Después de la cena con la familia de Helena, Aiden no se fué a casa sinó que se dirigió al bosque, a su cabaña. No había ido desde hacía muchos años, cuando inició su obra con Rufus, y debía prepararla para Helena. El olor a podrido se percibía mucho antes de llegar, al fin y al cabo, el cuerpo de Rufus seguía allí, descomponiéndose, desde hacía ya unos años. Abrió la puerta y entró, tapándose la nariz para soportar ese olor pestilente. Aún estaban los intestinos podridos y llenos de bichos colgando como una guirnalda, y el cuerpo del perro, o lo que quedaba de él, seguía atado sobre la mesa. Aiden se entretuvo retirando todos los restos y dejando la cabaña impoluta, quería que estuviera limpia para Helena, ya que iba a hacerla ir y luego allí la dejaría inconsciente y empezaría su obra. A pesar de sus esfuerzos, el hedor tardaría un tiempo en desaparecer, así que dejó un par de ambientadores y decidió volver en unos días a ver cómo estaba todo. Ya empezaba a amanecer, el trabajo de limpieza le había llevado toda la noche, y debía volver a casa para prepararse para ir a la facultad.
Helena y Aiden decidieron verse todos los miércoles, y mantuvieron esas quedadas durante un par de meses, hasta que el día llegó. Antes de quedar con Helena, Aiden regresó a la cabaña para verificar que todo estuviera en orden. Le había quedado muy bonita y no había rastro del hedor a podrido. En su lugar, había un dulce aroma a flores que provenía de dos ambientadores que había colocado para enmascarar el hedor. Ese miércoles, Aiden le dijo a Helena que había encontrado una cabaña abandonada un tiempo atrás y que la había decorado y arreglado para poder ir con amigos, y dada la confianza que se tenían, quería que fuera ella la primera en conocerla, de modo que los dos se dirigieron al bosque, a la cabaña. Helena entró delante y quedó fascinada con lo bonita que le había quedado la cabaña. Los dos amigos se sentaron en el sofá tomándose unas cervezas, pero Helena no sabía que la suya llevaba un ingrediente especial: un sedante que Aiden había robado de la facultad. Helena se tomó la cerveza sin ninguna sospecha acerca de las intenciones de su amigo, y al cabo de un rato empezó a sentirse un poco cansada. El cansancio pasó a mareo, y el mareo a un sueño profundo. Aiden aprovechó la situación, agarró a su amiga y la ató a la mesa con unas correas que había preparado para la ocasión. Estaría dormida unas cuantas horas, tiempo suficiente para buscar una coartada.
Después de asegurarse de que estaba bien atada, cogió sus cosas y se dirigió a casa de Helena. Llamó a la puerta y su madre abrió. La mujer no se sorprendió al ver a Aiden, ya que su hija se entendía muy bien con él y a menudo estaba por su casa. Sin embargo, ese día la cara de Aiden denotaba que algo no iba bien, y la mujer se preocupó mucho cuando el muchacho le dijo que su hija no se había presentado donde habían quedado como cada miércoles. Los dos fueron a dar una vuelta por el barrio y a preguntar por Helena entre los vecinos, pero nadie sabía nada, Aiden se había asegurado de que no hubiera ningún testigo. La mujer estaba cada vez más nerviosa, y a las 9 de la noche, al no saber nada de la chica, llamaron a la policía, que llegó inmediatamente. Aiden testificó primero, y les comentó que habían quedado en el bar de la plaza pero que, al no presentarse Helena, había ido a buscarla a su casa, y allí se había encontrado con su madre, con la que había recorrido todo el barrio buscando a la chica. La madre estaba muy nerviosa, gritaba y lloraba y no era capaz de explicar nada a la policía. Al cabo de un rato llegó el padre, que aún no sabía nada de lo que estaba ocurriendo. Llegaba muy contento a decirle a su familia que le habían ascendido, pero su rostro cambió por completo al ver la escena: la policía en su casa y su mujer llorando sin poder articular palabra. Fué Aiden quien se acercó al hombre y le explicó lo que estaba pasando. Se derrumbó. Al instante llegó Sergió, el hermano de Helena, y la escena se repitió. Nuevamente, fué Aiden quien le informó de lo que estaba pasando, pero él no se derrumbó: estaba convencido de que Helena volvería. Pero nunca volvió.
Estuvieron toda la noche en casa con la policía, y cuando empezó a amanecer, éstos se fueron y la familia de Helena se quedó sola. La madre no paraba de llorar, y Aiden trataba de consolarla mientras el padre y el hermano seguían aún en shock. Tenía que interpretar un papel, el papel de amigo desolado que se entrega en cuerpo y alma a encontrar a la chica desaparecida, el que está allí para la familia todas las noches de llantos desesperados por la desaparición de Helena. Debía ser el héroe de la historia para que nadie sospechara de él.
Aiden se quedó a dormir en casa de Helena, ya que no podía dejar sola a su familia dado el estado en que se encontraban. Al día siguiente, bien temprano, se fué a su casa a descansar al fin, ya que no había podido pegar ojo con todo el movimiento que había en casa de Helena. Durmió todo el día, hasta que una preocupación lo sacó de la cama: Helena. ¿Seguiría aún dormida? Debía comprobarlo. Se vistió y se dirigió a la cabaña del bosque. Abrió la puerta con cautela y entró, yendo directamente a la mesa donde Helena había pasado la noche. Y allí seguía, dormida, su amiga. Respiro un poco más aliviado, no podía volver a descuidarse de ella así o le descubrirían antes de poder completar su obra. En ese momento, un ruido le hizo estremecerse: Helena estaba despertando.
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13 días de infierno
УжасыAiden és un chico normal con un secreto que le consume desde pequeño: un deseo oscuro de causar dolor. Su obra empieza a una temprana edad, ¿conseguirá completarla?