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the 1975

III

Las lluvias últimamente no eran tan frecuentes pero venían a inundar lo que veían a su paso.
Además de aclarar el hecho de que, dónde vivía, el alrededor era pasto, tierra e imperfecciones terrestres. Simplemente buscábamos la manera de llegar a casa antes de que se inundaran los canales y se formarán lagunas repletas de barro.

Bueno, varias veces en los últimos años, Karina y yo tuvimos que vernos obligadas a frenar por las lluvias torrenciales que caían en estas épocas. Frenabamos en casas vecinas y nos refugiabamos en los porches o bajo algún techo seguro. La última vez nos metimos en una casa del árbol donde Jimin se echó una siesta y yo terminé mis tareas. Había sido una tarde linda después de todo, estar con Jimin la volvía más entretenida incluso si estaba durmiendo.

Pero está vez, nos vimos obligadas a frenar justo antes del puente que conecta una calle con la otra y en el medio cruza un pequeño río. Karina miró con preocupación el agua, no era muy fanática de las tormentas si eso significaba estar afuera de su habitación. Lo había descubierto un tiempo atrás analizando sus facciones, pues, era muy evidente descubrir que sentía, Karina era muy expresiva.

—¡Esta inundado! ¡Minjeong, no podemos cruzar eso! —Su voz sonó entre el viento y la lluvia y sonaba muy preocupada, la miré con la mayor calma que recolecte.

—¡Busquemos un techo! —Le contesté dejando que el agua entrará en mí boca. Karina asintió bajando de la bicicleta y echando una mirada rápida al lugar. Imité su acción.—¡Conozco un lugar, ven!

Usé mis recuerdos y crucé los dedos deseando que aún se mantenga en su lugar. Apreté la bicicleta en mis manos y corrí entre los pequeños charcos de agua que había dejado ya la lluvia con solo diez minutos. Nos adentramos al pequeño bosque y luego de asegurarme que Jimin seguía detrás mío, avance con seguridad buscando el lugar en cuestión.

Tardamos dos minutos hasta llegar al otro lado del bosque donde una vía totalmente oxidada y con raíces cubriendola sin permiso decoraba el campo en el medio de la absoluta nada. Pero no era lo único, había una parte de un tren que alguna vez funcionó, completamente rodeada por enredaderas y flores. Lo importante de todo esto, era que el tren podía no estar en uso, pero había vagones vacíos que tenían un techo que nos serviría para esa tarde.

Karina se congeló al ver eso, no tenía muchos conocimientos sobre los alrededores de esa zona, yo podía decir que lo conocí por coincidencia. Le hice una seña rápida y ambas corrimos hasta uno de los vagones que mantenía su puerta entreabierta. Lo tomamos con ambas manos y lo abrimos con la poca fuerza que nuestros delgados cuerpos lograron obtener a lo largo de los años.

Dentro estaba todo oscuro, había algunas pequeñas cajas que se mantuvieron en su lugar, pero por el resto, solo eran un par de residuos que el viento trajo y plantas que habían entrado con el tiempo. Entramos las bicicletas aún con la lluvia jugandonos en contra y luego subimos nosotras, teniendo una pausa de agua luego de varios minutos.

Karina apoyó sus manos en las rodillas en cuanto pudo respirar con tranquilidad y echó una mirada al exterior a través de la puerta que aún se mantenía abierta. Tomó su cabello en sus manos y lo acomodó sobre su hombro, mientras deja que las gotas de lluvia sigan su recorrido cayendo al suelo mediante sus largos mechones y su mirada pérdida en algún punto de afuera.

Yo tomé la mochila aún mojada y la abrí echando un vistazo a todos los útiles, por suerte para mí, la había escondido bien entre mí cuerpo y no se había empapado tanto como pensaba. También eché un vistazo a mí cárdigan blanca que ese día había quedado totalmente arruinada. Tenía un corte en el brazo que se había teñido de rojo alrededor, se ve que me había hecho un tajo sin darme cuenta. También me faltaban dos botones y se había manchado con tierra. Podía oír a mí madre diciendo una y otra otra vez que era una descuidada.

The Color Violet | WinRinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora