3 - Con el pasar

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Los recuerdos asaltaban su mente en pequeñas ráfagas, desplegándose como escenas de una película en blanco y negro proyectada en las paredes de su conciencia

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Los recuerdos asaltaban su mente en pequeñas ráfagas, desplegándose como escenas de una película en blanco y negro proyectada en las paredes de su conciencia. Como páginas de un libro desgastado por el tiempo, cuyas esquinas ella anhelaba doblar y olvidar. Eran reliquias de un pasado que había perdido su significado. Y aún así, se infiltraban en su ser, gotas persistentes de una realidad distante que humedecían su rostro, insistiendo en ser reconocidas, en ser sentidas.

No tenía amigos, tenía compañeros.

No tenía una vida complicada, tenía una solitaria.

No era maltratada, era ignorada.

La indiferencia del mundo nunca logró apagar la calidez de su espíritu. Raven se movía con una gentileza silenciosa, una presencia reconfortante en la vida de aquellos a quienes tocaba. Sus manos, que con facilidad cargaban las bolsas de una anciana o guiaban con seguridad a un ciego a través de la calle, pero nada comparado al sostener las manos de su madre en las noches de fiebre y tos. A pesar de las visitas al frío y sombrío edificio de la prisión, ella ofrecía la sonrisa generosamente para su padre perdido en un mar de malas decisiones.

Raven soñaba con un futuro en el que sus palabras podrían sanar, donde su atención podría guiar a las personas.

Raven encontraba su verdadera vocación en la escucha, en el arte de estar presente con una empatía que no necesitaba recetas.
Su amor por los animales era su anti-estres; cada visita a la tienda de mascotas era un momento de alegría en su rutina matutina. No solo trabajaba allí, sino que se sumergía en la vista del aquellos pequeños animales. Aunque su bondad rara vez era reconocida, Raven no buscaba atención; ella amaba ayudar.

El final llegó como un susurro cruel.

"Yo soy una mierda de hombre y de padre"



Habia confesado el hombre que Raven nunca pudo odiar. A pesar de sus faltas, había en él una preocupación genuina por ella.



"Jamás toqué a alguien sin su consentimiento y creo que prefiero ser llamado asesino y no violador"



Declaró, y en su voz había sinceridad. Las palabras de su padre giraban en la mente de Raven, se repetía con la esperanza de un futuro mejor: "Raven, deseo que avances en el buen camino""

Con un gesto lento, la castaña inclinó su cabeza, sus ojos encontrando las manos que, hasta hace poco, una había estado atada por la soga. Ahora, liberadas, mostraban el precio de su desesperación: manchadas de la sangre seca, las muñecas marcadas por la violencia de su lucha.
Al bajar la vista, los restos de un pobre conejo se reflejaban en sus ojos azules, el cuerpo inerte del animal que había abierto. Las palabras de su padre resonaban en su mente:



"Jamás manches tus manos"



Era un recordatorio de lo que había sido y de lo que, por necesidad, había tenido que convertirse.

Una tras otra, las lágrimas se deslizaban sobre la piel magullada de sus mejillas. Se permitió ese breve momento de vulnerabilidad, sollozando levemente ante esta realidad tan cruda.

Un susurro se escapó de sus labios, <Lo siento…< una disculpa a esas palabras de sus recuerdos.

El sonido metálico de la puerta al abrirse cortó el aire. Raven se tensó, cada músculo de su cuerpo se contraía, un reflejo instintivo ante el inminente castigo. La soga rota en el suelo era la excusa perfecta para un castigo.

 La soga rota en el suelo era la excusa perfecta para un castigo

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La generosa voz de su madre llegó en su mente:



"Tuve mucha suerte al tenerte"



A pesar de ese primer pensamiento que tuvo la mujer cuando supo del embarazo, un aborto pensado pero borrado tan pronto como llego, dándole una oportunidad a esa niña.

"Jamás dejes de sonreír", le había dicho su madre una vez, y esas palabras se convirtieron en el la guía de Raven, mostrando cada parte de bondad.
Por dentro, muy en el interior le alegro que su madre muera antes del brote, esa enfermedad, el cáncer se la llevó antes de sufrir el infierno que venía.

Las palabras resonaban en su mente:



"No cierres tu mano, extiéndela"


Miraba sus dedos entumecidos y magullados. Raven lo había pagado con cada hueso fracturado de los dedos, con cada moretón en su piel. Yacía allí, su mirada perdida en el vacío del techo, buscando respirar. La humedad de la sangre entre sus piernas era una compañera constante ahora, un recordatorio frío de su castigo. Se había acostumbrado al dolor, le dolía la garganta tras los gritos que nadie escuchaba,  los susurros que eran fantasmas en su mente.

 Se había acostumbrado al dolor, le dolía la garganta tras los gritos que nadie escuchaba,  los susurros que eran fantasmas en su mente

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Paranoia [The walking dead] (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora