Valeria

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—A ver, Santi —me hablaba una extravagante mujer ebria de largo cabello negro lacio con mechas rojas y ojos marrones —, si tú… y yo… peleáramos ¡mano a mano…! yo creo que te haría papilla ¿No?

Ari, eres una mercenaria entrenada a nivel militar, por supuesto que sí.

—No lo sé. —alcé los hombros al responder. —Pero tú eres una dama, Ari. No te intereses en que yo te ponga un dedo encima.

Shi, ya shé —continuó delirante mientras se recargaba en mi hombro —tú eres un chico de bien y bien portado. Un caballerito. Yo soy bien problemática y tú siempre me salvas el pellejo cuando me meto en peleas… —se quedó un momento callada, lo suficiente para hacerme pensar que estaba cayendo dormida. —¡Bueno! Les salvas el pellejo a los pendejos con los que me peleo, porque yo soy una máquina de guerra.

—Completamente, Ari. —Le di otro trago a mi bebida mientras la escuchaba hablar relajado.

Por lo menos hasta que sentí una segunda mejilla restregarse en mi otro hombro, y como evidentemente no era Ari, esta persona no tenía el absoluto permiso de tocarme. Al voltear, me encontré de bruces con una cabellera castaña lacia brillante y sedosa, cuya dueña estaba completamente ebria pero yo podía reconocer.

Valeria.

¿Cómo podría describirla? ¿Una zorra infumable? Supongo que si.
No toleraba tenerla cerca en sí. Pero tolerar sus coqueteos y después insultos al ser rechazada era algo que definitivamente odiaba el doble.
Con una mano la alejé discretamente y moví un poco a Ari, ella la detestaba aún más que yo. Valeria en cuanto me sintió alejarla volteó a verme con una mirada que me decía que algo esperaba de mí; y Ari en cuanto la vió…

Casi. La asesina. Con la mirada.

Ari en cuanto la vió parecía querer lanzarse encima de ella a golpearle la cara por el mero hecho del quién se trataba. Lo cual me hubiera preocupado de no ser porque yo tenía los mismos deseos desde que la conocía.
—¡Santiago! Hola, guap- —No terminó de delirar, porque Ari ya le había dado un puñetazo en la cara antes de que pudiera terminar con su…

—Puto intento barato de coqueteo mierdero.

Al escuchar a Ari masticar las sílabas de la oración que estaba escupiendo en la cara de Valeria, me enderecé hacia atrás para que pudieran verse entre ellas.

—¿Perdón, perra? —soltó altanera Valeria.

—¡Te jodiste, idiota!

Ambas tenían alcohol de por medio en la cabeza. No había poder humano que detuviera a esa máquina de mechas rojas ni a esa hembra rabiosa, y menos si se juntaban a pelear entre las dos.
Todo el lugar se aglomeró para ver la pelea, por lo que tuve que pedirle ayuda a un hombre visiblemente ex-militar, y a otro que simplemente era fuerte por serlo, que me ayudaran a separarlas respectivamente. En cuanto los cinco estuvimos en un lugar apartado y solitario, les agradecí y se retiraron. Las chicas aún gruñían como gatos agresivos y yo no sabía qué hacer con ellas; tenía bien entendido que era el más sobrio del lugar, por lo que la responsabilidad caía en mí. Pero era complicado lidiar con ellas. Hasta que Valeria se dirigió a mí…

—¿Es en serio que trajiste a tu putita guardaespaldas para no tenerme cerca? —...para nada cuerda y absolutamente ebria, por supuesto. —¡¿Tan lejos me quieres?!

Quedé un momento callado, considerando si contestar, pero supongo que es lo mejor a estos puntos . —En efecto.
Ella se quedó sin palabras, y yo no dije más.

—¡Toma eso, zorra! —la cara de Ari reflejaba la más exquisita victoria, con un arma lista y preparada apuntando a la sien de Valeria, cuya expresión de inmediato cambió al más puro terror.
Al instante me lancé a quitársela para que no hiciera incoherencias.
—¡¿Defiendes más a esa perra asesina?! … —se indignó Valeria. Ari y yo nos miramos incrédulos mientras ella gritaba incoherencias a las cuales no presté atención, pero que parecieron relacionarse con el hecho de que se echó a intentar arañar mi rostro.

El disparo llegó a ella antes que ella a mí.

Hijo de la Muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora