Jerusalén de oro, del cobre y de la luz. Para todas tus canciones, soy un violín.
Oh, cuando hoy vengo a cantarte
Josef iba caminando por los pasillos del pabellón pediátrico, donde se encontraba la mayoría de los niños. Sus sujetos de experimentación. Estaba a punto de seguir con su recorrido cuando escuchó una voz cantante. No era un prodigio musical, pero tampoco era que tuviera una mala voz. Le tomó unos cuantos segundos para reconocer la voz de Alec. Su tono era lastimero, pero al mismo tiempo parecía estar relatando una historia. Se quedó en la puerta escuchándolo. No pudo evitar fruncir el ceño con irritación al percatarse de que no estaba cantando en alemán ni polaco. Era yiddish, la lengua principal de los judíos.
Y adornarte con coronas
Soy el más pequeño de tus hijos menores
Y el último de los poetas.
—¿El último de los poetas?
Mengele soltó ese comentario haciendo que Alec lo mirara, interrumpiendo su interpretación. Sorprendentemente, tenía un pequeño brillo en su mirada. Para el bávaro, la canción era demasiado peligrosa, les daba esperanza. El rubio se enderezó y caminó hacia él. Se podría decir que era la única persona en todo Auschwitz que podía mirarlo de frente, enfrentarlo y no ser asesinado. Alec no le importaba nada, no le importaba vivir o morir. A Josef, lo único que le importaba era Alec, jamás lo dejaría morir.
—¿Algún problema?
—¡Para nada! —Mengele respondió con sinceridad— Sólo tenía curiosidad, ¿cómo una canción puede predecir el final de los judíos? Sólo quedarás tú.
Los niños miraron a los dos adultos con miedo y confusión ¿Por qué el tío Mengele decía que Alec sería el último judío? No entendían la magnitud del desastre en el que estaban rodeados. Alec, en cambio, se llenó de rabia al escuchar esas palabras.
—Lárgate...¡LÁRGATE ANTES DE QUE HAGA ALGO DE LO QUE ME ARREPIENTA!
El castaño soltó una risa. Amaba ver la desesperación de Alec, porque sabía que, después de todo, volvería a él.
—¿Te dolió escuchar la verdad?
No dijo una sola palabra más antes de retirarse del lugar. ¿Por qué conocía esas palabras? Simple, Alec le había enseñado un par de canciones durante sus años universitarios. Volvió a escuchar la voz del rubio, empezando a cantar desde cero. Tensó su cuello y la mirada que tenía era de desprecio. Sólo pudo murmurar:
—Rolf... Maldito Rolf, maldito seas... Alec.
La noche había llegado, mientras que los hornos crematorios ardían incesantemente y los prisioneros que se habían salvado iban a dormir, Mengele estaba terminando de tomar sus apuntes en la habitación. Durante todo el día había escuchado al rubio cantar. Por una parte le gustaba, era algo novedoso, diferente. Pero por la parte que prevalecía le disgustaba. ¿Por qué de todas las canciones que conocía tenía que escoger justamente las yiddish? Decidió ignorarlo con un sueño reparador al ritmo de las notas de Schubert, pero una frase sonó tan duro desde la habitación de al lado que lo dejó en shock.
—Ikh bin a Yid!
Josef se alarmó al escuchar esa frase y salió corriendo de su habitación rumbo al de Alec. Sin mediar palabra, introdujo la llave en el cerrojo y abrió la puerta con fuerza. El judío suspiró mientras miraba a la ventana. Era la segunda vez que lo interrumpían en medio de su canto en el día. Se dio media vuelta para mirar con irritación al médico. No dijo una palabra, estaba esperando a que Josef hablara, pero contrario a lo que esperaba, escuchó fue un grito de rabia y preocupación:
—¡¿ACASO QUIERES MORIR?! ¡¿ESO ES LO QUE DESEAS?!
Alec lo miró de manera desinteresada y se encogió de hombros otra vez. Su voz era más suave que la vez pasada:
—¿Quien sabe? Tal vez eso es lo que estoy buscando.
—Sabes que cantar esas canciones te llevarán a la ejecución
—Siempre y cuando no sea...
—Sabes perfectamente que te enviarán a la cámara de gas.
Alec enmudeció. No le tenía miedo a la muerte, pero la cámara le aterraba. Había escuchado que las personas que entraban ahí eran sofocadas hasta la muerte. Son minutos inagotables de sufrimiento y dolor. Eso no era capaz de soportarlo. Mengele suspiró cuando el judío por fin se dio cuenta de que debía hacer silencio, o por lo menos cantar más bajo.
—Parece que por fin comprendes la gravedad de la situación. No quiero escucharte el resto de la noche.
Mengele cerró la puerta y, en vez de ir a su habitación, se dirigió a su consultorio. No solo había perdido el sueño, sino que, en caso de que Alec volviera a cantar, podía justificar el no haberlo escuchado al no estar en su cuarto. Ya acomodado en su puesto, agarró unos tubos de muestra de sangre y comenzó a analizarlos. Tomó una pipeta y absorbió un par de gotas para ponerlo en el portaobjetos y miró a través del microscopio para tomar los apuntes que necesitaban.
En un descuido, movió mal el brazo haciendo que se cayeran todos los tubos de muestra. La sangre manchó rápidamente una de las bitácoras que tenía en la mesa. Josef, al darse cuenta, lo agarró rápidamente, intentando limpiarlo. No sólo las hojas estaban manchadas de sangre, sino también sus manos. Al darse cuenta de qué bitácora era, soltó una maldición:
—Mierda, ¡justamente la bitácora que me regaló Sigi! ¿Qué le diré si me pregunta por ella?
Mientras buscaba con qué salvar las hojas restantes en la bitácora, se vio su mano. Eran pocos tubos, pero sus manos estaban completamente manchadas de sangre. No sólo eran muestras de laboratorio, lo más probable era que los sujetos de experimentación habían fallecido.
Lo que en verdad llamó la atención del doctor Mengele era que la sangre había manchado las blancas hojas que Sieglinde le había regalado.
Lo admito, me ausenté muchísimo ya que me deprimió bastante el hecho de que hayan borrado La Esposa del Reich y De la A a la Z. Pero ya volví y espero que por lo menos me dejen terminar esta historia.
La primera canción es Jerusalén de Oro, posiblemente lo han escuchado antes ya que es famosa gracias a la Lista de Schindler.
La segunda canción que canta Alec es Ikh bin a Yid! (¡Soy un judío!). Espero poner ambas canciones en Instagram. Independientemente de si son judíos o no, ambas canciones son hermosas a nivel melódico.
¡Nos vemos en el próximo capítulo!
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Las Flores Malditas del Reich
Fiksi SejarahEs 1943, la segunda guerra mundial está en su punto más crítico. La sangre, pólvora y cenizas pintan el mundo con su horror. Sieglinde Hitler, única hija de Adolf Hitler es atormentada con los demonios de su pasado. Ludwig Hitler, hermano por adopci...