El sol de mayo comenzaba a calentar. Era uno de los pocos fines de semana que ambos tenían libre, por lo que pensaron que podían hacer algo diferente con los niños, ya que llevaban una temporada sin hacer gran cosa al estar los dos inmersos en sus proyectos.
Fue Martin el que propuso el plan de irse a pasar el día a la playa. Sabían que todavía no estaba tiempo de bañarse, pero seguro que les venía bien despejarse en la arena, jugar a hacer castillos y chapotear un poco. Hicieron algo de comer (más bien Juanjo), prepararon a los peques, cogieron unos cuantos juguetes de playa, las toallas y la crema solar y se montaron en el coche.
Años atrás, cuando empezaron a soñar con formar una familia, decidieron que querían mudarse al norte; Martin porque echaba de menos el mar y su casa, y Juanjo porque, entre otras cosas, no soportaba más el calor de Madrid. Pensaron que era mejor tener que hacer unos cuantos viajes en tren y ganar en calidad de vida, por lo que compraron una casita en Galicia, que estaba cerca de Bilbao y podían desplazarse a Madrid si el trabajo se lo requería.
El trayecto hasta la playa fue corto, pero los niños cayeron rendidos en cuanto los sentaron en sus sillas. Juanjo y Martin aprovecharon para dejarse caricias, besarse las manos y charlar, mientras escuchaban las demos del nuevo disco del mayor.
Al llegar vieron que la playa estaba desierta. Martin sintió una paz al salir de coche y sentir la brisa marina, el sonido de las olas y el olor del mar que nunca podría describir con palabras, y pensar que iba a disfrutar de su cosa favorita con sus personas lo hacía emocionarse. Juanjo aprovechó que los niños seguían dormidos para abrazar a su marido por la espalda y dejar unos suaves besos en su cuello. - Qué tranquilidad, qué paz. Pena que se vaya a acabar cuando despertemos a esos dos. - Dijo el maño, con una risa.
Juanjo se dirigió hacia Sofía para despertarla, mientras que Martin hacía lo mismo con Ander. El pequeño, de solo 3 añitos, dormía profundamente, por lo que lo cogió en brazos y, una vez Juanjo estiró la toalla en la arena, lo tumbó para que durmiese un poquito más.
Sofía corrió con su padre hacia la orilla, quería probar el agua, mientras Martin se quedó en la toalla con Ander. Le encantaba ver a sus hijos dormir, con esas expresiones de total paz en sus rostros, y le encantaba ver también como su marido jugaba a escapar de las olas con Sofía.
Al rato, Ander despertó. Martin notó los ligeros movimientos y cómo dirigía sus manitas a sus ojos para frotárselos. Se tumbó a su lado y empezó a dejar besos y caricias por la cara del pequeño. - Hola mi bebé, mira dónde estamos, ¿vamos a jugar con papi y Sofi a la orilla? - El pequeño asintió, sonriendo, y ambos se levantaron para dirigirse a donde estaban Juanjo y Sofía.
- ¡Ander corre ven! Vamos a mojar a los papis - Dijo la pequeña, con una sonrisa pícara en su cara. Juanjo y Martin se miraron y empezaron a hacer teatro, corriendo como locos y gritando, haciendo a los niños reír.
Al rato, Sofía y Ander cogieron los cubos y las palas para intentar hacer un castillo. El pequeño seguía las órdenes de su hermana mayor, quien había sacado las dotes de liderazgo de Juanjo. La pareja fue a sentarse a la toalla, aprovechando el momento para abrazarse y dejar algunos besos en sus labios, mientras vigilaban a sus hijos.
- Mírala, igualita a su padre, anda que no es mandona ni nada, menos mal que el otro es un santo. - Dijo Juanjo, riendo.
Martin, observando la luz que había, decidió inmortalizar el momento. Cogió su cámara de fotos (la buena, esa que Juanjo le había regalado en uno de sus primeros cumpleaños juntos) y fotografió a los niños.
Comieron, durmieron una siesta todos juntos, y al despertar jugaron un rato más. Juanjo se empeñó en meterse en el agua los 4, aún sabiendo que ya estaba refrescando y que en Galicia las noches eran frías.
- Juanjo para, que después se ponen malos. - Protestó Martin, viendo las intenciones de su marido. Ante esto, Juanjo cogió en brazos al vasco y se metió con él en el agua, quedando ambos completamente mojados. Los niños no tardaron en seguirlos, jugando a salpicar a sus padres.
Salieron corriendo del agua cuando notaron que empezaban a temblar. Les quitaron la ropa mojada a los niños, los envolvieron en las toallas y fueron rápidamente para el coche, poniendo la calefacción para entrar en calor.
- Anda que ya te vale, ahora el coche empapado también. - Protestó Martin.
- Pero, ¿me vas a decir que no ha merecido la pena? - Juanjo cogió la mano de Martin y dejó un beso en el dorso, mirando de reojo al menor, que sonrió.
Al llegar a casa, Juanjo corrió a llenar la bañera, mientras Martin entretenía a los niños. Se metieron los 4 en lo que era más espuma que agua, quitándose bien la arena que se les había quedado pegada por todas partes. Fue un baño tranquilo y corto, los niños estaban muy cansados después de tanto corretear por la arena, por lo que salieron pronto, les pusieron los pijamas y los acostaron.
Juanjo y Martin se tumbaron en su cama, agotados. El vasco comenzó a acariciar la espalda desnuda de su marido, acercándose para dejar besos en la parte alta de la misma. El mayor sonrió. - ¿Pero no estás cansado? -
- Siempre me queda energía para ti, mi amor. -
Aaaaaaah hoy doble capítulo, me inspira escribir de ellos como papás.
Espero que os estén gustando muchos las historias que voy escribiendo, me encanta ver que cada vez somos más.
Os quierooooo
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ONE SHOTS MAJOS
RomanceOne Shots (normalmente domésticos) de nuestros dos chicos favoritos