VII

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Estaba sentada en la sala a oscuras con mis tareas ya hechas. En esos momentos, aquellos repletos de silencio, no podía evitar pensar. Todas esas ideas que uno intenta evitar en algún punto llegan queramos o no. Entonces encendiste la luz entrando. En un segundo cambié mi expresión y me acerqué a ayudarte con la caja que cargabas, esa noche habías decidido comprar pizza para las dos.
“Lo lamento, debí al menos haber preparado la mesa. Dame esa caja, yo me encargo de todo. Lo siento.” Mis palabras salieron de mi boca demasiado rápido. Tú te quedaste un momento observándome extrañada.
“No pasa nada. Hazlo ahora mientras me cambio. Pasa la pizza al molde lila.”
Llevé servilletas, dos platos, cubiertos, la pizza en el molde que pidió, nuestros vasos y la jarra con jugo a la mesa. Me senté a esperarte mirando algunas notificaciones de mi teléfono, ninguna destacable en ese momento. Fue cuando volviste que llegó ese mail. Recuerdo el momento. Tú apoyabas tu bastón cuando lo oímos. Yo dije que seguro no era nada, pero insististe en que viera de que se trataba. En cuanto encendí la pantalla allí estaba. Di un grito que te asustó.
“¿Está todo bien? ¿Qué sucede?” No vi cómo me mirabas, pero yo conozco ese tono tuyo de preocupación.
“¡Iré al festival de cine en que estará Nessa!” Tampoco vi tu reacción a esas palabras, no sé qué pensaste cuando ese nombre salió de mí. Cuando levanté la mirada estabas en silencio, quieta, mirándome fijamente. Yo no había dicho nada a nadie de que participé de un sorteo porque estaba segura de que no ganaría. Yo no era una persona afortunada, jamás me tocaban ese tipo de cosas. Debí ver que eso no era para mí. Lo pálida que te habías puesto no me dijo nada en ese instante de felicidad. Pensé que se trataba de un consuelo por lo mal que a veces me sentía, pero me equivoqué. Eso que creía para mí era algo que el destino enviaba para ti.

En el día libre me junté con amigas, tenía que darles la noticia de que iba a ir al evento. Por supuesto que todas se alegraron por mí al enterarse, y a su vez iniciaron una pequeña discusión de cuál de ellas me acompañaría. Yo tenía en claro que quien sea debía tener auto porque no estábamos cerca del centro en que se realizaba. De ellas, la que podría haberme llevado no estaba interesada en ir.
“Si nadie con coche quiere acompañarme, ¿vendrías tú conmigo?” Insistí después de decirle que probablemente habría alguna película o actor que ella le interesase. Al menos quería tenerla como opción.
“Ni hablar, sabes que no me gustan los espacios llenos de gente.” Su motivo era razonable. A lo largo de los años habíamos comenzado a teorizar que lo suyo era un caso de agorafobia sin tratar.
“¿Pero porque ella y no alguna de nosotras?”
“Chicas, necesito transporte. Si consiguieras un coche prestado te diría que me acompañes.” Pero claro, ¿quién iba a prestarle su auto? Ese era el único criterio que podía tener para seleccionar a una de las chicas.
En algún punto la charla pasó a ser acerca la vida amorosa de todas, tanto existente como no. Yo me mantuve callada la mayor parte porque no tenía a nadie de quien comentar. Escuché las historias de todas hasta que preguntaron por mí. Sin respuesta, comenzaron a preguntarme por personas y entre esa gente te mencionaron a ti. Pensé en el beso y mis mejillas se ruborizaron un poco. No lo acepté, negué todo diciendo que sería poco profesional. Recuerdo haber usado la palabra límites, ¿en qué momento eso se comenzó a desvanecer entre nosotras?

Cuando regresé al departamento lo hice con un mensaje en que avisabas que había visitas. La mujer que vi sentada contigo era la definición de perfección. Te sonreía y en sus ojos veía cierto brillo. Me molestó su presencia, la forma en que te miraba. Recuerdo que se quedó a pasar la noche. Me sentí indignada más allá de confundida. Esas dos cosas me llevaron a pensar de más. ¿Y sí ella te gustaba? ¿Qué historia tenían juntas? ¿Tú serías la activa?
Llegué a la conclusión de que algo se sentía fuera de lugar para mí y por eso esas cuestiones, que encontraba absurdas en su momento, me estaban afectando tanto. Yo no encajaba en tu vida más allá de hacerme cargo de algunas tareas por más que nuestro vínculo excedía eso. De hecho, no terminaba de encajar en ningún lado. No tenía casi nada propio.

El día siguiente fue normal según recuerdo. Tu invitada se había ido volviendo a ser solo nosotras dos, fue la noche en la que se complicaron las cosas. No habías llamado, no me habías escrito y tampoco había aviso alguno de que regresarías tarde. Preparé algo simple para cenar sobre la hora por la variedad de tareas que me habías asignado. No llegaste. Te escribí y nada. Poco a poco mi preocupación fue en aumento. Las horas pasaban sin noticias.

Llegaste ebria y yo me enfadé. No sé con certeza qué te pasó, pero lo que fuera te llevó no sólo a emborracharte sino a manejar en ese estado. Tú nunca fuiste así de irresponsable. Grité enojada sin pensar que mis palabras podían herirte más. Mina, ¿crees que si mis reacciones hubieran sido otras nuestra historia sería distinta?

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⏰ Última actualización: May 06 ⏰

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