Bienvenida a la Inmortalidad

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La luz brillante me cegó por completo, haciendo que me pusiera en pie rápidamente.

Di un paso hacia adelante sin saber muy bien dónde estaba, pero justo allí se encontraba un gran abismo.

Algunas piedras se cayeron. La niebla empezó a retroceder y una cascada apareció en el horizonte.

- ¿Dónde estoy? -

El agua burbujeaba y silbaba, pero en lugar de caer sobre las piedras de abajo, ésta volvía a subir hacia arriba.

- ¿Eh? Creo que estoy dormida. Esto no tiene sentido. - este pensamiento me
tranquilizó un poco, y sin embargo, ¡todo parecía muy real!

Detrás de mis espaldas, se extendía un bosque con árboles enormes. Tenían ramas muy retorcidas que se levantaban hasta el cielo.

Me di la vuelta y miré hacia abajo de nuevo.

- ¡Actúa! -

La voz sonó en mi cabeza y al mismo tiempo desde todas partes. Resonó como un trueno, como un golpe seco.

Me di cuenta de que si no lo obedecía, si permanecía de pie, algo horrible me pasaría, como solían acabar la mayoría de pesadillas que tenía.

Y sin pensarlo dos veces, decidí saltar al abismo.

- Las personas no pueden morir en los sueños. Esto es solo una ayuda para
ayudarme a despertar. - sonreí, deseosa de despertar de aquel sueño tan
extraño.

Di unos pocos pasos hacia atrás, para tener impulso y salté.

El vacío me abrazó con sus largos brazos. Mi corazón latía con fuerza y mi pecho estaba apretado por el horror.

Cuando llevo unos segundos cayendo, me doy cuenta de que si fuera un sueño, ya me
habría despertado, y sin encambio, no podía dejar de descender.

- ¡Esto no es un sueño! - chillo con todo lo que puedo.

El miedo prevaleció ante todas las emociones. En un intento desesperado por salvarme, mis manos intentaban encontrar algún apoyo, como si pudiera agarrar al aire.

Cerré los ojos, incapaz de mirar a la muerte que se acercaba.

Y de repente, algo se abrió desde detrás, deteniendo la caída.

Algo me tiró hacia arriba, y solo entonces me di cuenta de que algo se estaba moviendo.

- ¡Díos mío! ¡Son alas! - las movía intuitivamente. Una risa histérica salió de mi garganta. - ¡Es para volverse loca! - no podía parar de reír.

Dos movimientos más de alas y los contornos de la tierra aparecieron debajo. Pero tan pronto como mis pies tocaron el suelo, las plumas empezaron a caer, hasta que no quedó nada de ellas.

Todo se congeló, empezó a balancearse, y después de eso se disolvió, desapareció poco a poco, como un espejismo.

Luego mis dudas desaparecieron y volví al mismo sitio donde estaba al principio.

Se oyeron palmadas cortas. Me estremecí por el sonido inesperado y me giré para saber de dónde procedía.

- ¡Bravo! Saltar al abismo es un acto muy valiente, incluso para alguien que cree que está en un sueño. - un hombre de tez blanca y grandes alas negras está justo delante de mí.

- ¿Quién es usted? - en lugar de contestar, el hombre extiende sus alas.

- Me llamo James. -

Una mujer y un chico salieron del bosque. Detrás de ellos, rebotando de alegría, venía una criatura extraña.

- ¡Qué chica tan guapa! Felicidades por pasar el examen. - dice con una sonrisa sincera.

Esta mujer es rubia, aunque lleva una túnica que le tapa la cabeza con
una capucha de seda. Tiene unas grandes y pomposas alas blancas.

El chico se queda callado, solo me mira de manera apreciativa.

- ¿Qué está pasando? ¿Estoy muerta? -

- Es muy rápida. - James mira con una sonrisa pícara a la mujer.

En un intento de calmarme, la mujer me tocó el hombro. El pánico empezó a disminuir.

Ella me apretó con la mano con más fuerza y me miró a los ojos.

- Me llamo Esther. Él es Adam. -

El chico asintió en silencio, sin dejar de mirarme.

Me encuentro completamente desubicada, sin entender nada, y eso hace que se me crispen los nervios. Mi voz se convierte en un grito.

La sonrisa de James y el silencio tenso de Adam me molestan.

- ¡Quiénes sois! ¡Joder! - digo en shock.

- Tienes un temperamento salvaje, ¿no? - la mujer se coloca la capucha de seda, en un intento de taparse un poco el rostro avergonzado. - Lo entiendo, es difícil de aceptar al principio, pero creo que ya te has dado cuenta de que has muerto. Y es real. -

- Basta de introducciones, Esther. Después de la muerte, algunas personas son seleccionadas para pasar la prueba. Algunos saltan, como tú. Pero no todos
obtienen las alas y naturalmente mueren al caer. De esa manera van directos al Paraíso, o a otro lugar más cálido y oscuro. -

- Pero hay personas como tú, que son capaces de despegar. - Esther tiene una gran sonrisa cálida en su rostro. - Se les considera personas especiales, y eso
significa que tú lo eres. Igual que Adam. - ella le empujó un poco con el codo,
pero él apenas asintió con la cabeza, mirándome desde debajo de sus pestañas entrecerradas.

- ¿Qué significa esto? - pregunto.

- Les ofrecemos a las personas especiales poder entrar en la escuela de Ángeles y Demonios. - me explica James.

- Esta escuela es muy importante para nuestros mundos. Ella mantiene el
equilibrio. -

- De vez en cuando bajarás a la tierra, para ayudar a las personas, para
emprender el camino del bien y del mal, para tomar una decisión correcta o falsa. -

La cabeza me daba vueltas como cuando me subía a una montaña rusa, sin poder saber si estaba dando vueltas en el vagón o ya estaba bajando de éste.

¿Todo esto me está pasando de verdad?

Esther, como si sintiera mi preocupación, me toca el hombro con dulzura.

- Tendrás el poder, verás de manera diferente la inmortalidad. Ante ti se abrirán nuevas perspectivas. -

Con el rabillo del ojo me da la impresión de que Adam tiene una media sonrisa, aunque
intenta ocultarlo bajo su mano.

¿Ha sonreído, o ha sido idea mía? ¿Qué le parece tan gracioso?

El cielo parpadeó, el agua empezó a caerse hacia abajo por un momento, como si obedeciera las leyes de la gravedad, pero luego volvió a subir.

- Tiempo. Es hora de decidir. - resuena James con los brazos cruzados.

- Estáis esperando una respuesta. ¿Cómo puedo aceptar lo que no entiendo? -

Pero Esther encontró algo en mis ojos, retrocedió de repente y asintió a James.

- Ella está lista. -

Sin poder reaccionar, James me dio una palmada en la espalda, con la mayor de sus fuerzas. El golpe era seco y sin rebote alguno.

Caí de rodillas, las lágrimas brotaron de mis ojos. Un dolor insoportable salía de mis omoplatos, sin darme la opción de respirar.

Grité y me callé de inmediato al darme pánico mi propio grito. No podía levantar la mirada, y gotas de saliva manchaba las piedras, era imposible respirar y mantener la boca cerrada a causa del dolor.

Adam se arrodilló frente a mí, para encontrar mi mirada. Me esfuerzo en devolverle la mirada.

- Todos pasamos por esto. - me anima por primera vez. Su voz es suave y
reconfortante. - Respira hondo, puedes respirar, debes encontrar tu ritmo. - hace gestos con las manos para que pueda respirar con él.

Pero no podía, el dolor crecía.

Sentía mi piel desgarrarse, sentía que algo temblaba dentro de mí y quisiera salir afuera.

- ¡Déjalos salir! ¡Deben sentirse libres! - me grita Esther.

- Relájate. - me anima Adam.

Volví a levantar la cabeza y lo miré. Su rostro estaba tranquilo, concentrado.
Él me estaba estudiando, hasta que su mirada se puso en mis labio apretados.

- ¡Ahhhh! - grité con toda la fuerza que mis pulmones me permitieron.
Se escuchó un sonido irregular y luego el sonido del aire presionado. El dolor había desaparecido, solo quedaba un latido indeseado en la espalda.
Me di la vuelta, y me congelé.

Dos alas enormes se habían desplegado, e intentaban dar sus primeros movimientos de una manera torpe y lenta.

Eran tan largas que casi rozaban el suelo la plumas de las puntas. Éstas eran de color bris brillante, con algunas plumas blancas y otras un poco más oscuras. Realmente
parecía un pájaro recién nacido.

Aunque me costó un poco diferenciar las texturas ya
que una débil capa de sangre las cubría, aunque se podía ver que eran unas plumas grandes y robustas.

- ¡Ahora eres una de los nuestros! - Esther aplaudió con alegría.

- Te contarán todo lo demás en la escuela. - dijo por último James.

Aún sin creer en lo que veía, intenté despegar. Unas pocas gotas de sangre cayeron al suelo. Las miré con pena.

Tómate tu tiempo. Muy pronto podrás volar, pero por ahora, deja que las heridas sanen. -

- Creí que los inmortales no conocían el dolor… -

- El dolor nos mantiene vivos. Él nos mantiene bajo control. - hace una pausa de unos segundos. - El dragón te llevará a la escuela. ¿Alavaris? - pregunta James mientras mira a la criatura.

Al escuchar su nombre, Alavaris saltó de inmediato y sacudió la cabeza.

Mirando ya de tan cerca al animal, puedo reconocer perfectamente dónde he visto antes a esta criatura.

¡Es un dragón tradicional chino!

Es blanco y en algunas zonas tiene larga cabellera blanca, su cabeza es peluda, con dos grandes cuernos que me recuerdan al de un ciervo. Su cola es larga y estilizada para mantener el equilibrio mientras vuela por los
aires, mientras está en la tierra, se apoya en sus dos pares de patas, con grandes garras.

Su mirada es amable y su hocico se mueve de manera juguetona para olerme de cerca.

- Adam, la pondrás al día, ¿verdad? - pregunta Esther.

Adam asiente, mirándome.

- ¡Deja de mirarla de esa manera! ¡Sin siquiera sonrojarse! - grita el recién
reconocido demonio.

James me agarra por la cintura sin ningún esfuerzo y me sienta encima de Alavaris.

- ¿Y si me caigo? -

- Significará que es hora de aprender a volar. - James se aparta de mí.

- Buena suerte, nos vemos pronto, Genevieve. - la mujer se despide de nosotros con la mano.

- Pero… - el dragón se movió, obligándome a sentarme más cómodamente, y se elevó hacia el cielo.

Solté un grito de sorpresa.

Alas en el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora