세 : tercer mes

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Un quejido proveniente de su pareja hizo que la australiana volteara y mirara a Haerin con preocupación

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Un quejido proveniente de su pareja hizo que la australiana volteara y mirara a Haerin con preocupación. La chica se encontraba con la mano en el vientre mientras en su lindo rostro había una mueca de dolor.

Kang miró a su alfa con súplica, y como siempre, un pinchazo en el vientre le hizo detenerse en el lugar.

Las personas a su alrededor miraban curiosos gracias al olor ligeramente más dulce de la omega, eso y la belleza de la pelinegra.

Sin embargo, todos dejaron de mirar apenas notaron que el delicioso olor a manzana se encontraba mezclado con un fuerte, pero rico olor a miel y canela.

Danielle no sabía qué hacer para calmar el dolor de su bebé, por lo que solo pudo envolverla en sus feromonas y ayudarle a acariciar su pancita.

Haerin intentó alejar la mano de su pareja de la zona, pero ya era muy tarde; la alfa frunció el ceño al notar algo extraño.

El vientre de su Hae se encontraba un poco más grande.

Danielle miró a la omega con duda, mas esta solo observó al suelo con un gran sonrojo en las mejillas. De nada había servido ponerse esa holgada camisa si igualmente Danielle se iba a dar cuenta de que subió de peso.

Lo había notado hace una semana, su vientre al igual que su pancita habían crecido un poco, no estaba particularmente gorda pero sí que estaba un poco más rellenita.

Hae hizo un puchero al pensar en eso.

De todas formas, se armó de valor y levantó la mirada hacia Danielle, que todavía seguía acariciando su pancita abultada.

—Te ves más bonita con una linda pancita —dijo la alfa, sacándole una sonrisa.

Haerin se sintió feliz al ver que a su pareja no le importaba. En realidad, sabía que a su Dani nunca le importaría su apariencia, pero el miedo era inconsciente.

Marsh, al ver a su bebé más calmada, sonrió ampliamente, tomó la mano de su omega y ambas siguieron recorriendo el centro comercial con una sonrisa en el rostro.

Marsh, al ver a su bebé más calmada, sonrió ampliamente, tomó la mano de su omega y ambas siguieron recorriendo el centro comercial con una sonrisa en el rostro

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Danielle volvió a suspirar en cuanto sintió el tirón en su mano y miró a su lobita, que la miraba con ruego mientras la tentaba con sus dulces feromonas.

—Bebé, pero si recién te compré torta de melocotón, también compré helado de vainilla hace media hora, te dolerá el estómago.

La de ojos gatunos hizo un adorable puchero.

—Pero quiero comerlo —Haerin apuntó con su dedo hacia una tienda que decía en un letrero Mr. Donus.

Dani suspiró, aunque aun así no pudo negarse a su lobita.

Ambas fueron hacia la tienda y pidieron dos donas de fresas, luego siguieron caminando mientras comían, pero a mitad de camino la dona de la omega se acabó. Haerin miró a su alfa con ojos brillantes y un puchero en los labios.

Danielle suspiró y le entregó lo que quedaba de su dona, y pronto la coreana comenzó a comerla, sus mejillas estaban llenitas al igual que un lindo hámster. Aquel gesto hizo sonreír a la mayor, que le acarició el cabello de su bebé.

Definitivamente amaba a Haerin, esté llenita o no, la adoraba con todo su corazón.

Un amargo olor a manzana llegó a su nariz desde los probadores para omegas, Danielle se levantó con preocupación y fue hacia el probador

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Un amargo olor a manzana llegó a su nariz desde los probadores para omegas, Danielle se levantó con preocupación y fue hacia el probador. Se resistió a abrir ella misma y preguntó desde el exterior.

—Hae, ¿está todo bien ahí dentro? —al no escuchar respuesta, volvió a preguntar—: ¿Bebé?

—No me queda el pantalón... —la cabeza de la omega se pudo ver después que la sacara por la gruesa cortina, con un sonrojo instalado en sus mejillas.

Haerin estaba avergonzada y frustrada, habían ido a dos tiendas pero no le quedaba ningún pantalón, se sentía un poco mal.

—No te preocupes, bebé —le restó importancia al asunto. Solo llamó a la empleada y le pidió un pantalón del mismo modelo pero una talla más grande.

—¿Y si este tampoco me queda? —cuestionó y Danielle solo sonrió tranquilizadoramente mientras intentaba calmarla con sus feromonas.

—Pedimos otra talla o vamos a otra tienda, no hay problema con eso, lobita. Pienso que igual te ves muy linda con tu pancita.

Aquella afirmación calmó mucho a Haerin.

Se estaba sintiendo estresada con sus malestares, lo del pantalón y la inexplicable necesidad de estar comiendo algo cada cinco segundos la tenían al borde de la desesperación.

Sin embargo, su alfa siempre lograba calmarla.

Con una sonrisa volvió a meterse al probador, el pantalón le quedaba un poco apretado, pero no importaba, su alfa la amaba así.

Tal vez no estaba mal pedir un helado al salir de la tienda de ropa.

Tal vez no estaba mal pedir un helado al salir de la tienda de ropa

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