Después de aquel día, Helena no volvió a ser la misma. Había perdido a su amada mascota, y se volvió fría y distante con todos. Sin embargo, a pesar de que todos se sentían mal por ella, Aiden no sentía ni pizca de empatía hacia Helena, ni siquiera habiendo sido él el responsable de la desaparición de Rufus. Un día, viendo lo mal que lo estaba pasando Helena, los 3 amigos se reunieron para buscar la forma de animarla. Surgieron ideas muy buenas, pero hubo una que sin duda supera a las otras: propusieron regalarle otro perro. No hace falta decir quien tuvo esa maravillosa idea, alguien muy interesado en tener un nuevo animal cerca, alguien que ya estaba pensando en el final de ese animal, en el sentimiento que eso le traería y en continuar su obra, que tan solo acababa de empezar. A todo el mundo le encantó la propuesta de Aiden, así que esa misma tarde se fueron los tres a la perrera municipal.
La perrera era un sitio muy frío y triste, lleno de perros en unas condiciones deplorables, no por falta de dedicación y empatía por parte de los voluntarios sino por la miserable subvención que recibían. Esa situación, a nuestro protagonista, le transmitía mucha paz, ver a todos los animales allí sufriendo le hacía sentirse bien. En ese preciso instante, observando a los perros esqueléticos dentro de las jaulas, Aiden se dió cuenta de algo que le iba a cambiar la vida: estaba disfrutando viéndolos sufrir. Él siempre había soñado con la sensación de matar, pero el simple hecho de impartir sufrimiento era lo que le transmitía ese sentimiento que tanto anhelaba. Ahora todo tenía sentido, todo lo que pasó con Rufus. Desde ese día se había estado preguntando por qué no mató al perro directamente, y no lograba encontrar una respuesta, pero al fin la tenía: lo que le hacía sentirse tan bien era el sufrimiento ajeno, especialmente si era causado por él. Por eso disfrutaba tanto torturando a Jonas, no lo quería matar, simplemente hacer que sufriera.
Y en mitad de esos pensamientos la vió: una beagle muy alegre que les miraba desde la distancia. Esa tenía que ser. La perra se llamaba Estrella, y tenía una historia un tanto curiosa. La compraron de un criadero, pero cuando dejó de ser cachorro la abandonaron arrojándola a un río dentro de una bolsa. Por suerte, un hombre que hacía senderismo se percató de la situación y corrió a auxiliar al animal. La llevó al veterinario de urgencias y sorprendentemente lograron salvarla. Su vida parecía al fin haber tomado un rumbo fijo cuando un fatídico día el hombre desapareció sin dejar rastro, y la pobre perra se quedó sola en un pajar, sobreviviendo como podía. Allí la encontró un muchacho que la llevó a la protectora, y desde ese día que sigue allí, esperando a encontrar finalmente a una familia que la quiera. Esa historia conmovió a todos, especialmente a Aiden, aunque a él le llegó por otras razones. A partir de ese momento se obsesionó con la historia de la perra, no podía pensar en nada más, y tenía una idea que le rondaba la cabeza sin parar: ¿como desapareció el hombre, o como lo hicieron desaparecer? Podríamos pensar que era curiosidad, pero conociendo a Aiden claramente no lo era. Si alguien hubiera podido hacer desaparecer a ese hombre, él también podría hacerlo, y dar el salto por fin de animales a humanos.
Finalmente se decidieron por estrella. Después de hacer el papeleo se la llevaron a casa de Marc, donde iba a pasar la noche hasta presentarsela a Helena al día siguiente. La noche la pasó muy bien, era una perra muy tranquila y cariñosa y no tuvo ningún problema para adaptarse a su hogar temporal. Sin duda había elegido bien. A la mañana siguiente, Helena llegó a clase con cara de haber dormido poco, cosa que era habitual desde la desaparición de Rufus. Ese día Aiden llegó temprano a clase, cosa que no era habitual, pero aún fué más extraño que Marc no apareciera, ya que él era siempre super puntual. Helena empezó a preocuparse por Marc, hasta que pasados un par de minutos lo vió aparecer por la puerta. Y no iba solo, ya que Estrella venía con él. Helena se sorprendió, ¿Qué narices hacía Marc con un perro en el colegió? Marc se acercó y le entregó la correa a la que estaba atado el animal. Helena se quedó immobil, procesando aún lo que acababa de pasar, y se echó a llorar, un llanto de alegría por el maravilloso regalo que le habían hecho sus amigos. Toda la clase, que ya estaba informada de lo que iba a suceder, aplaudió con alegría, ya que todos sabían lo mal que lo estaba pasando Helena. Incluso el profesor, quien inicialmente no estaba de acuerdo con traer un perro al colegio, no pudo evitar derramar algunas lágrimas. Pero Aiden... él seguía pensando en cómo disfrutaría haciendo sufrir a ese animal, igual que disfrutó haciendo sufrir a Rufus.
Esa tarde todos fueron a casa de Helena a jugar con el perro, felices al fin al ver a su amiga sonreír por primera vez después del incidente. Aiden se quedó mirando fijamente al perro y empezó a fantasear en todo lo que le haría. Viendo lo mucho que resistió Rufus antes de morir, esta vez empezaría con el tórax. Quería ver todos los órganos funcionando con el animal aún con vida, ver los intestinos contrayéndose, el corazón latir, la sangre fluyendo por las arterias... La última vez había ignorado el hígado y el bazo, pero esta vez les iba a prestar más atención. Después de descartarlos de su masacre con Rufus, quiso informarse un poco más sobre esos órganos que había despreciado, y resultó que eran un manjar. Había despreciado un órgano muy apreciado en gastronomía, el hígado, y esta vez no iba a cometer el mismo error. Lo tenía todo pensado. Primero, abriría el perro en canal, no solamente cortando la piel sino también el músculo, ya que no quería alargar mucho la apertura del tórax para evitar que el dolor causara la muerte del animal antes de tiempo. Después de seccionar los músculos, tomaría unas tenazas para cortar las costillas una a una, ya que la sierra eléctrica, al hacer tanto ruido, asustaba al animal, cosa que podía acelerar su muerte. Una vez abierto, simplemente iba a observar todos los órganos funcionando, el maravilloso mecanismo del organismo animal en plena acción. Tarde o temprano, la perra moriría, y allí empezaría el momento gastronómico, empezando por el corazón, como la última vez, y a continuación el hígado y el bazo. Finalmente, iba a disfrutar saboreando la médula ósea que tanto había disfrutado en su primera víctima. Esos cortes sí que los podría hacer con la sierra eléctrica, ya que, esta vez, el perro ya iba a estar muerto.
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13 días de infierno
HorrorAiden és un chico normal con un secreto que le consume desde pequeño: un deseo oscuro de causar dolor. Su obra empieza a una temprana edad, ¿conseguirá completarla?