Colocar la hamaca resultó ser una tarea bastante sencilla, aunque su cuerpo dolía como el infierno después de lo pasado el día anterior. El chico, Poug, que había dicho que merecía ser castigada, no parecía muy satisfecho con su sentencia, porque cuando pasó por donde ella, la miró con tanto asco que Marie pensó que se debía de ver horrible, hasta que cayó en cuenta que era él. No sabía si había hecho algo contra él, sin quererlo realmente, pero tampoco tenía muchas ganas de ir a preguntar con esas miradas tan poco discretas que el chico parecía enviarla, llenas de cuchillos que parecía querer que se clavasen en su nuca.
Convencida de que debía hacer lo máximo posible hasta ser inservible cerrada en los agujeros durante tres días como castigo, se encaminó hacia la Casa de los Constructores, llamando su atención cuando llegó allí de forma tímida y silenciosa, ellos parecían estar bastante preocupados.
- ¿Verducha? - uno de los chicos preguntó levantando la mirada de una de las tablas que cortaba con concentración, ahora perdida - ¡Continúen! - les gritó a los demás, señalándola a ella el campo, donde se separaron levemente para poder oírse - Soy Rick - ambos estrecharon sus manos -, estoy tomando el puesto de Gally por el momento, así que estuve en tu Asamblea. Siento que Poug fuera tan idiota.
- No te preocupes, es normal que dudase, podría haber mentido - sonrió ella con tranquilidad, recordando que él había sido uno de los que dudaba bastante a la hora de si debía ser castigada y votó que fuera corredora.
- Te vi en las pruebas, lo hiciste muy bien - él le dio una palmada en el brazo mientras se arrimaban un poco a una sombra, porque el sol les estaba dando de lleno.
- Gracias - rio levemente mirando hacia la Casa -. He venido a ver si podía ayudar con algo, quería al menos intentar colaborar.
- ¿Alby te dijo que vinieras? - cuestionó el confundido de que ella quisiera trabajar, apenas parecía poder andar con normalidad por las agujetas que debía de tener, pero ella negó mirándolo con sus ojos oscuros llenos de sinceridad - Eh... Bueno, puedes ayudarme a montar las tablas de tu ducha, ¿Qué te parece eso? - preguntó después de unos segundos pensando en qué podían hacer.
- Claro, si veo que no puedo hacer algo te aviso - el chico asintió y la indicó que le ayudase a cargar unas diez tablas hasta el lugar.
El trabajo fue duro y Marie fue obligada a descansar varias veces por Rick. El chico realmente se estaba preocupando por ella, no podía entender cómo es que no puede parar quieta, aunque esté sufriendo y a punto de llorar. El chico la veía frustrarse consigo misma al no poder hacer algo y, aunque ella no le dijera nada, él la ayudó sin comentarlo y hablando de cosas banales, como la comida de Fritanga o historias sobre El Claro.
Aquello último sirvió de bastante a la joven, puesto que saber cosas sobre las personas en el lugar en el que residiría por tiempo indefinido era interesante y probablemente le ayudaría a integrarse un poco más con los otros chicos. Marie de verdad no había tenido mucho tiempo para pensar, pero los próximos tres días tendría de sobra para hacerlo y eso le asustaba más de lo que quería admitir. Sabe que se lo merece, al parecer se considera una persona bastante justa y no le gustaría saltarse un castigo que varios habían sufrido, según Rick, al intentar salir o agredir a los chicos en su primer día.
Para su desgracia, el día terminó y Alby fue quien los visitó mientras el sol parecía ponerse y la oscuridad comenzaba a ganar terreno en aquel humilde lugar.
- Verducha - la llamó.
Marie y Rick, que hablaban amenamente a la sombra de la Casa de la Construcción mientras cortaban tablas para algo que Rick quería hacer, giraron su mirada hacia Alby. El resto de los chicos de la construcción levantaron la mirada de los quehaceres también y los observaron en silencio. La mujer, sentenciada a tres días y noches en el calabozo, simplemente asintió en silencio y dejó las cosas sobre la mesa de trabajo que había por allí.
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EL CORREDOR DEL LABERINTO
FanfictionLa misma historia de siempre (mezclada la película con el libro). Un ascensor, un horrible sonido de alarma y, de repente, mucha luz. No recordar nada, no recordar tu nombre. Muchos hombres a tu alrededor. Esta es la historia de Marie, una en la qu...