En el frenético corazón del centro comercial, la tienda de ropa desbordaba energía con cada cliente que cruzaba sus puertas. La mañana avanzaba perezosamente, imbuida en la rutina de un miércoles cualquiera. Patricia, sumida en la tarea de doblar camisetas en la sección infantil, fue súbitamente sacudida de su ensimismamiento por la inconfundible presencia de Berta, la imponente jefa de tienda.
El estruendoso repiqueteo de los tacones de Berta anunciaba su llegada antes de que sus palabras lo hicieran.
—¡Patricia! —retumbó la voz de Berta, haciendo que Patricia diera un respingo y dejara caer una camiseta en un movimiento torpe.
—¿S-Sí, señorita Berta? —respondió Patricia, luchando por mantener la compostura y ocultar el temblor en su voz.
Berta frunció el ceño, clavando su mirada afilada en Patricia.
—¿Puedes explicarme dónde está tu compañera Samanta? —espetó con tono autoritario.
Patricia arrugó la frente, confundida.
—No conozco a ninguna Samanta, señorita Berta —respondió con vacilación.
Berta soltó un suspiro exasperado, rodando los ojos.
— ¿Cómo que no? ¡Samanta! Esa chica que siempre está parloteando con ustedes. ¿Dónde está?
Patricia se mordió el labio inferior, tratando de mantener la calma.
—Oh, ¿se refiere a Emilia? —dijo, comprendiendo finalmente.
—¡Sí, exactamente! ¿Dónde está? ¡Otra vez llega tarde! —exclamó Berta, sacudiendo la cabeza con frustración.
Patricia tragó saliva, pensando rápidamente.
—No estoy segura, señorita Berta. No la he visto, pero Emilia fue trasladada a la sección de hombres. Tal vez ya esté allí —respondió con un tono conciliador.
Berta frunció el ceño, considerando la información.
—Hmm, supongo que podría estar allí. Iré a verificar. Gracias, Patricia —dijo con un gesto de asentimiento—. Eres nueva en el trabajo, ¿verdad?
Patricia contuvo una risita nerviosa.
—La verdad es que no, señorita Berta. Llevo trabajando aquí dos años.
Berta parpadeó, sorprendida, pero rápidamente recuperó la compostura.
—Oh... bueno... ¡Vuelve a tu trabajo! Iré a buscar a Samanta—sentencia antes de alejarse con su característico repiqueteo de tacones.
Patricia suspir con resignación, ya acostumbrada a cubrir los turnos de su irresponsable colega. Mientras intentaba mantenerse al tanto de sus propias tareas, divisó a lo lejos a Emilia, su extrovertida y coqueta amiga, que intentaba entrar furtivamente al edificio.
Patricia frunció el ceño al verla, sabiendo que si alguien las veía juntas, ambas tendrían problemas.
—¡Emilia, qué estás haciendo! ¡Puedes medirnos en un lío! —exclamó Patricia en un angustiado susurro.
Emilia, con una sonrisa pícara en los labios, se acercó a Patricia y le rogó con ojos suplicantes:
—Por favor, necesito entrar. Prometo que no volverá a suceder.
Al principio, Patricia se resistió, pero la persuasión de Emilia finalmente la convenció. Después de asegurarse de que nadie las veía, abrió la puerta y dejó pasar a su amiga.
Una vez dentro, Patricia no pudo contener su curiosidad.
—¿Por qué llegas tan tarde, Emilia? ¿Qué excusa tienes esta vez? —preguntó con una sonrisa traviesa.
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Doble Vida, Doble Mentira
Fanfiction¿Cómo puede Bruno Molina mantenerse a flote en un mar de mentiras? Cuando una carta amenaza con revelar su mayor secreto, se encuentra atrapado en una red de engaños y falsas promesas. Con su abuela esperando conocer a su prometida, Bruno se ve obli...