|14

27 3 45
                                    

- Bailong, ¿dónde estamos...? - El susurro por parte de Víctor no recibió una respuesta de su amigo, quien simplemente mantenía su mirada fija en la niña.

El vacío y el dolor en la mirada de Bailong provocaron un escalofrío en el joven príncipe. A cada segundo que pasaban frente a aquella costa, la presión en su pecho se hacía cada vez más fuerte, completamente seguro de que algo terrible se avecinaba.

- Naran - Con solo aquella palabra, Bailong logró que los ojos de aquella niña se clavasen en él, totalmente llenos de rabia cuando vieron quién la llamaba.

- ¿Qué haces tú aquí? - El odio en su voz erizó la piel de Víctor.

 - Debo pedirte una parte de tu poder - El agua comenzó a agitarse, pero Bailong no retrocedió.

- ¡Jamás te daré parte de mi poder! ¡Tú le mataste! - Aquella declaración dejó en shock al príncipe.

- ¿Has matado a alguien, Bailong? - El bicolor no respondió la pregunta de su mejor amigo.

- Naran, créeme, si nos ayudas puedo recompensártelo.

- ¡Mientes! ¡Mataste a mi hermano, no quieras que ahora ayude a su asesino! ¡Mereces morir!

Antes de que alguno de los presentes pudiera decir una sola palabra, Víctor y Arion pudieron ver cómo el agua se embravecía y cómo el propio mar parecía extender dos largos brazos para tomar las piernas de Bailong, tirando de él hacia Naran.

- ¡Bailong! - Víctor trató de acercarse, pero una fuerte ola le hizo retroceder.

- ¡Silencio! - La voz furiosa de Naran resonó por todos lados - ¡Ya ha vivido más que suficiente, merece la muerte!

Desde el suelo, la escena ante sus ojos generó miedo dentro de Víctor: las olas gigantes que se elevaban sobre ellos, la forma en que el mar tiraba de su amigo hacia él, la rabia de aquella niña... pero por encima de todo, el ver cómo Bailong no oponía ningún tipo de resistencia hizo que sus latidos se acelerasen.

- ¡Bailong, no!

Las olas se desplomaron sobre ellos, y a través del agua, pudo observar cómo el bicolor desaparecía bajo las profundas y oscuras mareas. En ese momento, el mundo pareció dejar de girar a su alrededor.

Bailong acababa de morir ante sus ojos.

- ¡Maldita! - En cuanto estuvo en pie, Víctor no tardó en desenvainar su espada y correr hacia la orilla, intentando atacar a aquella niña que observaba el mar desde dentro del bote con una sonrisa de satisfacción.

Pero el repentino movimiento del mar detuvo sus pasos, y junto a un grito de Naran, pudo ver cómo una gigantesca figura emergía del mar y se alzaba en el aire, volando. 

El miedo llenó sus ojos al ver al enorme dragón blanco que se abalanzó sobre la niña.

- ¡Víctor! - El grito de Arion a su espalda le sacó de sus ensoñaciones, sintiendo cómo el moreno se ponía a su altura y le ayudaba a levantarse.

Su mirada seguía clavada en aquella enorme criatura. Aquel dragón parecía brillar con luz propia, peleando y forcejeando con las olas que intentaban atacarle. 

Las dudas infestaron su mente al instante. Su padre le había contado que los dragones se habían extinguido siglos atrás, ¿cómo era posible que estuviese viendo a uno en ese momento?

Las múltiples preguntas en su cabeza dejaron de tener importancia cuando su mirada captó el color rojizo de los orbes del dragón. 

- No es posible... - La voz del joven príncipe era una mezcla entre el pánico y la incredulidad, absorto en los ojos de aquella criatura que se hundió de nuevo bajo el agua con Naran. 

Durante los siguientes minutos, todo volvió a la normalidad. No había ni rastro del dragón ni de Naran, y el mar volvía a estar en calma.

- Víctor... - Pudo sentir cómo Arion acariciaba su espalda.

- Son los ojos de Bailong - Aquello fue todo cuanto pudo decir el peliazul, todavía en shock y con la mirada clavada en el mar.

Y en ese mismo instante, ante sus ojos, pudo ver cómo el mar se abría en dos y la figura de Bailong salía del agua, caminando con parsimonia hacia la orilla, con una pluma en su mano derecha.

- Bailong... - El bicolor simplemente clavó su mirada en Víctor, sin emitir un solo sonido - Eres un dragón. O al menos tienes los poderes para convertirte en uno. ¿Por qué nunca me lo contaste?

- Dame la bolsa, Víctor - La frialdad en la voz del mayor sorprendió al príncipe. 

- ¿Qué...? No pienso hacerlo, responde mis preguntas.

- Víctor, dame la maldita bolsa. Soy yo quien necesita ese elixir, no tú.

Ante él, Víctor pudo observar cómo una especie de humo negro rodeaba el cuerpo de Bailong antes de condensarse en una esfera, cayendo ante los pies del bicolor. Aquella esfera era totalmente oscura, sin un mínimo brillo, como si contuviera todo el dolor que el mundo podía albergar...

Y ante aquella idea, Víctor no tardó en tomar el pergamino, abriéndolo a tiempo para ver cómo uno de los siguientes elementos se borraba de la lista.

8. Esencia de dolor puro para guiar la venganza y la ambición.

- Tú... Jamás quisiste venir conmigo para ayudarme o porque te preocupase mi hermano, solo querías este maldito elixir para quién sabe qué - La acusación de Víctor no obtuvo respuesta por parte de Bailong, y aquel silencio fue una confirmación más que clara para el príncipe - Solo te has aprovechado de mí.

- Créeme, en un inicio pretendía ayudarte, pero cuando Catora nos explicó el poder de este elixir... Lo siento Víctor, pero no lo necesitas.

- ¡Me has engañado, Bailong! ¡Creí que éramos amigos! - A medida que hablaba, Víctor podía sentir cómo las lágrimas de rabia se amontonaban en sus ojos, dispuestas a escapar de ellos y deslizarse por sus mejillas en cualquier momento.

Sin decir nada, Bailong solo avanzó hacia él, haciendo retroceder a Víctor. Por primera vez, el peliazul sentía miedo de aquella persona a la que había considerado su mejor amigo, aquel chico que le había visto en sus momentos más bajos... 

El dedo de Bailong cerca de sus ojos le desconcertó en un primer momento, con su mirada clavada en los orbes rojos que no se apartaban de él.

- Lo sé, yo también lo creía.

Sin decir más, Bailong simplemente apartó su mano y, tras convertirse de nuevo en aquel gigantesco dragón, desapareció de su campo de visión.

La mente de Víctor se había quedado fija en las pequeñas gotas que mojaban el dedo del bicolor, y ante un presentimiento, observó cómo la última línea del pergamino desaparecía.

9. Lágrimas de traición para conocer la verdadera cara del mundo y proteger el corazón.

PROFECÍA ;; Inazuma Eleven GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora