro, tenga un buen día.
—el hombre extendió de vuelta los papeles.

Era extraño que cambiara de opinión tan repentinamente.

El hombre parecía insistir en que tomara el papel de vuelta, lo cual se dificultó por la rareza del momento.

Volteó hacia el frente de nuevo y tomó los papeles sin mucho interés. El hombre desconocido se alejó dejando una reverencia.

—¿Qué fue eso?


Llegó a su casa y vió a los guardias parados en frente de la misma.

—Parece que no se enteran de lo nuevo. —dijo serio parándose enfrente de uno de ellos.

La Felicidad Si DuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora