Bienvenidos al infierno, mejor conocido como la secundaria (2p)

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— No te preocupes, no es para tanto – me tranquilizó, Blue

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— No te preocupes, no es para tanto – me tranquilizó, Blue. Ya habíamos entrado a la escuela por la parte de atrás. Donde no habían cámaras o seguridad.

Para ser una escuela tan prestigiosa tenían muy poca seguridad. De hecho, debería haber un guardia de seguridad por ahí, pero hasta donde sabíamos, el hombre se duerme en los vestidores, en una parte de la escuela muy alejada de nuestro objetivo.

Era una escena digna de película, todos vestidos de negro, caminando por la oscuridad con linternas, y con máscaras negras cubriendo nuestros rostros.

— Tú ya tienes experiencia en esto...— respondí, pero me arrepentí casi de inmediato. Cuando se detuvo a mirarme.

Como todos tenemos las caras tapadas, no puedo descifrar su expresión, solo puedo ver sus ojos azules, brillando en la oscuridad.

Lindos ojos...

— Te hubieras quedado en tu casa – me regañó Amelia. Pasando por mi lado para buscar la oficina del director.

Todo iba cada vez va peor.

—¿De verdad están seguros de esto? – cuestione.

—Hubieras preguntado eso, antes de venir – susurró Lexie. No respondí. En realidad, nadie, dijo nada importante, preferimos caminar en silencio.

Nunca pensé que terminaría en algo así, esa misma mañana me estaba preparando para ir a un laboratorio importante y ahora estaba por vandalizar la oficina del director.

Dios, por favor, llévame ya.

Teníamos un plan sencillo, pero efectivo, sin margen de error (si se lleva acaba correctamente) y la protección del universo. O eso me gustaba pensar.

El plan era sencillo...

Primer paso: Entrar a la escuela.

Segundo paso: Entrar a la oficina del director.

Tercer paso: "Decorar" la oficina del director.

Cuarto paso: Borrar todo rastro de nuestra presencia.

Y, por último: Desaparecer de aquí, y hacer que nunca nada paso.

—El director no es tan malo – dije, deteniéndome frente a la puerta de la oficina del señor Miller. Lexie y Blue intentaban abrir la puerta, mientras Amelia y yo nos mirábamos. Al escucharme Amelia me tomo de los hombros para que me volteara verla.

—¿Qué ibas a hacer esta mañana? – preguntó, molesta.

—¿Ir a un laboratorio? - respondí.

—Sé más específico – me ordenó.

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