14. Pizza

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—¿Quien quiere pizza?  --preguntó la maestra fingiendo una sonrisa.

—¡Yo! —se escuchó por todo el aula

Ella rápidamente los mandó callarse; hacía tiempo que les había enseñado el juego del silencio.

--Muy bien --habló bajito-- saben las reglas del juego, ¿las recuerdan, verdad?

Los pequeños asintieron. La maestra temerosa, dio los ultimos vasos con jugo de naranja a  los niños. El tiempo sería su aliado. Los monstruos aún no llegaba a ellos.

El pequeño cerebro, la pequeña mentalidad de esos queridos y retorcidos escuincles no comprendía lo qu eestaba por pasar. 
Excepto por esa diminuta parte de su alma.

Esa retorcida parte no les pertenecía, algo había cambiado ese 31 de Octubre, al regresar de esa casa que estaba en ruinas.

—Ahora, primero una siesta y después podemos comer toda la pizza que quieran, ¿les agrada la idea, niños?

—¡Si! —manifestaron eufóricos.

Después de pocos minutos, el veneno comenzó a hacer efecto, los pequeños dejaron de respirar poco a poco, a dejar de moverse.

Era lo mejor.

Era lo mejor.

Era lo mejor.

Se lo repetía una y otra vez, no podía dejar que los demonios que se habían apoderado de esos niños terminaran con la vida del resto de los habitantes del pueblo.

Hasta la fecha, esa historia había estado en mi cabeza, en la historia del pueblo, pero ahora, medio siglo después, yo, siendo ahora una adulta, entiendo que era lo mejor, entiendo el por qué mi abuela lo hizo.

El único problema, es que ahora yo tengo que hacerlo, y mi hija me suplica que no lo haga, pero sé que no es ella, y ahora el destino de la ciudad, depende de un grupo de padres que no quieren dañar a sus hijos.

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⏰ Última actualización: Aug 11 ⏰

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