Capítulo 2

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Sábado 11 de febrero, 11:20 pm.


—Llegó la hora —dijo Kelly.

—Vámonos.

Tomé mis llaves y las cuatro salimos del piso. Íbamos vestidas normal, pantalones de algodón y sudaderas, como si fuéramos a comprar algo a la papelera. Técnicamente Kelly y Anne estudian, así qué en una excusa válida. Subimos al auto y nos pusimos en marcha. Quedaba cerca así que llegaríamos bastante rápido.

—¿Qué le dirás? —preguntó Anne, a mi lado.

—No lo sé. Nada...

—¿¡Nada!? —chillaron a la vez.

—¿Qué podría decirle?

—Anoche me bailaste... Me gustó... ¿Querrías volver a bailar encima de mí? —bromeó Morgan.

La miré con mala cara a través del espejo.

—Puedes insinuarle —opinó Kelly.

—Claro. Oye, Vincent... Se te da genial bailar, eh.

—Bueno... Tal vez no sea la mejor idea.

—Decírselo directamente también estaría bien —sugirió Anne.

—Sus ideas son tan malas.

—Por lo menos damos ideas —reprochó Morgan.

—Ya me inventaré algo. Aunque, no sé si estará, ¿quién sabe? A lo mejor hoy no trabaja.

—¿Cuántos días libres tiene? —preguntó Kelly.

—Yo que sé. No le pregunto a mis padres sobre sus empleados.

Después de eso siguieron dando ideas de qué decirle a Vincent, pero yo no les estaba prestando mucha atención. En nada llegamos a la papelera de mis padres, estacioné en coche y todas bajamos. Kelly fue la primera en abrir la puerta, todas entramos en fila detrás de ella. Creo que todas levantamos un poco la cabeza para observar entre la gente, sin embargo, el susodicho no estaba por ningún lado.

Vaya, me he desilusionado.

La papelera es bastante grande, en la pared detrás de ellos hay un mural gigante lleno de mochilas, lápices, estuches, hojas, carpetas, etc. Frente a ellos se encuentran las filas de estantes con diferentes cosas y las personas los recorren sin parar una y otra vez. Mamá y papá estaban detrás del mostrador transparente atendiendo a los clientes.

Mis amigas siempre habían halagado a mis padres, les encantaba la pareja que hacían. Son esa pareja que se conocieron cuando eran niños y de ahí no se despegaron jamás, la típica pareja de películas románticas. Ellos adoran contar su historia de amor, cuando era pequeña me taladraban la cabeza contandola. Luego siguió mí hermana pequeña, la pobre todavía los tiene que aguantar.

—Holaaa —chillamos todas.

Si algo teníamos en común, es que nos encanta chillar... En el sentido de gritar de alegría.

—Mis niñas —saludó mi madre.

Ella casi siempre nos cuidaba a todas. Como vivíamos demasiado cerca, siempre venían a casa a hacer pijamadas. Y sí... También les taladraba la cabeza con su historia de amor a mis amigas, aunque a ellas les gustaba.

—¡Qué sorpresa ustedes por acá! —comentó papá metiendo unas carpetas en la bolsa.

—Solo pasabamos a saludar —Morgan sonrió inocentemente.

El chico del clubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora