Bael Flores

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¿Alguna vez te has encariñado con alguien porque pensabas que nunca te ibas a encariñar? Bueno, eso fue lo que me sucedió a mí.

      Una mañana, me dirigía hacia el colegio con la cara adormilada y con bostezos frecuentes. Podía sentir la brisa del viento fresco mientras pasaba por un sendero bordeado de árboles escuchando el canto de los pájaros.

      Esto siempre ha sido así, no hay día en el que suceda algo distinto. Era mi último año de preparatoria, por lo cual quería pasarlo al máximo.

      Todos los chicos del colegio se burlaban de mí por ser el "matadito" de la generación; creían que esa era la razón por la cual nunca había tenido una novia. A demás de ser reservado en situaciones sociales, pero lo que no sabían es que mantenía en secreto mi mayor pasión: la música.

      Comencé con la música hace un año, cuando un amigo de la secundaria me invitó y dijo que tenía potencial para ser un gran artista. Desde entonces no he parado de escribir y componer canciones.

      Lo que parecía una vida solitaria a los ojos de los demás, para mí era todo lo contrario; me sentía acompañado por la música, era mi lugar seguro.

      Eso no quita que tenga amigos que si me quieran tal como soy, estaba ansioso por verlos y saber qué habían hecho en las vacaciones. Al llegar a la preparatoria, noté cómo un grupito me observaba detenidamente y comenzaron a murmurar cosas como si me estuvieran criticando, pero también pude ver a mis compañeros de salón y entre ellos estaba mi mejor amigo.

      —¡Oh, mira quién está aquí! Pero si es Sebastián, mi mejor amigo— Saludé con alegría y sorpresa.

      —¡Hola! Yo también estudio aquí, por si lo habías olvidado— Contestó con un toque de sarcasmo.

      —De verdad que no cambias. ¿Y qué hiciste durante las vacaciones, además de no hacer nada? Ja, ja, ja —pregunté entre risas.

      —No mucho, solo salí con mi novia un par de veces y el resto de las vacaciones me la pasé jugando videojuegos —contestó mientras se entristecía—. Ahora sí que hablando de novias. ¿No crees que ya es hora de que te consigas a alguien? Si lo deseas, puedo ser tu cupido personal— dijo Sebastián, con un toque de sarcasmo en su voz.

      Sebastián me ha preguntado eso miles de veces y nunca sé qué responderle. Empecé a creer que las especulaciones que hacían los demás eran verdad. Sentía mucha pena y tristeza no poder decir lo que sentía e inventar cualquier excusa ridícula que se me ocurriera en el momento. Decidí intentar expresarme.

      —Pues..., la verdad, lo que pasa...— dije entre dientes, con un tono nervioso evidente.

      —Te entiendo, Bael, igual lo pregunté de broma— contestó apenado—. Pero si gustas, le puedo decir a mi novia que te presente a alguna de sus amigas. Con suerte se gustan y tendrás tu primer amor, pero eso me convertiría en tu co-cupido personal— Me dijo de manera entusiasmada, aunque su expresión se entristeció de forma burlesca.

      Pensé: 'Si acepto la propuesta de Sebastián, podría ser un año genial en la preparatoria y podría librarme de la gente que me critica'. Así que, sin más que dudar, acepté.

      Ya pasaba de la hora de entrada y seguían llegando alumnos al colegio. Estaba sorprendido, pues nunca había pasado algo así desde que entré. Supuse que eran algún tipo de estudiantes irresponsables. Yo ya me dirigía al salón y noté un anuncio pegado en la pared que decía: 'En este ciclo escolar, recibiremos a más alumnos de otras instituciones para todos los años de educación media superior '. Eso explicaba por qué llegaban tantas personas.

      El regreso a clases no fue como esperaba, pero también no fue algo fuera de lo común. Todos burlándose de mi en el receso, y cuando el profesor sugirió que hiciéramos equipo para un trabajo, todos me excluían. Por suerte tengo al mejor amigo del mundo, a quien no le importaba lo que dijeran los demás; siempre hacía equipo conmigo e incitaba a otros compañeros a unirse también.

      Después de la escuela, regresé a casa para realizar tareas que me habían encargado, ayudé a mi mamá con los quehaceres del hogar y luego me senté a tocar la guitarra. Era algo que me relajaba profundamente: el sonido de las cuerdas y el mensaje que podía transmitir a través de la hermosa melodía que creaba.

      Se acercaba la noche y ya era hora de dormir. El celular sonó, Sebastián me había mandado un mensaje: «Ya te conseguí una chica, una de las nuevas alumnas que entraron hoy. Diana se hizo amiga de una de ellas y le habló de ti». En ese momento, me encontré indeciso entre felicidad y la ansiedad. Y como por mensaje fluyo mejor, le respondí: «Sí, está bien, ya mañana vemos qué pasa».

      Al día siguiente, desperté algo desvelado, pues no pude dormir en toda la noche por el mensaje de Sebastián. No quería ir, no tenía idea de lo que pudiera pasar. Pero si no iba, ¿cómo iba a saber que es lo que pasaría? No tuve más opción que ir.

      Al llegar a la preparatoria, vi que Sebastián estaba con su novia, pero no estaban solos. Había más gente, así que decidí no acercarme debido a mi mala reputación. En eso, Sebastián me alcanzó a ver y gritó: «¡Bael! Por acá». Todo el grupo que lo acompañaba me miró detenidamente mientras me acercaba, con la cara sonrojada y sintiéndome un tanto apenado.

      Cuando llegué, vi a una chica demasiado linda, tenía el cabello largo y castaño, que combinaba con sus hermosos ojos color miel. Cuando los demás se despidieron de Sebastián y Diana, y se fueron, por alguna extraña razón se quedaron dos chicas, entre ellas, la que vi al principio.

      —¡Qué tal Bael! ¿Recuerdas que a la chica que te mencioné anoche? —preguntó Sebastián con emoción —Te presento a Luciana, Luciana te presento a Bael —dijo de manera alegre.

      Para mi mala suerte, Luciana no era la chica que vi al principio, no puedo negar que también es linda, pero en cuanto Sebastián me preguntó si recordaba el mensaje que me mandó, pensé en la otra chica cual no sabía su nombre aún.

Amor de AyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora