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Olivia

-¡Eres un idiota, un maldito idiota! No me vuelvas a buscar en tu vida! -grité con rabia mientras entraba al elevador y colgaba la llamada, arrojando mi celular sin importarme si se dañaba.

-¿Estás bien? -preguntó alguien a mi lado, sorprendiéndome.

Creí que estaba sola; eso me pasa por no mirar.

-Estoy perfecta -respondí, limpiándome las lágrimas con rapidez.

De repente, las luces parpadearon y el elevador se detuvo de golpe.

-Mierda, qué suerte -susurré, dejándome caer en el suelo.

-Creo que se ha ido la luz. Ya no tengo internet en casa -dijo el chico a mi lado.

-¿Vives aquí? -pregunté, quizás mostrando más asombro del que debería. No es como si conociera a todos los vecinos.

-Hace una semana. ¿Y tú?

-Desde hace dos años.

Recogí mi celular, mirándolo con arrepentimiento ahora que me había calmado; el pobre aparato no tenía la culpa de mi rabia, y yo no podía permitirme otro.

¡Está vivo! -grité felizmente. Por suerte, todo estaba oscuro, así que no podía ver la expresión del chico que probablemente pensaba que estaba loca.

Finalmente, las luces volvieron. ¡Hola libertad! Adiós ascensor y adiós chico misterioso.

𝑬𝒔 𝒓𝒂𝒓𝒐 𝒆𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓  ||  𝐸𝑙  𝑀𝑎𝑟𝑖𝑎𝑛𝑎 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora