Siete

116 15 3
                                    

–Nancy -llamó Robin, jadeante, al oído de la castaña. –Por favor.

Nancy abrió los ojos, y parpadeo un par de veces, desorientada. Le tomó unos segundos asimilar que ya no estaba en el palco del teatro al que había asistido con Jonathan y Steve, ahora estaba en el pulcro baño del lugar, con Robin sobre el lavabo, desaliñada, el labial corrido, con los brazos aferrados a su cuello y las piernas abiertas para permitir que se acunará entre ellas.

¿Cómo habían terminado allí? Lo último que recordaba era: el inicio de la obra teatral, la música, un roce, una mirada. Un cosquilleo arañandole el vientre. Un beso y luego…

–Robin, no creo que…

–No creas, no pienses. Tan solo siente, sigue dejándote llevar. Por favor, Nancy no pares. No ahora.

Fue todo lo que Robin dijo antes de abalanzarse sobre los labios de Nancy. Dispuesta a hacer lo necesario para mitigar la extraña sensación que recorría su cuerpo caliente. Esa necesidad de Nancy. De llenarse de ella hasta explotar. Incluso, si no estaba segura de lo que hacía, a causa de su inexperiencia, tomó una de más manos de Nancy que descansaba sobre su muslo y la llevó hasta su húmedo y sensible centro.

–Deja sentirme parte de ti, al menos por esta vez.

Rogó Robin de una forma tan sincera que el corazón de Nancy bombardeo tan fuerte que probablemente todo el teatro podía escucharlo. Y aunque nunca había estado con una mujer, ella tenía cierta experiencia sexual con otros y algunas veces con ella misma.

Si Robin lo pedía. Ella lo haría. Se dejaría llevar por su instinto. Y rezar para que fuera lo suficientemente habilidosa como para complacer a la mujer que, justo ahora, la estaba enloqueciendo.

Volvió a besarla, con deseo puro. Mientras su dedo medio empezó a acariciar suavemente el hinchado clítoris por encima de la ropa interior. El contacto hizo gemir a Robin en medio del beso. Y la inconsciente necesidad de Nancy por más, la llevó a deshacerse, torpe y rápidamente, de la prenda.

No pudo retener el sonoro jadeo que se escapó de su garganta cuando sus dedos se cubrieron con la húmedad y el deseo de la castaña. Sentirla tan mojada, solo hizo que ella misma se excitara aún más. Y si su interior palpitaba por ser llenado, estaba segura que el de Robin también lo necesitaba. Así que, insegura pero dispuesta, busco la entrada de Robin y empujó lentamente dos dedos, sintiendo como las paredes vaginales se abrían con una ligera resistencia, que de manera inconsciente, le provocó a Nancy un palpiteo constante y doloroso en su propio centro de placer.

Movió un poco los dedos para acomodarse. Añorando llenar a Nancy tan profundamente que no quedara espacio para nadie más.

–Nancy, dame un momento -pidió avergonzada Robin.

–¿Ha sido demasiado? ¿Te ha disgustado? ¿Lastimado? Puedo parar si así lo deseas.

–Nada de eso. Solo necesito un segundo para asimilar que… estás dentro de mi. Ojalá no esté siendo desagradable para ti.

Ese tono melancólico en la voz de Robin, aminoró las sensaciones caóticas que recorrían cada parte de su cuerpo. Por qué, incluso en un momento como ese, hacía sentir a Robin: triste e insegura.

Nancy se cuestionó, si su sola presencia era tan… miserable.

[Finalmente te das cuenta de lo que eres]

<Tu no. No ahora>

[ ¿No mientras la estás ultrajando? ]

< No. No es así. >

[¡Lo es!]

–¿Nancy?

Wheeler enfocó la vista. En algún momento se había alejado de una confundida Robin. Caricio con el pulgar, su dedo índice y cordial, sintiendo el fluido en el que estaban bañados.

El sagrado néctar de Robin.

Ese que había tomado sin consideración alguna. Sin un momento perfecto.

Robin no se merecía eso. No debía ser tratada como una mujer utilizable.

–Perdóname -pidió Nancy, sintiendo como las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos – Mereces algo mejor. Merecías… algo… mejor.

Robin se apresuró a bajarse del lavabo cuando vio a Nancy caer al suelo, mientras comenzaba a llorar como una niña pequeña. Con la mirada perdida.

–Ey, -llamó Robin preocupada, tomando el rostro de Nancy –no lo escuches.

–Pero tiene razón.

–¿Sobre qué? –indago quedamente. Sabiendo perfectamente que estaba pasando. Lo difícil que es para Nancy esos momentos en dónde su subconsciente le escupía sus errores y temores tan duramente, que la convertía en un ser vulnerable. Las terapias con Once estaban dando frutos, sin embargo, lo que Nancy estaba sintiendo justo ahora, debía ser culpa de ella. Si no la hubiera presionado tanto. Si al menos sus hormonas se hubieran mantenido tranquilas, Nancy no estaría pasando una aparente recaída.

–Sobre todo.

–Cuéntame, ¿Sí?

–Tu… tú no mereces que alguien tome tu cuerpo, así sin más, en el baño de algún lugar. Se supone que debía ser sobre una suave cama, después de confesarte que me gustas, que… estoy enamorada de ti. Y luego pod…

Nancy fue callada por un inesperado beso. Uno profundo, tierno y al mismo tiempo necesitado.

¡Al carajo la confesión perfecta!

Para Robin era más que suficiente escuchar de la propia Nancy, que estaba tan enamorada como ella.

–También te amo, Nancy Wheeler. Y no importa dónde y cómo sea, solo quiero ser tuya. De todas las formas posibles. Pero si una cama es lo que deseas: vamos a casa.




°

°



Y sí, corto. Pero suficiente para demostrar que aún esta viva la historia.

Bendiciones a todos 🍀
Y no olviden dejar su estrellita ⭐







Stranger Feelings Donde viven las historias. Descúbrelo ahora