Kai Morris
5:30 am, mi alarma suena rompiendo el silencio sepulcral que acostumbro tener en casa. Sin demasiadas objeciones, me levanto de la cama y voy directo hacia la ducha. Una vez que termino de bañarme, escojo algo cómodo para usar y un abrigo que me permita hacerle frente al frío de la mañana. Para eso de las 6:15 ya estoy listo, dispuesto a tomar la primera taza de café del día, mientras le doy una vista rápida a mis redes sociales. Una rutina casi igual de básica y aburrida que yo, pero, cuando repites algo todos los días al final termina por gustarte, o bueno al menos no lo odias por completo. Como sea, tengo un techo sobre mi cabeza, por más que este en cualquier momento se caiga sobre mí; un trabajo que me permite llegar a fin de mes; y amigos más o menos decentes con los que me junto de vez en cuando. Pero ey, no todo es tan malo, al fin y al cabo, vivo en la ciudad con la que siempre soñé, y aunque no tenga la vida más deslumbrante del mundo, estoy un paso más cerca de lograrlo algún día. Quien diría que el destino no tenía planeado nada grande para mí, cuando hace un par de años, al terminar la universidad, tomé la decisión de dejarlo todo y lanzarme a lo desconocido.
El tiempo se me fue limpiando algunas cosas en el apartamento, poniendo ropa a lavar y terminando un par de informes en mi ordenador, que para cuando me di cuenta ya casi era hora de entrar a la oficina. Salí a tropezones hacia la calle y caminé a gran velocidad, sin considerar cuantos autos por poco me llevan puesto. Prácticamente sin aliento entré en las instalaciones de la televisora, y al checar la hora, noté que convenientemente había llegado tres minutos antes. Teniendo en cuenta la racha de mala suerte que venía arrastrando, era un alivio que al menos una cosa me saliera bien, o eso pensaba, porque una vez más quedé como payaso.
Fui directo a marcar tarjeta para registrar mi ingreso como todos los días, pero para mi sorpresa esta fue denegada. Segundos más tarde apareció Kim, la recepcionista del edificio trayendo consigo una caja repleta de archivos, informes y objetos personales que guardaba en mi pequeña oficina.
- ¿Y esto que significa? ¿Nos mudamos? - Pregunté alzando una ceja.
- Lo siento, solo sigo ordenes - Dijo ella de forma tranquila y amable, entregándome la caja.
- No soy estúpido, es obvio que entiendo que me están echando. Pero, ¿No van a decirme nada más? ¿Qué fue lo qué pasó? Les envié todo lo que pidieron, los guiones corregidos, la lista de requisitos para los concursantes, el porcentaje de ganancias, ¿Acaso no lo hice bien?, hace semanas que no duermo para que ningún detalle se me pasara por alto. He puesto todo de mí en este proyecto.
- No me explicaron mucho más. Solo que te diera esto y te dijera que los jefes se comunicarían contigo por correo para acordar los detalles del pago por tus servicios - Respondió con una sonrisa y se marchó.
¿Solo tenía que irme? ¿Así sin más? Cuando literalmente hice todo su trabajo por un mísero sueldo que apenas y me alcanzaba para vivir. Sentía como el coraje se acumulaba mi pecho y comenzaba a subir hacia mi garganta. ¡Que ni crean que me tragaría mi orgullo y saldría por esa puerta sin exigir una buena explicación!
Me acerqué hecho una furia hasta el mostrador de informes y pedí que me comunicaran con Mike, el director del programa, del cual yo era asistente, énfasis en "era".
- Perdona Kai, pero no se puede, él está muy ocupado ahora. Las audiciones comienzan a grabarse esta tarde y todavía queda mucho por hacer. Voy a tener que pedirte que te vayas, no quisiera llamar a seguridad - Me dijo Kim, con la misma tranquilidad que antes.
- ¡No me importa qué carajos esté haciendo! Dile que venga, joder - Grité, haciendo que todos alrededor voltearan curiosos.
- ¿Todo bien aquí? – Preguntó uno de los guardias acercándose a nosotros.
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Encuéntrame en una canción
RomanceLas canciones, al igual que las personas, son capaces de transformar tu mundo si escoges la correcta. Pero como toda buena canción, el amor puede ser más difícil de encontrar de lo que parece, y para la súper estrella de la música, Derek Green, lleg...