Dudas

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Harry ajustó su mochila sobre los hombros mientras miraba el tren frente a el, por última vez antes de partir. Este no sería un viaje más para estudios del Ministerio o para enseñar en Hogwarts. Esta vez, Harry se embarcaba en una expedición para estudiar criaturas mágicas en Asia, una oportunidad única en la vida que no podía dejar pasar, aunque eso significara estar lejos de Draco durante meses.

Draco había tratado de mantener una fachada de calma, pero sus ojos revelaban una inquietud que no podía disimular. Mientras Harry ajustaba la última correa de su mochila, Draco se acercó y lo tomó de la mano, sus dedos entrelazándose con fuerza.

"¿Estás seguro de que tienes que hacer esto?" preguntó Draco, su voz apenas un susurro entre el bullicio de las despedidas y el silbido del tren.

Harry asintió, apretando la mano de Draco. "Es una oportunidad única, ya sabes. Pero estaré de vuelta antes de que te des cuenta." respondió, intentando darle una seguridad que él mismo luchaba por sentir.

Draco intentó sonreír, pero era una sonrisa triste, forzada. "Sé que es importante para ti. Solo...cuídate, ¿De acuerdo? No todos esos dragones y criaturas mágicas sabrán que eres Harry Potter."

"Eso es exactamente por qué debo ir." bromeó Harry, tratando de aligerar el momento. Luego, más serio, agregó, "Voy a escribirte todo el tiempo, Draco. No habrá un solo día en que no sepas de mí."

Los dos se abrazaron, buscando calor en el cuerpo ajeno. "Te amo," murmuró Draco contra el hombro de Harry.

"Y yo a ti," respondió Harry, su voz ahogada por la emoción. "Siempre."

Con una última mirada, Harry se subió al tren que lo llevaría lejos de Draco, cada uno con el corazón pesado pero sosteniéndose en las promesas hechas y en el amor que, a pesar de la distancia, prometieron mantener vivo. El tren comenzó a moverse, y Draco permaneció en el andén, observando cómo se alejaba hasta que el tren ya no fue más que un punto en la distancia.

Al principio, las cartas entre Harry y Draco eran frecuentes y llenas de promesas y amor. Draco describía sus días en el Ministerio y sus noches solitarias en la casa que compartían, mientras que Harry relataba sus aventuras y encuentros con criaturas fascinantes.

Sin embargo, conforme pasaban las semanas, las respuestas de Draco comenzaron a espaciarse más y más.

Un día, sentado junto a una fogata en las remotas montañas de Bhután, Harry recibió una carta de Hermione.
Entre líneas de preocupación habitual por su seguridad y preguntas sobre su salud, dejó caer una frase que le heló la sangre: "¿Has hablado recientemente con Draco? Hay rumores..."

Los rumores, que Harry trató de ignorar, se hicieron más insistentes. Se hablaba de cenas en el callejón Diagon con un colega del Ministerio, encuentros en cafés de Londres, y paseos por lugares que solían ser especiales solo para Harry y Draco.

Cada carta que Harry enviaba buscando explicaciones parecía chocar contra un muro de formalidad creciente por parte de Draco.

"Querido Harry." empezó una de las últimas cartas de Draco, "espero que este mensaje te encuentre bien y que tus investigaciones estén progresando adecuadamente. Aquí todo sigue normal. Saludos, Draco."

Estaba herido y confundido, sentía cómo el hombre que amaba se transformaba en un extraño. Las cartas de Draco ya no contenían queridas anécdotas ni palabras de amor; eran meros informes de su vida cotidiana, escritos con una cortesía que dolía más que la indiferencia.

Incapaz de soportar la distancia y los rumores, Harry envió un pensadero portátil a Draco con un simple mensaje: "Necesito verte. Necesito saber la verdad."

Draco recibió el pensadero una fría mañana de noviembre. Al activarlo, vio no solo a Harry, sino también el dolor y la sinceridad en sus ojos. Esa noche, por primera vez en meses, Draco respondió no con una carta, sino apareciendo en persona a través de la red de chimeneas.

Cuando Draco se encontró cara a cara con Harry, después de ese doloroso período de comunicación formal y distante, sabía que tenía que explicar las razones detrás de su cambio. La tensión era palpable en el aire mientras ambos se sentaban frente a la chimenea, con el fuego reflejando sombras sobre sus rostros serios.

"Harry," comenzó Draco, su voz llena de una hesitación poco característica. "Sé que mis cartas, han sido distantes y formales. No fue mi intención hacerte sentir excluido o dudar de mi lealtad hacia ti. Todo empezó, cuando los rumores llegaron a mis oídos por primera vez."

Draco hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas. "En el Ministerio, las palabras vuelan más rápido que las lechuzas, y cuando oí que me acusaban de ser infiel, me aterroricé. No solo por lo que pensarías, sino también porque esos rumores podrían dañarte."

Observó las llamas por un momento antes de continuar. "Decidí entonces adoptar un tono más formal, creyendo ingenuamente que podría protegernos a ambos de más especulaciones. Pensé que si nuestra correspondencia parecía estrictamente profesional, aquellos que intentaban entrometerse perderían interés. Fue estúpido, lo sé. Solo quería salvaguardar lo nuestro, pero me equivoqué en la forma de hacerlo."

Harry escuchó, procesando cada palabra. El dolor inicial que había sentido se mezclaba ahora con comprensión, aunque no exento de tristeza por el malentendido que había ensombrecido sus últimos meses.

"Draco, entiendo tus razones, pero la próxima vez, confía en mí," dijo Harry, su mano buscando la de Draco. "Hablemos de estas cosas juntos, en lugar de tratar de protegernos el uno al otro en solitario. No hay rumor que pueda herirnos si estamos unidos, hablamos, y confiamos entre nosotros."

Draco asintió, sintiendo el peso de los meses de malentendidos comenzar a disiparse entre el calor de las llamas y la cercanía de Harry. "Lo siento, Harry. De verdad."

La reunión no borró meses de dolor de un golpe, pero abrió un espacio para conversaciones más honestas y profundas. Harry decidió acortar su viaje, comprometiéndose a trabajar desde casa. Draco, por su parte, prometió ser más abierto, asegurándose de que la distancia nunca más nublara su amor.

Y así, entre amor y promesas, Harry y Draco aprendieron que ningún rumor o distancia podría separarlos si eligieran enfrentar juntos cada tormenta.

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