III.

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𝓐.

—No… ¡No puede ser!—no había llegado a imaginar la satisfacción que sentiría al ver a Lucifer con esa expresión: desespero, incredulidad, impotencia, y lo mejor era saber que él era el culpable—¿¡Cómo es posible que me quitaras mi reino!? ¡Después de todo lo que hice! Mis esfuerzos para expandirlo, todo el tiempo perdido…

Se permitió soltar una risa airada, sin importarle que los cuernos de Lucifer empezaran a surgir como amenaza, que los demás retrocedieran aterrados—Fue una estrategia sencilla, querido amigo, tan simple como hacerte creer que estabas a salvo y podías confiar en mí… no debiste bajar la guardia, esa fue una mala jugada.

—¡Charlie, te lo dije, no se puede confiar en él!—el ángel caído se giró hacia su hija, sonó como si estuviera a punto de llorar, eso sólo aumentó su risa hasta que se sintió sin aire en los pulmones—¡Me vengaré, te quitaré esa sonrisa a golpes si hace falta!

—Papá, cálmate por favor, es sólo un juego…—pero no fue escuchada, Lucifer se le acercó más para seguir amenazándolo con tal de que desistiera de continuar con su malvado plan, ¡como si su pequeño cuerpo pudiera intimidarlo!

—Charlie, amor, por esto es que no quería ponerlos a jugar Risk, sabía que iba a terminar mal…—Vaggie suspiró, tras apartar a Lucifer con uno de sus tentáculos se dirigió a ambas señoritas.

—¡Para nada! Ha sido una experiencia fascinante, debo decir que este juego de mesa se ha vuelto uno de mis favoritos hasta la fecha. Una lástima que…—alzó una de las pocas fichas que se salvaron, apagando el fuego sobre la cabeza del soldado de plástico—Nuestro señor rey decidió arruinarlo antes de aceptar su derrota.

Lucifer seguía escupiendo fuego sobre la mesa, así que se dio por terminada la partida. Eso sí, era evidente que iba a ganar, sólo Niffty estaba cerca del nivel de tropas que había acumulado, y eso fue por la alianza secreta que hicieron… y por lo despiadada que fue, no iba a quitarle mérito.

No solía perder el tiempo con banalidades de ese tipo, pero se había dado una oportunidad, luego de la insistencia de Charlie, de participar de aquellas dinámicas tan estrafalarias para integrar a los huéspedes, y de paso desquitarse con Lucifer de la única forma en que podía hacerlo: como una broma o un juego inofensivo. Había resultado bastante bien, relajante incluso, una buena forma de saciar su sed de torturar a los demás.

—Alteza, ¿puede dejar de gritarme? Huele a todo el azufre del infierno en su boca.—hizo un gesto con su mano para apartar el aire. Lucifer, en lugar de avergonzarse, sonrió y apoyó la mano sobre el sillón en el que estaba sentado para acorralarlo.

—¡No hay problema! Quemaré tu nariz para que nunca más puedas oler nada.

—¿Hoo? Quiero verte intentarlo.

Estaba dispuesto a dejar que la pelea escalara, ¿qué daño haría una pequeña disputa para sus malvados planes de conquistar al rey? ¡La adrenalina puede acercar a dos personas más que la monótona afinidad! Aun así, antes de que cualquiera pudiera hacer algo, un portal se abrió a unos metros de ellos.

Ladeó la cabeza, reconoció ese como uno de los portales que daban al cielo, pero no tenía sentido que un ángel llegara en ese momento. Lucifer, Vaggie y él se pusieron alerta en seguida, por delante de los demás, estaban listos para defender el hotel de cualquier ataque sorpresa (un golpe muy bajo del cielo, a decir verdad), pero quien apareció fue una sola criatura que parecía cualquier cosa menos imponente y agresiva.

—¡Emily!—Charlie avanzó, dejándolos atrás, hasta abrazar a la joven de cabello blanco.

—¡Charlie!—ella respondió al abrazo, ambas dieron unas vueltas en el aire. Mientras las dos jóvenes expresaban su emoción él sonrió, viendo de reojo a Vaggie con una vergonzosa mueca que era de notorios celos—Ohhh tengo tanto que contarte, esto es muy muy bueno, ¡no sé por dónde empezar!

𝕮𝐨𝐫𝐩𝐮𝐬 𝐝𝐞𝐥𝐢𝐜𝐭𝐢. | radioapple.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora