El Viaje (Parte 1)

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Ana Eliza

La alarma en estas ultimas semanas se ha convertido en mi enemigo diría numero uno pero no en ese puesto esta el idiota de mi jefe, el cual me ha estado taladrando la poca paciencia que me queda, aunque no se lo demuestro para no darle felicidad en hacerme la vida imposible, porque claro que es el único propósito de todos los días, no se cuando fue el momento que yo caí en su maldito juego, hoy no podría ir peor el transporte en el que iba se descompuso a mitad de camino y tuve que tomar un taxi, pero debido a la tardanza el tráfico aumento y gracias a eso llegué treinta minutos tarde, pero claro aunque yo le dijera todo eso al señor perfecto jamás lo escucharía y me diría, solo son pretextos, por gente como tu la humanidad es una porquería, que solo pone pretextos por no querer aceptar sus responsabilidad.

Al llegar a la oficina todo era un completo desastre, la gente entraba y salí de la oficina del señor Raul, los gritos de ese hombre se oían hasta el ascensor, este problema al parecer era más grande de lo que me pude imaginar, dejé mis cosas en mi escritorio y entre de inmediato a la oficina para ver que es lo que sucedía, de un momento a otro sus gritos dejaron de ser para los empleados que se encontrabas en las computadoras, para dirigirse a mi.

—Valla pero por favor alguien sírvale un café a la señorita.—Regunfunio para luego aplaudir con una risa de sarcasmo hacia mi.—¿Quiere un silla su majestad para que esté más cómoda mientras me dice su estúpida y patética escusa ?

—Perdón señor no era mi intención llegar tarde.—Respondí tratando de oírme calmada para no explotar y hacer más grande todo esto.

—¿Perdón?, claro eso para usted soluciona todo, pero déjeme decirle algo eso no soluciona nada, al contrario eso hace que me de cuenta de su incompetencia como persona.—Tomó unos papeles y su mirada regreso de nuevo a aquellos chicos atemorizados.—Les dije que pararan no así que dejen de estar metiendo las narices donde no los llaman.—Aventó los papeles hacia ellos para que continuarán buscando el problema, su ira regreso a mi en cuanto agarraron los papeles — ¡Eso es! — exclamó el señor Raul, golpeando su puño en la mesa — ¡Eso es exactamente lo que pasa con la gente como tú! ¡Siempre buscando excusas y pretextos para no hacer nada!

Me sentí enfadada y herida por sus palabras, pero traté de mantener la calma y no dejar que mis emociones me dominaran.

— Señor Raul, entiendo que esté molesto, pero no creo que sea justo echarme la culpa de todo. Hay problemas en la oficina que no son culpa mía.—El señor Raul se rio de manera sarcástica.

— ¡Problemas! ¡Ja! ¡Tú eres el problema! ¡Tu falta de disciplina y responsabilidad es lo que causa todos los problemas aquí!.—Me sentí agredida por sus palabras y empecé a sentir que estaba perdiendo la paciencia.

— Señor Raul, eso no es justo. Estoy tratando de hacer mi trabajo lo mejor que puedo, pero usted no me da el apoyo ni los recursos que necesito.—El señor Raul se puso de pie y se acercó a mí, su cara roja de ira.

— ¡No me hagas perder más tiempo con tus excusas! ¡Vuelve al trabajo y haz lo que te digo!.—Me sentí intimidada y asustada por su comportamiento, pero traté de mantener la calma y no dejar que me dominara el miedo.

— Sí, señor — dije, tratando de mantener la calma — Haré lo que pueda para mejorar la situación.—El señor Raul se volvió a sentar y me hizo un gesto para que me fuera.

— ¡Vete! ¡Y no me hagas perder más tiempo!.—Salí de la oficina del señor Raul sintiéndome agredida y herida, pero tratando de mantener la calma y no dejar que mis emociones me dominaran. Me preguntaba qué podía hacer para mejorar la situación y cómo podía protegerme de las agresiones del señor Raul, pero claro todas las malditas opciones que se me ocurrían me llevarían a la cárcel y eso no es algo que yo deseo, las horas transcurrían y la bolsa de la empresa seguía decayendo en picada, los gritos no daban tregua al contrario aumentaba más y más conforme las horas pasaban, la soluciones que daban eran estúpidas según lo que el pronunciaba, al trascurso de unos minutos el salio de la oficina y se acercó a mi, con ese caminar tan arrogante y estúpido tal cual es.

—Vendrás conmigo a Nueva York.—no me hizo ni si quiera la pregunta de que sin podía me ordenó de inmediato que lo hiciera.

—¿Por qué yo? ¿No puede ir alguien más?.—El señor Raul se rio con tanta arrogancia y sacamos que me causó miedo en mis adentros

—Hay perdon la señorita a caso ¿no puede?. Pero que crees no te lo pregunte yo pago tu maldito sueldo yo lo decido, así que para tu maldito culo y vamonos.
—Me sentí como su maldito juguete ante su comentario, pero también me sentí incómoda con su tono

—No puedo simplemente dejar todo y seguirlo a Nueva York así como si nada, además no llevo ropa, no iré.—Dije mientras me levantaba de mi asiento.—Consiga a alguien más.—Raul se acercó más a mí y me miró a los ojos

—Oh, Ana. No te preocupes por eso. Yo me encargaré de todo.—Me cargo en su hombro como si fuera un maldito costal de papas que hay en los mercado.

—Bajame idiota.—Empecé a golpear su espalda con mis puños pero parecía que era inútil hacer eso puesto que mis golpes parecían que no le hacían ni el mínimo moretón o le causaba algún tipo de dolor.

—Perdon acaso a su majestad no le gusta como la cargo.–Mención sarcásticamente.—Deja tus rabietas para otro día, que no tengo tiempo para lidiar con ellas.—Me sentí asustada por su arrogancia y no supe qué hacer. No quería ir con él a Nueva York, pero tampoco quería que me hiciera daño. ¿Qué podía hacer?.

Me Enamoré De Mi Secretaria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora