Después del temblor

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La vida, no sigue guiones preestablecidos. Muchas veces nos sorprende con movimientos que parecen improvisados por la brusquedad con la que suceden.
Son cambios que están hechos para poner a prueba la estabilidad de la estructura donde estamos asentados.

Así como un temblor no es un cambio de la noche al día, sino la liberación de energía acumulada por largo tiempo; los terremotos emocionales son el resultado de impactos profundos que tuvieron una razón para ver la luz.

Lo miro sin saber qué hacer para aliviar su conflicto. Quiero abrazarlo; pero tengo miedo de romperlo con la fuerza de mis sentimientos. Sé que necesita espacio; sin embargo me muero por tener contacto con él.

Después del temblor veo cómo se reconstruye, cómo recoge las piezas que quedaron sueltas y cómo se re acomoda en un sitio que se siente ajeno.
—¿Cómo estás, Amor? —pregunto pasando mis dedos por su espalda de la forma en que sé que le relaja.
—Bien —responde en un tono que no logra convencerme.
—Sabes que puedes decirme que no estás bien, ¿verdad?
—Lo sé. —Sonríe con ternura—. Ahora mismo me siento bien porque estamos juntos.
—¿Y después?
Da un largo suspiro: —Estoy viviendo el presente, me voy a ocupar de lo que venga, cuando venga.
—Amo ser tu presente —lo beso y sus ojos brillan más que antes, porque sabe que si no nos derrumbamos es porque estamos hechos para estar juntos, también en esta vida.

EN ESTA VIDA Y EN TODAS LAS QUE HAGAN FALTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora