El dragón se devora a si mismo

1K 90 5
                                    


Leaila

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Leaila

La atmósfera en casa era inusualmente silenciosa, un mal presagio en mi familia. Decidí ignorarlo; después de todo, cada quien tiene sus problemas. Royce estaba obsesionado con encontrar a su próximo hijo, un varón, decía, con cabello castaño como el suyo y ojos marrones como la corteza de un árbol.

—A veces, concebir un segundo hijo lleva tiempo —dijo mi madre, sentada frente a mí en la vasta sala de su habitación—. Hay que tener paciencia.

—Quizás ya no pueda tener más hijos, madre —dije, aceptando el té que me ofreció al llegar—. Ya es mayor.

—No pienses así, eres una Targaryen, la fertilidad corre por tus venas no importa que tan viejo sea la semilla —respondió, tomando mi mano con ternura.

—Sí, podría darle cientos de hijos, pero dudo que él pueda... —acaricié su mano y suspiré—. ¿Rhaenyra está bien?

Ella reflexionó por un momento. Desde la llegada del cuervo, Driftmark se había vuelto más tenso, y no entendía por qué. Sabía que para ella era difícil estar lejos de su padre, siempre fue su consentida.

—Las cosas están... como deben estar, Leaila. Ella nos pidió que fuéramos tan pronto como se acomodaran en Roca dragón —eso era nuevo para mí—. Quizás en un par de días podamos ir a visitarlos, a ella y a Daemon.

—¿Daemon? —pregunté confundida, reflejando mi sorpresa—. Lo exiliaron con ella, ¿desde cuándo los exilian juntos?

Ella suspiró—. Sí, ambos están allí. Baela está bien con ellos —desvió la mirada, y supe que debía dejar el tema en paz.

La tarde se nos paso entre risas y historias, amaba mucho a mi madre, Un resentimiento persistente me acompañaba, pero como era habitual, me despedí para ir a comer con mi familia. A pesar de la falta de comunicación, Royce se mostraba inusualmente amable. Al llegar a sus aposentos, anhelaba abrazar y besar a mis hijos, a quienes había extrañado durante el día. Sus responsabilidades aquí eran mayores que en Bastión, lo que limitaba nuestro tiempo juntos.

—Por fin llegas —Royce bufó, recostándose en su silla—. Tus hijos...

—Nuestros hijos —lo corregí, tomando mi lugar en la mesa.

—Nuestros hijos han ido a comer con su primo Lucerys —dijo con una sonrisa forzada—. Parece que prefieren a ese bastardo más que a su propio padre.

Le lancé una mirada de desaprobación, anticipando una comida desagradable.

—Quizás si los amaras como a Henry, esto no sucedería —repliqué, me sobresalto su puño golpeando la mesa con el tenedor.

—Si me hubieras dado hijos dignos de llevar el apellido Baratheon, sería diferente —me señaló con el tenedor, sus dedos arrugados y viejos apretando el mango—. Es tu culpa.

Dear Leaila ---- Lucerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora