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Todo inició cuando mi mamá decidió que esta familia era lo suficientemente pobre, miserable y desdichada para sus estándares, y terminó dejando a mi papá.

Los primeros meses, mi papá y mi hermana Eun-ji no dejaban de llorar, y preguntar cuándo volvería. Así fue como no me quedó de otra más que abandonar los estudios, y ponerme a trabajar en el local de teokkbokki de la familia, de lo contrario no sobreviviríamos.

La verdad es que mi mamá no estaba tan errada: somos pobres, y pese a trabajar duro, nuestro futuro no es muy prometedor. Si no me hacía cargo yo de las cosas, definitivamente no íbamos a tener para comer, y pagar la renta. Si Servicios Familiares se enteraba papá no nos atendía, lo más seguro es que mi hermana y yo terminásemos en algún orfanato. Así que, durante aquellos meses, tuve que fingir que todo marchaba bien y pese a lo ocurrido, éramos una familia funcional. Aquello significaba asegurarme Eun-ji no faltase a la escuela, tuviese comida, ropa limpia, y más que nada, hacerme cargo del local de teokkbokki: aprender a comprar los ingredientes, prepararlos, cocinar, servir y cobrar a los clientes. Pasar las noches en vela limpiando y desinfectando todas las superficies y utensilios para que no nos clausurara Salubridad, y volver a repetir el proceso día con día.

Después de seis meses, la cosa se calmó un poco. Yo dejé de odiar a mi madre, mi hermana de extrañarla, y mi padre de necesitarla, y admitiendo no podría hacerse cargo él solo del local (y que había hecho yo un muy buen trabajo al mantenerlo a flote), mi padre me permitió no regresar a la escuela, y quedarme allí, ayudándolo a manejarlo.

No me quejo. La verdad es que la escuela nunca me ha gustado mucho. No es que fuese malo en los estudios, pero de un modo u otro siempre supe terminar sentado en un cubículo con un empleo de 8 a 6 no era lo que me deparaba el destino. Al final resultó que yo tenía razón.

Eun-ji también se ofreció a ayudar. Dijo que podía ser la mesera. Mi papá y yo nos negamos en rotundo. No necesitamos decirlo, pero ambos lo sabemos: si hay alguien que tenga futuro en esta familia, un futuro de verdad con un empleo de verdad y un sueldo de verdad, con una carrera de verdad, es ella. Así que básicamente nosotros dos trabajamos en el local de teokkbokki, para asegurarnos de que ella no deje los estudios, y pueda aspirar a tener una mejor vida que la que nosotros dos le podemos ofrecer.

Así que aquí estoy esta tarde, como la anterior y la anterior, desde hace dos años, separando rice cakes y echándolos al bowl.

-Ya llegué –dice Eun-ji, con lo que mi padre y yo saludamos de vuelta, aunque sin descuidar lo que estamos haciendo.

El local no está muy lleno, así que aprovechamos la tarde está tranquila, para preparar todo lo necesario para la segunda oleada de clientes que llegarán, como cada día, alrededor de las seis. Eun-ji cruza el local y entra al área de cocina, donde estoy demasiado ocupado separando aquellas montañas de rice cakes, que apenas la veo por el rabillo del ojo.

Lleva el uniforme de la secundaria. Falda tableada color negro, camisa de manga corta blanca, y la mochila en la espalda.

-Bueno, ya está –dice al tiempo que se quita la mochila y la deja en el piso. Extiende el brazo frente a mí, y agita suavemente una carpeta a escasos centímetros de mi cara-. Graduada con honores.

-¿¡Has dicho con honores!? –el alegre grito de mi padre hace que yo no pueda evitar sonreír. Lo escucho dejar lo que está haciendo, y correr hacia donde estamos nosotros-. ¡Mi niña, toda una prodigio!

La abraza, la hace girar, y la vuelve a bajar, con lo que se apura a regresar a hacer lo que estaba haciendo, porque las verduras no se van a picar solas, aunque la sonrisa no se le borra del rostro.

Yo Caí Primero [Él cayó más fuerte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora