1. La playa.

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15 de julio.

Darling no sabría describir a Hermione Granger.

Llevaba dos años sin verle ni un pelo, pues desde los catorce que se iba de vacaciones a la casa de playa de Megan —su mejor amiga—. Pero ahora, con dieciséis, tendría que pasar todo un verano junto a ella.

Darling no recordaba mucho de Hermione Granger, además de la versión idealizada que tenía de ella en su mente. Podía recordar de antes, cuando la veía más, que Hermione siempre, de verdad, siempre llevaba un libro a todos lados. Y, aunque Megan siempre la había tachado de rara por eso, Darling la defendía cada vez, diciendo que, de hecho, no era rara, sino interesante.

Sabía varias cosas de Hermione, ninguna que haya aprendido de su boca, por supuesto. Sabía que era prácticamente una prodigio, que estudiaba en un internado exclusivo y que, genuinamente, era muy linda. Las primeras dos cosas las sabía porque sus padres lo habían dicho, pero la última era una observación totalmente suya.

Hermione Granger le había gustado, muchísimo, cuando tenía nueve años y no tenía ni idea de qué era un enamoramiento. Le había gustado cuando tenían once y Darling comenzó a darse cuenta de que esa fijación con ella no era normal. Qué va, incluso le había gustado dos veranos atrás, cuando aún pasaba los veranos en su casa y, a veces, la veía por la calle.

Y Darling, genuinamente, había pensado que ya lo había superado. ¿Cómo podía gustarle alguien que llevaba dos años sin ver?

Pero ahí estaba, nerviosa, sentada en la camioneta de su padre, de camino a la casa de playa que compartirían con los Granger ese verano. Estando ahí sentada, no podía dejar de sentirse nerviosa. Su pierna se movía incesantemente, mientras miraba por la ventana, sin siquiera interesarse por el paisaje.

¿Cómo se vería Hermione ahora? ¿Seguiría teniendo el lunar que tenía en la mejilla?

Darling resopló y negó con la cabeza para sí misma. Por supuesto que aún tendría el lunar, no es como si esos se desvanecieran de la noche a la mañana.

—¿De qué reniegas? —le preguntó su padre desde el asiento del conductor.

Darling dejó de mirar por la ventana para mirarlo. Pensó en alguna excusa, pues no podía decirle que estaba pensando en el lunar de la mejilla de Hermione Granger. Eso sería extremadamente raro.

—Nada… solo creo que voy a extrañar pasar el verano con Megan —mintió, volviendo a mirar por la ventana.

Bueno… no era del todo una mentira. Sí iba a extrañar pasar el verano con Megan. Extrañaría quedarse hasta la madrugada leyendo revistas ridículas, mientras comían helado y escuchaban las canciones favoritas de ambas.

—Ya —dijo él después de unos segundos—. Un verano en familia no te va a matar, ¿lo sabes?

Sabía que a su padre no le agradaba tanto que se fuera todo el verano, pero su madre sí estaba de acuerdo. Dos contra uno y, al parecer, la democracia sí funcionaba.

—Lo sé —Darling asintió, sin darle mucha importancia al comentario. Si se ponía a responder con seriedad cada pulla que tiraba su padre… no terminarían nunca.

—Deja a la niña —le dijo la madre de Darling, que estaba en el asiento del copiloto—. Más bien acelera un poco, que a este ritmo llegamos mañana.

Sí, tenía razón. Darling no sabía medir la velocidad a la que iban con solo mirar al exterior, pero todos los coches los estaban rebasando, así que eso debía ser suficiente veredicto.

Su padre refunfuñó por lo bajo, pero le hizo caso. Darling suspiró, aún mirando por la ventana.

¿Cómo se vería Hermione Granger después de no verla durante dos años? ¿Habría cambiado?

Lo único que quería este verano || Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora