IV.

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𝕷.

—Lilith, mi amor, ¿puedo preguntarte algo?

Era la primera vez que tenían algo parecido a un picnic en ese lugar, ese horrible lugar. El cielo ni siquiera era azul, no podían disfrutarlo por horas como solían hacer en el Edén…

Habían caído, y desde el primer momento se sintió diferente. No quería levantarse por las mañanas, ni comer ni beber nada aunque fuera su esposa quien lo llevara. Odiaba la sola idea de despertar y tener que enfrentarse a la realidad de estar atrapado para siempre en el infierno junto a sus errores y aquellos que cometieron el error de creer en él.

Quería morir, pero en ese entonces no sabía si eso era posible.

Y tenía a Lilith.

—Dime.—su voz siempre lograba tranquilizarlo, casi hipnotizarlo, y las caricias que dejaba en su cabellera no eran de ayuda. Lo único bueno de todo ello era que podía estar recostado en el regazo de su ahora esposa y no ser juzgado por todos sus hermanos. Ya no había forma de escucharlos, de que lo hicieran sentir culpable por amar.

—Tú… sé que es una pregunta absurda y podría arruinar el ambiente, pero… sólo quería saber…—cada vez que trataba de preguntarlo perdía el aire, puso una sonrisa tonta para intentar restarle importancia—¿Alguna vez te has arrepentido de haberte quedado conmigo?

Escuchar su risa lo alivió, ella se inclinó para sostener su rostro con ambas manos, delineó sus mejillas… Su mirada había cambiado desde que cayeron, no sólo por los cuernos y el amarillo en su esclerótica. Se sentía… como un peligro, como si estuviera atrapado en una telaraña que ella tejió para él. Ni siquiera pasaba por su cabeza la idea de querer escapar.

—Cariño… No fue sólo tu idea, ¿recuerdas? No me arrepiento en lo absoluto, este es mi reino ahora. Tú eres mío ahora.

•••

Los humanos daban miedo.

No, tenía que ser cosa suya. ¿Por qué siempre terminaba atrayendo a los humanos más dominantes y controladores? ¿Por qué siempre terminaba en una situación vergonzosa por culpa de ellos, sintiéndose increíblemente vulnerable y cautivado a la vez?

Alastor tenía que estar mintiendo, pero algo dentro suyo quería creer con desesperación cada palabra. ¿Acaso era gay? No, porque estaba seguro de que amaba a Lilith, así que… Charlie había mencionado una vez la palabra, sólo que no lograba recordarla.

¡Da igual! Lo que tenía claro era que no iba a poder concentrarse luego de todo lo que pasó, y por eso buscó una excusa tras otra hasta escaparse de las garras de Alastor, quien insistió en que se quedara a practicar. Y un demonio, no iba a tocar nada dentro de esa habitación. Ni loco.

Tenía mucho en qué pensar.

Quizás era una trampa, porque justo esa noche debía descansar bien, pero por culpa de todo su… Acto, sí, por culpa de pensar en sus palabras una y otra vez con tal de descubrir el mensaje secreto fue que no pegó un ojo en toda la noche. No durmió en lo absoluto, y mientras se arreglaba para el evento lo inundaron pensamientos catastróficos de que todo iba a salir mal.

“Jodido patético… Recomponte de una vez.”

La ironía de su propia idea era amarga. ¿En qué estaba pensando cuando ofreció la temática del Edén? Era como si buscara cualquier excusa para volver al pasado, a esos años… casi perfectos. Se vio frente al espejo con una túnica blanca como la que llevaba en ese entonces y no se reconoció. Sí, era él, pero… A la vez no era él.

Hora del show.

Temía que, al salir de su habitación, el primero con el que se toparía sería Alastor, pero en su lugar Husk lo esperaba como si llevara tiempo ahí, planteándose qué decir.

𝕮𝐨𝐫𝐩𝐮𝐬 𝐝𝐞𝐥𝐢𝐜𝐭𝐢. | radioapple.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora