N/A: Para suavizar el capítulo, avisos parroquiales. La primera es que De la A a la Z tiene Fanfic!! De la mano de la talentosa OriMarquez7 podrán encontrar Cantos de Muerte... que está de infarto!! En serio, vayan a leerlo.
Pd. El dibujo final del capítulo fue escogido por los lectores, así que si no están en el grupo de FB, el QR está en el prólogo
Vamos con el capítulo
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La rutina de Josef empezaba a las cuatro de la mañana, no eran los alaridos de los oficiales de las SS que empezaban a realizar el conteo de los prisioneros del campo, ni los lamentos de los prisioneros que tenían que aguantar varias horas de pie y con frío. Su alarma sonaba con gran precisión inundando la habitación. Como hombre que se regía por la fé, lo primero que hacía era rezar a Dios por otro día más de vida. Ni siquiera los disparos interrumpen su momento de oración.
A veces, ponía sus vinilos favoritos en el gramófono mientras se tomaba una rápida ducha y vestía su uniforme. Era destacado por siempre llevar las botas lustradas y el uniforme planchado. Su mayor orgullo eran las medallas que colgaban en el pecho, un héroe de guerra que había terminado en ese lugar por voluntad propia y que ningún otro oficial del campo podía presumir. Revisó su reloj y se dio cuenta de que aún tenía algo de tiempo, así que sacó hoja y pluma para escribir cartas a su amada Irene y a su querida amiga Sieglinde, a quién le tenía grandes noticias.
Cuando estuvo listo por completo, salió de la habitación hacia su consultorio. Al salir del pabellón de las habitaciones de los médicos de las SS, inhaló fuertemente para soltar un suspiro. La segunda vez que lo hizo, arrugó la cara y dirigió la mirada hacia los crematorios.
Cada vez los prenden más temprano, no me dejan disfrutar del aire fresco, pensó Mengele antes de sacar un pañuelo del bolsillo y taparse la nariz con ella antes de montarse al carro que lo llevaban al pabellón médico. Mientras hacía el recorrido, recordaba las labores que tenía que hacer a lo largo del día. En la mañana revisaría algunas historias clínicas con Alec y supervisaría una cirugía, al mediodía había quedado de almorzar con el comandante Hoss en su casa que quedaba a unos pocos metros del campo, y si le tenía algo de tiempo, haría anotaciones en su bitácora antes de hacer la selección de los judíos húngaros que llegarían a eso de las cuatro y media de la tarde al campo, en 20 vagones de un tren de carga.
Cuando llegó a su destino, se bajó rápidamente del carro y subió de dos en dos las gradas para llegar a su consultorio. Abrió la puerta sin necesidad de su llave, pues sabía que alguien más estaba adentro. Dio un par de pasos y saludó con una gran sonrisa.
—¡Buenos días, Alec!
Alec, quien estaba organizando las cosas del consultorio, le mostró una pequeña sonrisa para saludar de vuelta:
—Buenos días, Josef. Al parecer has dormido bien.
El médico asintió y se acercó al rubio para darle un par de palmadas en la cabeza. Alec había recuperado todo su cabello y ahora estaba más frondoso a causa de la falta de corte en ella, por lo cual le recordaba a la melena de un león. El judío simplemente sonrió ante la muestra de cariño de su amigo. Él era lo que Josef quisiera: un médico, un amigo, un perro.
Alec había pasado tanto tiempo en el campo que al final su mente colapsó. No veía a ese Mengele que todos los días torturaba a niños sin cesar por el simple morbo de la pseudociencia de la que él tanto creía, sino a ese Josef jovial y lleno de vida que había conocido en sus años universitarios. Ese Josef lo había salvado, le dio condiciones de vida que cualquier otro prisionero dentro de Auschwitz siquiera podía soñar. No era el único que pensaba en eso, había otros cuantos que consideraban a Josef como un ángel ¿no lo era?
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Las Flores Malditas del Reich
Ficción históricaEs 1943, la segunda guerra mundial está en su punto más crítico. La sangre, pólvora y cenizas pintan el mundo con su horror. Sieglinde Hitler, única hija de Adolf Hitler es atormentada con los demonios de su pasado. Ludwig Hitler, hermano por adopci...