Después de la tormenta

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Lo que menos me esperaba al llegar a casa era encontrarme con esto y, a la vez, era lo que más deseaba, pero ni siquiera lo sabía.

Me había pasado todo el día en el set de Mariliendre, estaba agotado e incluso de mal humor. Lo único que quería era llegar a casa y acurrucarme en el pecho de mi maño, pero después de no recibir apenas ningún mensaje a lo largo del día del mismo me había enervado sobremanera.

Saqué las llaves del bolsillo y al entrar avisé de que había llegado; no obtuve ninguna respuesta.

Suspiré, dejando mis cosas en el suelo y avanzando hacia el sofá, asumiendo que Juanjo habría salido a por algo de cena.

Después de unos 10 minutos mirando Instagram, me levanté y caminé hacia la habitación para ponerme el pijama y acomodarme un poco. Conforme me acercaba, una ligera luz, parpadeante, se filtraba bajo la puerta del dormitorio. Pensé que quizás eran las luces de los coches entrando por la ventana.

Cuando abrí la puerta, la imagen que me encontré consiguió que me olvidase de mi largo día y que varias lágrimas brotasen de mis ojos.

- Joder hijo, pensé que me quedaba aquí solo eternamente. - Dijo Juanjo, con una sonrisa enorme en sus labios. - Feliz medio año juntos, mi chico. -

Lo había olvidado por completo. Pasarme el día rodando había hecho que lo más importante pasase a un segundo plano. Ahora, al verlo allí, rodeado de velas y flores, no podía más que sentirme culpable por haberme molestado con él. Estaba guapísimo: llevaba esa camisa negra que tan bien se le ceñía a la espalda y que tan poco se ponía, y un pantalón vaquero que se ajustaba en los lugares perfectos. La imagen que tenía ante mí era maravillosa.

Se acercó a mi con cara de preocupación al ver que no me movía. Puso sus manos en mis mejillas y limpió con mimo y ternura las lágrimas que habían conseguido escaparse. Me obligó a mirarle a los ojos para intentar descifrar qué era lo que se me pasaba por la cabeza, y esa mirada fue todo lo que necesité para empezar a sollozar.

- Es que... me siento tan mal. He llegado molesto porque apenas hemos hablado en todo el día, sumado a lo agotadora que ha sido la jornada en el set... y me había olvidado por completo de que hoy... es que no te merezco, ni a ti ni todo esto. - Dije, sorbiendo por la nariz mientras intentaba bajar la mirada, aunque con sus manos acariciándome se me hacía terriblemente difícil.

Su sonrisa volvió a asomarse. sus manos descendieron a mi cintura, y su frente se pegó a la mía. Me sentí en casa. Él era mi hogar.

- Martin amor, lo he pasado fatal todo el día sin poder contestarte, pero quería que cuando llegases a casa todo fuese perfecto. Perdóname. - Dijo, en bajito, como si en cualquier momento pudiese salir corriendo. - Y claro que te lo mereces, te mereces esto y mucho más. Te lo mereces todo. -

Sus labios rozaban los míos delicadamente mientras hablaba. Sus manos habían decidido que mi camiseta les molestaba, ya que se habían colado bajo esta y se encontraban acariciando mi cintura, consiguiendo que me olvidase de todo. Era increíble como este chico podía conseguir cambiar mi día totalmente solo con eso. Su cabeza se desplazó al hueco de mi hombro, dejando que sus labios reposasen en mi cuello, pudiendo sentir sus respiraciones calmadas.

Mi cabeza decidió que todo estaba bien, por lo que mis manos pasaron a posarse en su cintura, justo en el momento en que sus labios comenzaron a dejar suaves besos en mi cuello, haciéndome estremecer, y sus manos bajaban lentamente llegando a mi culo, ese que tanto le gustaba.

- Tú no estás molesto por que me haya olvidado, ¿verdad? - Dije entre suspiros leves, ya que el ritmo de sus besos había aumentado y ya no eran tan suaves como al principio. Irguió la cabeza y me miró a los ojos, con una dulzura que podría conseguir que volviesen a saltárseme las lágrimas.

ONE SHOTS MAJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora