Capítulo 6: La curiosidad no mató al gato, pero si a la estrella.

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Despierto confundido al darme cuenta que estoy en una habitación que no conozco en lo absoluto, perfectamente tapado y tan relajado como nunca en mi vida. Tomo asiento apoyando la cabeza sobre el respaldo de la cama y permanezco así unos segundos. Es ahí cuando comprendo que fue muy tonto de mi parte aceptar la invitación de Kai, como si lleváramos siendo amigos por años, porque, a fin de cuentas, yo no sé nada de él y él no sabe nada de mí.

Me agacho para buscar mis zapatos debajo de la cama, cuando escucho un rechinido proveniente de la puerta.

-OH, así que eres de esos – Dice Kai, entre risas.

- ¿Y eso que significa?

- Ya sabes, los que salen corriendo luego de...

No sé si aún continuaba dormido, o si mi cerebro se encontraba demasiado aturdido como para comprender la ironía en su voz, pero me fue imposible captar que estaba jugando conmigo.

- ¿Acaso tú y yo? .... – Pregunté aterrado, abriendo los ojos de par en par.

-Oh mi Dios, NO. Si ubicas lo que se llama broma, ¿verdad?, no hablaba enserio. Además, se supone que el borracho era yo, como es que tu no recordarías sí.... ¿Sabes?, no sé porque estamos hablando de esto, olvídalo.

Kai apartó la mirada, pero eso no impidió que notara como sus mejillas se enrojecieron. Continuó caminando hacia dentro de la habitación cargando consigo una bandeja que tenía dos tazas de café y tostadas con mermelada.

-Wow, hasta desayuno trajiste, pero qué servicio más completo. Si tu empleo no funciona, deberías considerar trabajar en un hotel, sobre todo por tu simpatía.

-Mira nada más, alguien se levantó graciosito.

Fue entonces cuando al intentar tomar una de las tazas, nuestros dedos se rozaron. Un instante que bastó para acabar con la poca estabilidad mental que me quedaba. No sabría cómo describirlo, pero se sintió raro, y no en un mal sentido, sino, diferente. Es chistoso pensar que unos días atrás hubiese jurado que jamás en la vida sería amigo de alguien como Kai Morris, y ahora, sin embargo, me encuentro bajo el mismo techo que él, a punto de desayunar juntos y haciéndome preguntas absurdas cuando lo único que hicimos fue rozar nuestras manos por un maldito segundo. Algo que no debería resultarme extraño, ya que apenas si nos conocemos, y en algunas semanas, cuando el programa termine de grabarse, yo regresaré a mi vida normal, de conciertos, eventos privados y entrevistas, visitaré infinidad de lugares nuevos, y él se quedará aquí en su ciudad, a donde pertenece. Será como si nunca hubiésemos hablado, un simple compañero de trabajo, como los he tenido miles.

- ¿Derek? ¿Me estás escuchando? ¡HOLA! – Dijo sacándome de la burbuja en la que estaba.

- Sí, lo siento. ¿Qué decías?

- Nada importante, solo pregunté si esto estaba bien para ti.

Otra vez mis ojos se abrieron considerablemente y las manos comenzaron a temblarme, por lo que tuve que aferrarme a la taza para no dejarla caer.

- ¿Qué cosa?

- El café, obvio, ¿Qué otra cosa sería?

- Nada, no me hagas caso. En las mañanas no pienso demasiado.

- En las mañanas, ni nunca – Dijo dejando a la vista una enorme sonrisa, sin ocultar lo mucho que disfrutaba el hacerme quedar como idiota.

- Me alegro que te diviertas a mi costa, pero de todos modos, quería agradecerte por todo. Había olvidado el grandioso sabor a pan recién tostado.

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