18. Billie

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El ruido de la puerta me despertó de golpe. Abrí los ojos y me sentí un tanto desorientada. Miré a mi alrededor y en cuanto giré mi cabeza hacia la izquierda... los latidos del corazón se me dispararon. El cambio de sensación fue tan brusco que intenté incorporarme de golpe, nerviosa, pero había algo que me lo impedía.

Tras mi espalda, Matt dormía profundamente, debimos de habernos quedado dormidos porque no recordaba cómo había acabado nuestra conversación. Bueno, sí, recordaba a la perfección sus palabras:
«A veces hay personas que se van de tu vida para dejar su lugar a quienes realmente lo merecen».

¿Era eso cierto?

¿Acaso era él esa persona?

¿E Isabella, que pasaba con ella?

¿Realmente necesitaba de otra persona para sentirme al cien por cien?

No podía parar de hacerme preguntas que solo mi subconsciente y yo conocíamos y claramente nadie iba a responder.
¿Podía considerar a Isabella "amiga"? Sólo nos conocíamos de hacía días, no sabía nada de ella ni ella de mí.

Ejem.

Inconscientemente —o no tanto— miré a la persona que descansaba junto a mí, con una camiseta básica larga y un pantalón de cuadros digno de película navideña, y no pude evitar hacerme la misma pregunta.

¿Era Matt un amigo?

¿Era algo más que eso?

Al fin y al cabo, me había abierto con él como nunca antes había hecho con nadie.

—Segundos buenos días, Almendra. —Con la voz ronca, Matt interrumpió mis pensamientos.

Di un respingo.

¿Qué acab...?

Estaba boca arriba, apoyado en el reposabrazos del sofá —demasiado estrecho, por cierto—. Su brazo me rodeaba el tronco, apoyado en su pecho y sus piernas se abrían a mis costados, dejando un hueco en el medio para mí. Me tensé al darme cuenta de nuestra posición.

¿En qué momento habíamos acabado así?

No pude impedir la risa nerviosa cuando levanté la cabeza y se me quedó mirando. Su pelo estaba completamente despeinado y algunos de sus mechones le caían por la cara. Apenas abría los ojos, haciendo una mueca muy graciosa.
Resopló tras quedarse unos segundos totalmente inmóvil y de nuevo echó la cabeza para atrás.

— ¿Qué hora es? —le oí murmurar.

Extendí el brazo hasta alcanzar mi móvil, que estaba apoyado sobre la mesita de café.

— ¡La 13:30! —chilló... ¡¿Mi abuela?! Antes de que pudiese decir nada, acercándose a la cocina, cargada de bolsas.

El calor ascendió a mis mejillas, que se colorearon en menos de un segundo y me levanté de un salto, liberándome de su brazo. Matt se reía a carcajadas. Tiró de mi camiseta haciéndome caer de nuevo entre sus piernas y me giré hacia él con el ceño fruncido y los labios apretados.

—Vale, vale...—levantó los brazos en señal de rendición.

—Fingiré no haber visto nada. —bromeó Bell, y se acercó a nosotros cubriéndose la vista con una mano.

—Esto... n-no es lo que parece— tartamudeé, con la cara del color de mi pelo—. Quiero decir... que él y yo, o sea que yo y Matt no...

Matt no aguantó más y comenzó a desternillarse. Lo golpeé en el hombro, incómoda y al momento me soltó, permitiéndome levantarme de nuevo. Me dedicó una amplia sonrisa mostrándome su dentadura perfecta y le di la espalda. Mi abuela, de camino a la cocina con mi plato vacío de tortitas, parecía reírse de nosotros.

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