-¡Sant...tiago...! Ugh... A-así... -Gemía ella al compás de mis embestidas., pero mi nombre saliendo de sus labios me causaba rechazo, sus gemidos asco y su cuerpo voluptuoso repulsión.¿Cuántos nombres? ¿Con cuántos hombres? ¿En cuántas camas? ¿Cuántas veces? ¿Cuántas manos? ¿Cuántas habían sido? El agujero que yo estaba embistiendo justo ahora no era más que un vertedero de semen, y la "bella damisela" a la que estaba follando justo ahora no servía más que para eso: ser una zorra en celo en busca de sexo.
Llevábamos tres años y medio de relación, y a penas ayer me vine enterando que la mujer a la que llamaba mi futura esposa ya se había acostado con un montón de hombres que se supone que en teoría yo consideraba amigos y compañeros de trabajo. Que aquella dama que me había entregado su cuerpo y corazón también se los había ofrecido a todo aquél que considerara "buen partido", o bueno en la cama. ¿Cuántos debieron haber sido ya?
Ella mordía la almohada, estrujaba las sábanas con una mano y el pecho rendido contra el colchón, levantaba las caderas, remarcándolas todo lo que le era posible, con la mano restante abría su trasero para recibir mi miembro. Ella gustosa pensaba que lo que yo buscaba en esa posición era obtener la mejor vista de aquél acto obsceno, pero realmente no quería ver ese rostro de desesperada perra ninfómana torcido en muecas de placer inmundo.
No se me ocurrió otra cosa que presionar su rostro contra la almohada para que sus gritos, gemidos, y quejidos se acallaran, ahora gemía con más dificultad y aruñaba las sábanas.-¡Santiago! -hablaba aun ahogada -no puedo respirar...
Apreté más fuerte su rostro para no oírla en lo absoluto, y pasó de retorcerse por el placer de las embestidas a retorcerse por la desesperación de la asfixia. Pasaban los minutos y mi cabeza giraba alrededor de las mismas preguntas. Estúpida zorra. Embestía su interior de forma dolorosa, maltratándolo; sin siquiera reparar en el hecho de que ella se había quedado tan callada y quieta...
Como muerta.
Lo único que mantenía su cadera levantada y su cuerpo móvil era mi agarre. Di una última embestida que no dió como resultado nada que no fuera disgusto, no quise ni pude alcanzar el clímax. Saqué mi miembro de su cuerpo sin cuidado alguno y solté su cuerpo, el cual cayó rendido como un costal cualquiera.
-Oye, levántate. -gruñí gélido. Pero ella no se movió en lo absoluto. Moví su hombro y su cuerpo de varias maneras, incluso volteé su rostro y ella simplemente no reaccionó. Sus labios estaban negros. -Despierta y párate de mi cama, zorra. Vete a coger con algún otro bastardo, a mí ya me diste asco.
Y hasta este momento me di cuenta de que así como no despertaba, así como no se movía, tampoco respiraba.
Y al tocar su pecho tampoco latía.-Tú nunca dejaste de dar problemas ¿Qué carajos se supone que haga contigo ahora?
Lo que se me olvidó es que soy médico forense.
[...]
«Según el estudio, la chica tenía el mal hábito de abusar de metanfetaminas y nicotina. Las mezcló y ésto dió como resultado una sobredosis no instantánea, el shock sexual fue el último factor, pero no la causa.»
«Se desmayó mientras lo hacíamos. Debo confesar que solíamos practicar masoquismo, pero teníamos experiencia, nunca había ocurrido algo siquiera semejante a ésto. No sabía qué hacer.»
-No... No... No... ¡No!... -renegaba una y otra vez mientras escogía el traje negro que usaría en el funeral de mi difunta novia.
¿Cuánto me pagarían por los anillos?
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Hijo de la Muerte
FanfictionUna mujer con ansias de sentir su cuerpo ser tomado, deseó que fuera liberado. Una intensidad que terminó siendo aplacada. El desespero por la venganza. El luto por una hermana. Los incidentes pasan. Madre, ¿Podrás perdonarme? ⓘGore y descripciones...