Capítulo 10 | Manipulación Propia

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・.⭒.・


Laurie.

Desperté esa mañana con una sonrisa en el rostro. No había rastro del sol, pero, sin duda alguna, yo era capaz de iluminar el mundo con mi felicidad.

Fui a la cocina, alegre y con muchos ánimos. Hacía tiempo no me sentía de esa forma.

—Buenos días chicos —saludé a Liam y a James, quienes desayunaban.

—Buenos días para ti también, Lau.

Serví un poco de café en mi taza y la bebí en silencio. O eso intenté, pues algo en mí quería hablar y hablar y que me preguntasen muchas cosas, como qué había hecho la noche anterior.

Tomé la palabra.

—¿Saben cómo estará el clima estos días? Espero que haya algo de sol.

Los vi a ambos verme extrañados. Era normal que lo hicieran, es decir, rutinaria y personalmente detestaba que me hablasen por las mañanas, y quien comenzaba la conversación era yo. Debía estar de muy buen humor para no despertar agotado, enfurecido y sin energías.

—Dicen que lloverá toda la semana, como cada invierno —me respondió Liam, a la vez que rascaba su barbilla.

—Oh —murmuré—. Esperemos sea primavera pronto.

—Sí... —dijo James, involucrándose a la conversación—. ¿Te sientes bien?

—¡Por supuesto! ¿Tú no? —contesté.

—Si tú lo dices...

—Bien, chicos. Deberé de irme: tengo asuntos prácticamente confidenciales que discutir en la compañía. ¡Los quiero!

Salí por la puerta escaleras abajo.

Tenía tantas ganas de llegar al English Ballet Company que no podía controlar mi emoción. ¿Por qué me encontraba de ese modo? No lo podía entender y, ciertamente, me causaba cierta confusión por el simple hecho de que, dos únicas cosas interesantes en mi vida había ocurrido la noche anterior. Al llegar al departamento y trás encontrarme demasiado pensante en cierto diseñador, un mensaje de texto recibí. Era Cillian. Quería verme a la mañana siguiente a primera hora. Y lo segundo: había besado a Matthew, el semejante que parece tener alma despiadada y la falta de un corazón. Me emocionaba la idea de encontrarlo, de ver su reacción al entrar por la puerta de la sala de ensayos y que sus ojos atrapasen los míos... Más algo despiadado debía ocurrir.

Al llegar a la oficina del director artístico, golpeé la puerta un par de veces. Él mismo abrió la puerta, al parecer esperaba por mí.

—Buenos días —saludó.

—Buenos días para usted también, señor.

Cerró la puerta detrás de mí, luego se acomodó en la mesa de su escritorio, sentándose en la punta de ella.

—Cillian está bien. ¿Tienes alguna idea de por qué te convoqué solo a ti y a esta hora?

Negué.

—Bueno, porque creo que, es mejor si se aparta al diamante del oro.

No comprendía qué cosa quería darme a entender, por lo que dije lo siguiente:

—¿Sería tan amable de explicarme con detalles a qué se refiere?

—Sería un placer, Laurie —sonrió. Su sonrisa era diferente, no me agradaba y había algo que esta ocultaba. Siguió—: Pongamoslo así: en una ópera llena de espectadores nos encontramos a dos tipos: a los que pagan por un asiento al lado de cualquier otra persona y los que pagan por un palco. Sin duda alguna, el segundo tipo es mucho mejor; hay privacidad. Pero hay una mejor parte: el escenario. Todos pagan por ver a quién está allí, ese es el diamante. Y quiero que tú seas el diamante... mi diamante.

La Tortura del PoetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora