4° Cuento: La joya de la princesa Tricia.

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Cadena de oración para que no bajen este capítulo, inicia aquí...


Había una vez, hace muchísimos años, más de los que la historia pueda recordar un hermoso reino, gobernado por un rey y una reina malos y viles, que solo se preocupaban por sus propios intereses y no por los intereses de su pueblo. Pero, a pesar de ser malvadas personas, sus hijos habían sido buenas personas, gentiles y nobles que buscaban ayudar a los demás.

El mayor era el príncipe Kevin, heredero al trono que si se preocupaba por su pueblo y que estaba al pendiente del mismo; la siguiente era la princesa Kenia, una dulce mujer que también podía ser una líder nata como su hermano mayor, ayudando al mismo a cuidar de la gente a espaladas de su padre y; por último, la princesa Karen, demasiado joven para meterse en problemas de la realeza, pero la más pura de corazón de aquel linaje, siendo considerada por sus hermanos como la joya de la familia.

Karen era hermosa, con su cabello castaño y sus ojos verdes se decía que podía ser considerada como la reencarnación de la deidad de la naturaleza, dándole dotes de que su sangre sería la cura para sanar las tierras o sus lágrimas harían que el cielo lloviera por décadas.

A raíz de los rumores, muchos hombres horribles y grotescos empezaron a pedir su mano en matrimonio, ofreciéndole a sus padres inmensidad de dinero y poder a cambio de su hija menor, la más dulce de los tres.

-Debes estar jugando. -Contestó irritado Kevin al oír que su padre por fin había aceptado uno de esos crueles tratos. -Todavía cuando el mago Cartman vino, era mejor prospecto para ella ¡y eso que ese loco es un lunático!

-Randy es el rey de las tierras de sur, donde abundan las minas de oro. -Explicaba el rey como si nada a sus dos hijos mayores, que, apenas se enteraron que su padre había anunciado el casamiento de Karen, fueron a intentar impedirlo. -Además, es viudo.

-Y tiene tu edad, ¡Su hijo es amigo mío! -Grito furiosa Kenia, no podía creer que casarían a su hermana con alguien tan mayor.

- ¡Basta! -La paciencia del rey se esfumo, y la reina no decía absolutamente nada. - ¡YO SOY EL REY! Yo decidió sobre sus vidas y lo mejor para mí, ¡¿Quedo claro?!

- ¡Eres un pésimo padre! -Escupió con veneno Kevin, sin embargo, una bofetada lo mando a callar, asustando más a su hermana que rápidamente fue a su auxilio.

-Karen esta encerrada en la torre más alta hasta mañana que Randy pase por ella, ustedes tiene PROHIBIDO acercarse a ella ¿entendieron?

- ¿Y si no qué?

-Seras mi hijo Kevin, pero si te metes en mis planes, te juró que acabaras en los calabozos. -La voz fría de su padre hizo que Kenia sintiera un escalofrío pasar por su cuello, ese hombre estaba loco, y era demasiado peligroso.

- ¿¡oído!?

-Sí, padre. -Respondió Kenia muy de malas y con la mirada agachada.

No tenían forma de detenerlo, por ahora.

Mientras en el castillo Karen lloraba desconsolada en su cama, no sabía que iba a hacer de su vida ahora y no quería casarse con aquel hombre que solo la vería como un objeto. Conocía la historia de la reina Sharon, la depresión y horror que vivió a lado de aquel sujeto y esperaba de corazón que sus hermanos pudieran rescatarla.

Pero, al pasar las horas noto que iba a hacer inútil, que no iban a poder ayudarle, que estaba completamente sola y no iba a pasar ese infierno, primero muerta.

Con todo el coraje de su corazón, agarró un pedazo de tela y rompió la ventana con su zapato el espacio estrecho era lo suficientemente grande para que su pobre cuerpo pasará y, con sumo cuidado y atando todas sus cuerdas y ropas creo una soga a su libertad.

Los cuentos de CraigDonde viven las historias. Descúbrelo ahora