II.

38 2 5
                                    

𝕷.

𝐍o era normal ver a un ángel en los jardines del Edén, por supuesto, pero era una ocasión excepcional por la que tenía que estar él ahí. No había de otra, para su pesar, pues debía recoger aquellas criaturas que habían sido su propia creación. Miguel renegó y renegó hasta que consiguió que lo obligaran a sacarlas del jardín con la excusa de que eran demasiado peligrosas.

—Pero sólo he puesto en el jardín aquellas que no son venenosas.—insistió, se sentía al borde del llanto, no era la primera vez que rechazaban una de sus ideas.

—¿Y qué si los humanos se encuentran con las que son venenosas y las confunden con las inofensivas? Correrán peligro.

—¡Las pueden diferenciar por las rayas! ¡Las rayas! No es tan difícil, unas son más gruesas que otras y si les…

—Suficiente. La decisión ha sido tomada, recoge todas las serpientes y sácalas del jardín antes de que alguno de los humanos las vea.

No podían comprenderlo, nunca parecieron capaces de hacerlo, el apego que desarrollaba por sus pequeñas creaciones: serpientes, patos, gatos y cabras… Cada daño que sufrían era un daño que le hacían a él, pero los demás no parecían compartir la empatía ni siquiera por el par de humanos que su jefe creó. Humanos, sólo así eran llamados, él fue quien se molestó en ponerles nombres y ese fue su gran error.

—¿Qué eres, pequeña criatura?—una voz delicada lo sobresaltó, voló unos metros en el aire y cuando se dio la vuelta la vio: era la mujer, la primera mujer, Lilith. Era más hermosa de cerca, una creación perfectamente tallada que representaba con su simple respirar todo lo bueno que podía vivir en el mundo. Lo dejó tan aturdido que no pudo decir nada, hasta que ella sonrió confundida y volvió a hablar—¿Puedes responderme? Te pareces un poco a Adán, no a los demás animales, así que…

—Oh, sí, soy un ángel, no soy un animal ni un humano.—aclaró, aunque fue cuestión de segundos que se inundara en desesperación y nervios, apretó su propio rostro entre sus manos—No no no, no se suponía que hablara con alguno de ustedes, voy a ser terriblemente reprendido por esto, ¿cómo voy a explicarle a padre que fue un accidente…?

—¿Es tan malo que hablemos?—la mujer captó su atención de nuevo, más que nada por su expresión decaída—Es una pena, me emocioné de pensar que tendría alguien más con quién pasar el tiempo aparte de Adán… a veces puede ser difícil entenderme con él, tú pareces mucho más amigable.

Una flecha directa en su corazón. No podía permitirse entristecer a la primera mujer, y con eso como excusa dejó de volar y caminó un par de pasos hacia ella con una tímida sonrisa.

—Es la idea, Dios me diseñó así, soy el ángel de la diversión y la creatividad y mi imagen lo representa, nuestro padre piensa en todo, así como a ti te ha hecho tan perfecta para representar a una especie entera que liderará el mundo.—por alguna razón, decir ello en voz alta hizo que sus mejillas enrojecieran, no parecía apropiado, nada de eso parecía apropiado.

Pero ella rió, y con eso olvidó todas sus preocupaciones. Sólo podía esperar a oír su dulce voz una vez más, regalándole euforia provocada por él.

—Me agradas, estaba en lo correcto al acercarme en cuanto te vi. Soy Lilith, aunque ya debes saberlo, ¿verdad?—asintió con la cabeza, aceptando la suave mano que ella extendió en su dirección—¿Y tú, cómo te llamas?

—Yo…—no estaba seguro de si podía decir su nombre, de si eso sería el inicio de su caída, pero antes de poder contenerse las palabras se deslizaron como si una fuerza sobrenatural las hubiera sacado de sus labios.

𝕮𝐨𝐫𝐩𝐮𝐬 𝐝𝐞𝐥𝐢𝐜𝐭𝐢. | radioapple.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora