Lejos del paraíso

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Martin estaba enfrascado en su primer proyecto musical. Iba, en comparación al resto de sus compañeros, tarde, pero no le importaba si se sentía orgulloso de lo que estaba haciendo. Ese día no lo estaba especialmente: se había pasado la tarde en el estudio y no había sacado nada de provecho. Estaba frustrado, con el sentimiento de que no servía para ese mundo, de que debía abandonar la música.

Juanjo, que estaba tomándose un descanso después de la gira de promoción de su álbum, antes de empezar con los conciertos, lo esperaba en casa, con ganas de abrazarlo. Habían intercambiado algunos mensajes a lo largo del día y notaba que el pequeño estaba decaído, así que pensó en preparar algo de cenar y animarlo.

Se encontraba en la cocina, cortando algunas verduras, cuando escuchó la puerta abrirse. - Hola amor, ¿qué tal el día? - Se limpió las manos al paño que llevaba en el hombro y se dirigió hacia el pequeño, abrazándolo por la cintura, posando su cabeza en el hueco del cuello del menor.

Martin se abrazó al cuello de su novio, respirando su olor, consiguiendo tranquilizarse un poco. No estaba triste, estaba frustrado consigo mismo por no sentirse suficiente.

- Cansado, frustrado, creo que no sirvo para esto. Igual tenían razón todos y soy el primero en abandonar la música. - Dijo, en un tono nada amigable. Juanjo lo agarró más fuerte de la cintura, alargando el abrazo, intentando transmitirle calma y buscando conseguir relajarlo un poco.

- Venga, que casi está la cena, ¿te apetece cambiarte de ropa y echarme una mano? - Dijo Juanjo, acariciando las mejillas de su novio. Martin lo miró y sonrió levemente. - Venga, que eres mi pinche favorito, ve a cambiarte. - El pequeño se giró y Juanjo dio una pequeña palmada en su culo, consiguiendo una risita del vasco. Volvió a la cocina y continuó con la cena.

Al poco apareció Martin, con un pantalón gris de chándal y una camiseta blanca de tirantes. - Vale chef, qué hago. - Preguntó, en un tono amigable pero bastante serio.

- ¿Te parece si sigues picando la zanahoria y la cebolla? Y yo me pongo a preparar la bechamel y a hervir las placas de pasta. - Martin asintió no muy convencido. - Va amor, anímate. Cuéntame qué ha pasado. - Lo abrazó por la espalda y dejó besos suaves en el cuello.

- Pues que no sirvo para esto, nada de lo que estoy haciendo me convence, quizás es mejor que me dedique a la actuación y se acabó. - Martin se apartó de los brazos del maño, alejándose de la cocina. - Estoy cansado, me voy a la cama, cena tú. -

Juanjo se quedó allí, plantado y sorprendido. Cuando reaccionó, se dirigió al cuarto. - Martin oye, tienes que cenar algo, no puedes estar tantas horas sin comer. - Dijo el mayor desde la puerta, sin entrar en la habitación, intentando mantener distancia y no empeorar la situación. - No me ayudes si no quieres, pero ven cuando esté lista y comes algo. -

- Juanjo que no, no tengo hambre. - Respondió el menor, dándole la espalda a su novio. El mayor decidió que era mejor volver a su tarea, aún quedaba un rato para que la cena estuviese lista. Quizá si lo dejaba un rato solo, acabaría queriendo cenar.

Siguió preparando la lasaña y, cuando estaba a punto de sacarla del horno, volvió a probar suerte. Se acercó de nuevo a la habitación, entreabriendo la puerta y colándose levemente. El cuarto estaba en penumbra: Martin había bajado la persiana y estaba sentado en la cama, mirando al frente, sin hacer nada más.

- Do, la cena ya está, ¿vienes? -

Eso fue el detonante para que estallase todo. Se giró a mirar a Juanjo, con un creciente enfado en su expresión. - ¡Juanjo que me dejes en paz! ¡No quiero cenar, no quiero nada, vete de una vez! - Se levantó de la cama, se dirigió a la puerta y la cerró de un portazo. El mayor se quedó estático por un momento. Al rato, se dirigió a la cocina, con una mezcla de sentimientos que no sabía descifrar, pero que desde luego no eran buenos. Se sentó en la mesa y empezó a cenar, solo.

Martin se arrepintió en el momento de lo que había hecho. Era consciente de que Juanjo solo quería ayudarlo y que no tenía culpa de su mal humor, igual que sabía que ahora el mal humor lo tendría el maño, y con razón.

Salió del cuarto despacio. Vio al mayor en el fregadero, metiendo los platos en el lavavajillas, en completo silencio y con cara de pocos amigos. Ni le dirigió la mirada, aunque sabía perfectamente que Martin estaba allí.

- Do, háblame, porfa. - Un Martin arrepentido que le mantenía la mirada a Juanjo, mientras que este no se giraba. - ¿Ni siquiera me vas a mirar? -

- No voy a decir nada. - Terminó de poner la loza en el lavavajillas, recogió las cosas que estaban tiradas por el salón y fue a darse una ducha.

El menor se quedó esperándolo en la habitación, tumbado en su lado de la cama, sintiendo que tenía que pedirle perdón, ya que sabía que toda esa situación había sido culpa suya. Juanjo entró en la habitación con la toalla alrededor de su cintura, y el pelo algo húmedo, se veía que lo había secado un poco. Se puso el pijama bajo la atenta mirada de Martin, pero sin devolvérsela. Se tumbó de espaldas al menor y apagó la luz.

Lo único que quería Martin en ese momento era llorar. Ver a Juanjo así de enfadado con él le partía el corazón. - Juanjo, lo siento. - Dijo bajito, mientras una de sus manos rozaba el hombro del mayor. - He pagado contigo el mal día, tú no has hecho nada más que intentar animarme. - Una lágrimas estaban empezando a escaparse de sus ojos, aunque estuviese intentando evitarlo. - Porfa háblame. -

Juanjo se giró, mirando a Martin de frente. Su expresión seguía siendo dura, pero empezaba a estar receptivo. Observó al pequeño, esperando a que continuase hablando. Quería hacerse el duro, que el vasco se arrastrase un poco, pero no pudo evitar limpiar las lágrimas que se deslizaban por las mejillas de Martin, verlo así era insoportable para él.

- De verdad que lo siento, te quiero muchísimo, no quería hacerte daño ni hablarte así. - Juanjo se lanzó a abrazar a Martin, acercándolo a su cuerpo para sentirlo lo más cerca posible. El pequeño se dejó hacer, interpretando ese abrazo como una aceptación de sus disculpas.

- Venga anda, levanta, que te acompaño a que cenes, te he guardado lasaña. -



Holaaaaa, capítulo un pelín diferente. No estoy muy convencida pero no me disgusta, a ver qué os parece a vosotras!

Mientras lo escribía pensaba en lo rápido que de pican siempre ambos y, sobre todo, en la gran discusión del lavavajillas (tenía que aparecer el guiño).

Pues nada, ya me contáis qué os parece! Espero poder actualizar prontito, pero no os prometo nada.

Gracias por leerme ❤️‍🩹

ONE SHOTS MAJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora