El buzón de voz sonaba una y otra vez, y Bruno sentía cómo su cuerpo se tensaba de nervios. Emilia no le respondía. Sus abuelos estaban a punto de llegar, y no había señales de Emilia por ninguna parte.
Bruno, un joven de cabello oscuro y desordenado, con ojos inquietos y hombros tensos, paseaba por la sala como un león enjaulado. El sudor perlaba su frente mientras marcaba una y otra vez el número celular de Emilia. El tono de espera resonaba en sus oídos como una burla cruel. Finalmente, rendido de cansancio y frustración, lanzó su teléfono al sillón con un gruñido ahogado.
En ese preciso momento, el ruido de un auto deteniéndose frente a su casa lo sacó de su trance. El corazón le dio un vuelco, y sintió como si una mano invisible le apretara el pecho. Con pasos temblorosos, caminó hacia la ventana y corrió un poco la cortina. La luz del atardecer se filtró, creando patrones danzantes en el suelo de madera.
Un taxi se encontraba estacionado frente a su casa, y poco a poco empezó a distinguir las voces familiares de sus abuelos. El murmullo de su conversación se mezclaba con el sonido distante del tráfico, creando una cacofonía que aumentaba su ansiedad.
—Señor, sé que nunca cumplo lo que te digo, pero échame una manito hoy —murmuró Bruno, mirando el techo con una fe que no tenía del todo—. Ayúdame a que todo esto salga bien. Si lo haces, te juro que seré un hombre nuevo y respetable.
El sonido de la puerta siendo golpeada hizo que Bruno diera un respingo. Rígido, caminó hacia la entrada, sintiendo cada paso como si fuera a través de arena movediza. No se había dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración hasta que abrió.
—¡Mi niño hermoso! —exclamó su abuela, una mujer bajita y regordeta con el cabello blanco recogido en un moño. Entró con pasos cortos y rápidos, abrazando a su nieto—. ¿Cómo estás, mi niñito? Te veo más delgado, Bruno. ¿Estás comiendo bien?
—Hola, abue...
—¡Mira esta casa! Está muy fría, ¿no crees, querido? —siguió hablando la abuela mientras entraba, su perfume floral inundando el ambiente.
El abuelo, alto y delgado, la seguía con un andar más pausado, apoyándose ligeramente en un bastón. Saludó con una sonrisa tranquila y una mirada curiosa.
—Hola, abuelita. Hola, abuelo. Adelante, pasen, por favor —dijo Bruno, tratando de mantener una sonrisa mientras su mente trabajaba a toda velocidad, buscando una solución.
Mientras sus abuelos se instalaban en el sofá, Bruno seguía lanzando miradas nerviosas hacia la puerta. El nudo en su estómago se apretaba con cada minuto que pasaba. La ansiedad le recorría el cuerpo como una corriente eléctrica.
—¿Y tu novia, Bruno? Nos dijiste que hoy la conoceríamos —dijo su abuela, rompiendo el silencio con una sonrisa expectante.
—Ya viene, abue. Debe venir en camino del trabajo, ya saben —respondió Bruno, sentándose en la orilla del sillón, pasándose las manos por el pantalón y sintiendo la tela áspera bajo sus palmas sudorosas—. Pero mientras tanto, cuéntenme, ¿qué tal el viaje? ¿Quieren beber algo?
Por un instante, mientras servía té a sus abuelos, Bruno sintió una falsa sensación de normalidad. El aroma familiar del té de jazmín llenó la sala, trayendo recuerdos de su infancia. Sin embargo, con cada mirada al reloj, sentía que el tiempo se aceleraba y ralentizaba caprichosamente. El tic-tac resonaba en sus oídos como un tambor implacable.
—Oh, no, no. Fue un viaje bastante tranquilo, ¿no es así, cariño? —respondió la abuela, sus ojos brillando de emoción—. Tu abuelo durmió todo el viaje. Imagínate la vergüenza que pasé cuando roncaba como un animal.
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Doble Vida, Doble Mentira
Fanfiction¿Cómo puede Bruno Molina mantenerse a flote en un mar de mentiras? Cuando una carta amenaza con revelar su mayor secreto, se encuentra atrapado en una red de engaños y falsas promesas. Con su abuela esperando conocer a su prometida, Bruno se ve obli...